El escándalo del Ucraniagate crece y ahora se suman Italia y Gran Bretaña
WASHINGTON.- Además de Ucrania y Australia, la Casa Blanca solicitó la ayuda también de Gran Bretaña e Italia en lo que ahora parece ser una operación global de la política exterior de Estados Unidos en busca de pruebas para desacreditar la investigación del Rusiagate de Robert Mueller y los vínculos de Donald Trump con el Kremlin.
Trump llamó personalmente al primer ministro británico, Boris Johnson , para pedirle su ayuda en su ofensiva para intentar desacreditar la investigación sobre la injerencia de Moscú en la elección presidencial de 2016, una de las obsesiones del magnate, que se enfrenta a la amenaza concreta de un juicio político, acusado por los demócratas de utilizar la política exterior en beneficio propio.
Trump contactó personalmente a Johnson, un líder afín al mandatario, para pedirle que ayudara al fiscal General, William Barr, a reunir pruebas para socavar la investigación sobre los vínculos de su campaña presidencial con Rusia, según el periódico The Times.
A su vez, el primer Ministro de Italia, Giuseppe Conte, autorizó reuniones entre Barr y el jefe de inteligencia italiano, el general Gennaro Vecchione, según indicó el periódico Corriere della Sera. El New York Times había revelado que Barr se reunió la semana con funcionarios italianos en Italia. El Departamento de Justicia admitió que Trump había contactado "otros países".
El secretario de Estado, Mike Pompeo, admitió por primera vez en público que participó de la llamada entre Trump y el presidente de Ucrania, Volodomir Zelensky, que disparó la peor crisis política que enfrenta Trump desde que llegó a la presidencia, y que podría llevarlo a un impeachment.Los demócratas acusan a Trump de abusar de los poderes de la presidencia y utilizar la política exterior de Estados Unidos en beneficio propio, en busca de "mugre" sobre sus rivales políticos y de pruebas para desacreditar la investigación de Mueller.
Trump se ha movido siempre con la idea de que la investigación del Rusiagate que Mueller lideró durante dos años en busca de definir los alcances de la injerencia del Kremlin en los comicios de 2016 tuvo un origen político. Para Trump, todo fue una operación orquestada por los demócratas para deslegitimar su victoria. Trump ganó la presidencia, a pesar de que perdió la votación popular por casi tres millones de votos. El mandatario siempre acusó a Mueller y a su equipo de tener un claro sesgo partidista.
La comunidad de inteligencia de Estados Unidos y el Congreso han concluido que Rusia buscó favorecer a Trump con una campaña de desinformación. El Kremlin ha negado cualquier operación para intentar influir en la política estadounidense.
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