El extraño caso del pueblo donde solo se enamoran entre primos
En Amaranto, un pueblo de Ciudad Bolívar, en Colombia, todos los pobladores son miembros de una misma familia
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En medio de una tupida vegetación, en un cañón olvidado cuyo único acceso es un estrecho camino de barro y piedras, viven casi 200 personas de una sola familia que se han casado y reproducido entre sí en las últimas dos generaciones.
El matrimonio más antiguo de esta estirpe de campesinos y trabajadores, que llegaron hace 150 años a la vereda Amaranto, en Ciudad Bolívar (Antioquia), es el de Luis Aníbal Vanegas Galeano y Alba del Jesús Galeano Henao, primos hermanos, de cuyo matrimonio nacieron 11 hijos y decenas de nietos.
Alba del Jesús, aún recuerda, a sus 85 años, cómo para poder casarse tuvieron que pedir permiso al obispo de Jericó, a través de la curia de Ciudad Bolívar, un tranquilo pueblo del suroeste de Antioquia, que les impuso como penitencia 50 padrenuestros, 20 rosarios y 6 confesiones.
”No había nada que hacer: nos enamoramos, así fue mal visto. Es que fuimos criados en la misma vereda, nos veíamos casi a diario, por eso resultamos casados, de estar tan cerca, tan apegados. Pero también había algo, una atracción, porque a pesar de que yo me fui a Medellín unos meses, no me fijé en nadie más y cuando volví a la vereda nos ennoviamos”, dice Alba del Jesús.
De esta unión, que era considerada pecado por la Iglesia Católica, se cumplieron 50 años el pasado mes de marzo y la fecha fue celebrada junto a más de 100 parientes en el colegio de la vereda, ubicado en el fondo del cañón, una estructura de bahareque, mezclada con adobes y piso de tierra. Un sitio donde las flores y árboles frutales surgen espontáneamente, gracias a su clima primaveral, a una altura de 1400 metros sobre el nivel del mar.
Tal vez es debido a esta casi inaccesible geografía que los Vanegas, Galeano y Henao, se siguen casando o forman uniones entre primos. Según Ana María Vanegas Galeano, líder comunal, esta tradición comenzó en 1890, cuando desde Jericó, el municipio vecino, llegaron casados Isaac Galeano y Eudoxia Vanegas. El padre de Isaac, Joaquín Galeano, fundó Amaranto.
Isaac llegó con tres hijos de un matrimonio anterior y Eudoxia se trajo a sus cuatro hermanos, entre ellos Gregorio, quien también venía casado. De su unión nacieron siete hijos y Gregorio, por su parte, tuvo nueve, entre ellos Primitivo y Gregorio Vanegas.
“Los primeros primos en casarse fueron mi papá Gregorio y mi mamá Etelbina (hija de Isaac e Eudoxia). Luego, otros tres tíos hicieron lo mismo y yo, para conservar la tradición, me casé con Alba”, dice Luis Aníbal, para quien el enredado árbol genealógico aún no es claro y es tema diario en el pueblo.
El único miedo de Alba del Jesús y Luis Aníbal, al momento de engendrar, fue siempre que sus hijos nacieran con problemas genéticos y físicos, pero esto no sucedió. Esta misma suerte no la tuvieron los hermanos Orlando y Hernán Galeano. Ambos se casaron con dos primas hermanas hace más de 30 años.
Patricia, una de las hijas de Hernán, nació con un dedo de más en manos y pies y Orlando sufre porque sus seis hijos tienen problemas de aprendizaje.
A pesar de los miedos, la tradición se ha conservado en las nuevas generaciones. Para Angie Paola Galeano Henao y Cristian Alejandro Galeano Henao, primos hermanos, quienes llevan dos años de noviazgo, pero se conocen de toda la vida, su relación obedece casi a una regla de la naturaleza, un hecho normal y casi predecible.
“Estudiamos juntos, nos conocemos desde pequeños, además vivimos a cinco minutos, por eso nos podemos ver todos los días. La verdad, para mí es normal, no encuentro una explicación, es pura atracción y cercanía”, dijo Angie.
Otra de las razones por las cuales los primos se fijan en las primas, dice Umberto del Jesús Henao Galeano, es que “las cosas quedan en familia, todo es más fácil, no hay tantos problemas o envidias”.
Por eso, señala Umberto, hay solidaridad entre los integrantes de la vereda, el trato es amable, “la estima y el cariño se siente. Nos la llevamos bien entre todos, celebramos todas las fiestas juntos, somos la vereda más unidad y sana que tiene Ciudad Bolívar. Acá se puede decir, no hay riñas o peleas y hace años no hay muertes violentas, nos morimos de viejos”.
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