El Vaticano publica Dilexit nos, la cuarta encíclica del papa Francisco que llama a “volver al corazón” en un tiempo de guerras y vértigo social
Alarmado por un mundo azotado por guerras y por una sociedad “líquida”, dominada por los ritmos y los ruidos de la tecnología, en un documento dedicado a la devoción del Sagrado Corazón de Jesús, el Pontífice subraya que “para salvar lo humano hacen falta la poesía y el amor”
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ROMA.- A dos días del cierre del sínodo sobre sinodalidad, una de las grandes apuestas de este pontificado, el Vaticano publicó este jueves Dilexit nos (Nos amó), sobre el amor humano y divino del corazón de Jesucristo, la cuarta encíclica del papa Francisco.
En este nuevo documento, evidentemente alarmado por un mundo convulsionado y una tierra herida, Jorge Bergoglio, de casi 88 años, lanza un llamado a “volver al corazón”, a “recuperar la importancia del corazón”, en una sociedad “líquida” que parece haberlo perdido, azotada por guerras, consumismo, “la fragmentación del individualismo”, pobreza, injusticias e influenciada por la Inteligencia Artificial (IA). Se trata de una invitación a volver al corazón de Cristo y a “reinventar el amor” que el Papa le hace a la misma Iglesia Católica, a veces más interesada en “estructuras caducas” que en la dimensión misionera.
Ante el Corazón de Cristo, pido al Señor que una vez más tenga compasión de esta tierra herida y derrame los tesoros de su amor, para que nuestro mundo pueda recuperar lo más importante y necesario: el corazón. #DilexitNos https://t.co/eIaVMx3RX8
— Papa Francisco (@Pontifex_es) October 24, 2024
“En este mundo líquido es necesario hablar nuevamente del corazón, apuntar hacia allí donde cada persona, de toda clase y condición, hace su síntesis; allí donde los seres concretos tienen la fuente y la raíz de todas sus demás potencias, convicciones, pasiones, elecciones”, escribe el papa Francisco en su cuarta encíclica después de Lumen fidei (escrita a cuatro manos junto a Benedicto), Laudato si y Fratelli tutti.
“Pero nos movemos en sociedades de consumidores seriales que viven al día y dominados por los ritmos y ruidos de la tecnología, sin mucha paciencia para hacer los procesos que la interioridad requiere. En la sociedad actual el ser humano corre el riesgo de perder su centro, el centro de sí mismo. Falta corazón”, lamenta, en un documento muy espiritual, dedicado a la devoción del Sagrado Corazón de Jesús, pero, como destacó el teólogo italiano Bruno Forte en una conferencia de prensa en el Vaticano, “extremadamente moderno y actual”.
“Viendo cómo se suceden nuevas guerras, con la complicidad, tolerancia o indiferencia de otros países, o con meras luchas de poder en torno a intereses parciales, podemos pensar que la sociedad mundial está perdiendo el corazón”, constata, en efecto, el papa Francisco.
“Bastaría mirar y oír a las ancianas —de las distintas partes en pugna— cautivas de estos conflictos devastadores. Es desgarrador verlas llorando a sus nietos asesinados, o escucharlas desear la propia muerte porque se han quedado sin la casa donde han vivido siempre. El recurso de decir que la culpa es de otros no resuelve este drama vergonzoso. Ver llorar a las abuelas sin que se nos vuelva intolerable es signo de un mundo sin corazón”, sostiene.
La encíclica se divide en cinco capítulos y 220 puntos. Se basa fundamentalmente en la Biblia y en la tradición cristiana, es decir, los escritos de los grandes santos y santas de la Iglesia. Francisco además cita a sus predecesores y, también, unos textos inéditos del sacerdote argentino Diego Fares, jesuita que fue su novicio y luego amigo, que murió en 2022, a los 66 años. Además, se abreva de grandes nombres de la literatura como Dostoievski y Dante, así como de la filosofía, como Martin Heidegger.
“Necesitamos que todas las acciones se pongan bajo ‘el dominio político’ del corazón”, afirma el exarzobispo de Buenos Aires, que critica la IA apelando a sus recuerdos de la infancia.
“En el tiempo de la inteligencia artificial no podemos olvidar que para salvar lo humano hacen falta la poesía y el amor. Lo que ningún algoritmo podrá albergar será, por ejemplo, ese momento de la infancia que se recuerda con ternura y que, aunque pasen los años, sigue ocurriendo en cada rincón del planeta”, escribe.
“Pienso en el uso del tenedor para sellar los bordes de esas empanadillas caseras que hacemos con nuestras madres o abuelas. Es ese momento de aprendiz de cocinero, a medio camino entre el juego y la adultez, donde se asume la responsabilidad del trabajo para ayudar al otro. Al igual que el tenedor podría nombrar miles de pequeños detalles que sustentan las biografías de todos: hacer brotar sonrisas con una broma, calcar un dibujo al contraluz de una ventana, jugar el primer partido de fútbol con una pelota de trapo, cuidar gusanillos en una caja de zapatos, secar una flor entre las páginas de un libro, cuidar un pajarillo que se ha caído del nido, pedir un deseo al deshojar una margarita. Todos esos pequeños detalles, lo ordinario-extraordinario, nunca podrán estar entre los algoritmos”, reflexiona. “Porque el tenedor, las bromas, la ventana, la pelota, la caja de zapatos, el libro, el pajarillo, la flor... se sustentan en la ternura que se guarda en los recuerdos del corazón”, añade, en una de las partes más personales del documento.
Convencido del amor de Jesús que murió en la Cruz, que lo puede todo y perdona todo, Francisco asegura que el mundo “puede cambiar desde el corazón” y que “tomar en serio el corazón tiene consecuencias sociales”, tal como había enseñado el Concilio Vaticano II (1962-65) y tal como Cristo mostró en su vida, siempre cercano al sufrimiento y abierto al encuentro.
Así, en medio de “la vorágine del mundo actual y de nuestra obsesión por el tiempo libre, el consumo y la distracción, los teléfonos y las redes sociales”, y ante “un fuerte avance de la secularización que pretende un mundo libre de Dios”, vuelve a proponer la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, cuya historia repasa en forma detallada y que, subraya, también tiene consecuencias en cuanto a las relaciones con los demás, el servicio, el salir al mundo, la solidaridad.
En este marco, vuelve a denunciar la existencia, dentro de la Iglesia, de “comunidades y pastores concentrados sólo en actividades externas, reformas estructurales vacías de Evangelio, organizaciones obsesivas, proyectos mundanos”.
“Esto deriva en un cristianismo que ha olvidado la ternura de la fe, la alegría de la entrega al servicio”, subraya, quizás no casualmente a dos días del cierre del sínodo de sinodalidad.
Al presentar Dilexit nos el teólogo Forte, arzobispo de Chieti Vasto, subrayó que la encíclica es fruto de la experiencia espiritual del papa Francisco y “la llave de lectura” de todo su magisterio, como el Pontífice mismo explica al final, en el punto 217. “Lo expresado en este documento nos permite descubrir que lo escrito en las encíclicas sociales Laudato si y Fratelli tutti no es ajeno a nuestro encuentro con el amor de Jesucristo, ya que bebiendo de ese amor nos volvemos capaces de tejer lazos fraternos, de reconocer la dignidad de cada ser humano y de cuidar juntos nuestra casa común”, dice allí el Papa, que va más allá. “Hoy todo se compra y se paga, y parece que la propia sensación de dignidad depende de cosas que se consiguen con el poder del dinero. Sólo nos urge acumular, consumir y distraernos, presos de un sistema degradante que no nos permite mirar más allá de nuestras necesidades inmediatas y mezquinas”, deplora.
“El amor de Cristo está fuera de ese engranaje perverso y sólo él puede liberarnos de esa fiebre donde ya no hay lugar para un amor gratuito. Él es capaz de darle corazón a esta tierra y reinventar el amor allí donde pensamos que la capacidad de amar ha muerto definitivamente”, añade. Y concluye: “La Iglesia también lo necesita, para no reemplazar el amor de Cristo con estructuras caducas, obsesiones de otros tiempos, adoración de la propia mentalidad, fanatismos de todo tipo que terminan ocupando el lugar de ese amor gratuito de Dios que libera, vivifica, alegra el corazón y alimenta las comunidades. De la herida del costado de Cristo sigue brotando ese río que jamás se agota, que no pasa, que se ofrece una y otra vez para quien quiera amar. Sólo su amor hará posible una humanidad nueva”.
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