Garry Kasparov: "Putin es como Stalin; jamás aceptará abandonar el poder"
Fuerte crítica del ex campeón mundial de ajedrez al actual primer ministro
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GOTEMBURGO.- Garry Kasparov no hace ningún esfuerzo por moderar el tono de sus palabras cuando opina sobre Vladimir Putin, el ex presidente de Rusia y actual primer ministro de su delfín, Dimitri Medvedev.
"Gobernó el país con un grupo de gente de absoluta confianza que operaba en realidad como una estructura mafiosa -explica-. Sus códigos eran el silencio, la obediencia y cerrar los ojos cuando los amigos se enriquecían a su lado en forma escandalosa."
Hay gestos de asombro en el grupo de periodistas que comparten el almuerzo con él en un discreto salón del Svenska Mässan, sede del congreso anual de la Asociación Mundial de Periódicos (WAN, por sus siglas en inglés).
"Pero hay que reconocer su talento de ilusionista -continúa-. Le ha hecho creer a mucha gente que es un héroe de la democracia y que sigue siendo muy popular entre los rusos. Bueno, Saddam Hussein alguna vez insinuó que su popularidad superaba el 110 por ciento."
Es fácil comprender por qué este hombre, el campeón mundial de ajedrez más joven de la historia, el mismo que le ganó a Deep Blue, la computadora creada por IBM para derrotarlo, jamás sube a un avión de Aeroflot si puede evitarlo; anda con guardaespaldas, y come sólo en restaurantes de confianza.
Kasparov recuerda que se retiró del ajedrez en 2005, una carrera que lo dejó en una cómoda situación económica para dedicarse a la política. Primero con el Frente Cívico, y después con Otra Rusia, la coalición que lo propuso como candidato para las elecciones presidenciales de marzo último. La candidatura de Kasparov llegó abruptamente a su fin cuando el partido no consiguió que alguien le alquilara un salón para un acto en Moscú, uno de los tantos requisitos electorales. La esperada batalla entre "el ex ajedrecista y la KGB", bautizada así por el apoyo incondicional de Putin a Medvedev, concluyó antes del primer disparo.
Aunque está rodeado de periodistas y reconoce la dramática situación que atraviesan muchos colegas en Rusia desde hace años, Kasparov habla primero de corrupción. "¿Sabían que Rusia tiene más millonarios que Alemania y Japón? ¿Que los 20 rusos más ricos disponen de fortunas que superan los US$ 300.000 millones?"
Para entender esta fabulosa concentración de riqueza hay que remontarse a los años 90. Kasparov afirma que quienes en ese momento ocupaban el Kremlin ejecutaron una estrategia que consistió en pasar los activos de las grandes compañías de servicio estatales a manos privadas, mejor dicho a empresarios amigos. Fueron las privatizaciones oligárquicas.
Anatoly Chubais, hombre clave de Boris Yeltsin e impulsor del plan, se hizo cargo de Sistemas Eléctricos de Rusia (EES), la principal empresa del sector. Yukos, la segunda compañía petrolera del país, quedó en manos de Mikhail Khodorkovsky y un grupo de empresarios que frecuentaban el Kremlin.
El caso de Yukos se convirtió en el ejemplo emblemático de la poderosa pero también frágil relación que existía entre quienes detentaban el poder tras la caída del comunismo y los nuevos socios capitalistas. Tan pronto Khodorkovsky perdió el apoyo de Putin, la empresa fue declarada en bancarrota y el empresario, encarcelado en Siberia.
"Los artículos que más irritan a Putin son los que informan acerca de cómo amasan fortunas algunos de sus hombres -dice Kasparov-. Durante años lograron ocultarlo, pero ahora todo el mundo sabe que la mujer más rica del país es la esposa del alcalde de Moscú."
Está convencido de que la misión más delicada que tendrá Medvedev será legitimizar esa situación, hacerla menos vulnerable. "Putin es como Stalin; jamás aceptaría abandonar el poder."
Kasparov reconoce que un sistema tan vulnerable a la corrupción no es nuevo ni ajeno a gobiernos que se presentan ante sus propios votantes como democráticos. Toleran y promueven diferentes grados de corrupción, dice, para sellar alianzas con empresarios, banqueros y funcionarios. Les resultan más confiables en el largo plazo la protección y la fidelidad del dinero, aunque esté en manos de testaferros o de gente a la que han favorecido, que en el blindaje que ofrecen los acuerdos políticos.
Promesas de un delfín
Kasparov recuerda como una gran ironía la promesa que hizo Medvedev en su primer discurso como presidente. "Dijo que sería implacable con la corrupción, pero olvidó que había llegado al Kremlin de la mano de Putin y que éste gobernó durante ocho años."
Los nombres de Anna Politkovskaya y de Alexander Litvinenko están en las primeras preguntas referidas a la violencia que golpeó a Rusia durante el gobierno de Putin. La primera, una periodista crítica del gobierno, fue asesinada de cuatro disparos cuando salía de su casa. Como un mensaje, junto al cadáver quedaron las cuatro cápsulas servidas y el arma asesina.
Litvinenko, un ex agente de inteligencia exiliado en Londres después de distanciarse del gobierno, fue envenenado con polonio 210, otra manera novedosa de firmar un asesinato.
Kasparov explica que estos crímenes no deberían sorprender en una sociedad en donde la impunidad es entendida desde el poder como una advertencia y un castigo. "Putin asocia la falta de información con seguridad, sobre todo si se trata de información que él o su gente no pueden controlar -dice-. Para suplir la falta de transparencia de muchos actos de gobierno apeló al truco de publicitar su popularidad. Era otra forma de ilusionismo: «No puedo ser malo si el 70% de la gente aprueba lo que hago»."
Kasparov recurre a menudo a la palabra "mitología" para referirse a las mentiras exitosas que el gobierno de Putin instaló en buena parte de la opinión pública. Al tope del ranking de las mitologías figura la libertad de prensa como un valor relativamente nuevo, algo que se incorporó a una sociedad que vivió 70 años bajo el comunismo.
"Buena parte de las empresas de medios siguen dependiendo del dinero que el gobierno les hace llegar. Rusia tiene un récord dramático: es, después de Irak, el país donde más periodistas han sido asesinados en los últimos años. Pero hay gente que piensa que disfrutamos de un grado de libertad de prensa aceptable." Kasparov dice que son estas situaciones las que lo alientan a seguir haciendo política. Está convencido de que tiene un largo camino por delante antes de que Otra Rusia pueda ser considerada una opción seria.
Se despide con un toque de humor. "En política nadie tiene la última palabra. Recuerden el referéndum que armó Chávez para quedarse y cómo le fue."
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