Los alemanes ven a Scholz como un pitufo: Putin también
Al flamante canciller le gustó el apodo que le puso la prensa; “los pitufos son chiquitos, vivísimos y siempre salen ganando”, dijo
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BERLÍN.- A principios de este año, Olaf Scholz, exministro de finanzas y desde este miércoles canciller de Alemania, estaba sentado en una de las numerosas reuniones por la crisis de coronavirus, con la cara inescrutable que lo caracteriza y que puede hacerlo pasar por engreído. Tal vez estaba pensando en algo, pero un periodista de Bavaria le recriminó que sonreía “como un pitufo”.
Y de inmediato, una especie de consenso nacional decidió que la etiqueta le calzaba como anillo al dedo y así quedó. En la vida real, Scholz no es azul ni vive adentro de un champiñón, pero muchos alemanes juran y perjuran verlo parecido a esos personajes animados. De hecho, cuando se estrenó la versión alemana del programa satírico de la televisión británica “Spitting Image”, Scholz fue caracterizado como un pitufo.
Pero lo más revelador es que el propio Scholz se ha hecho cargo del chiste y ha adoptado orgullosamente su nuevo personaje. Según le confesó a un conductor de televisión alemán, la comparación con los pitufos le encanta: “Son chiquitos, vivísimos y siempre salen ganando”.
¿Eso debería tranquilizarnos? Mientras tanto, el presidente ruso Vladimir Putin amasa tropas a lo largo de su frontera con Ucrania, donde la OTAN teme una invasión sin medias tintas. El coronavirus SARS-CoV-2 y su flamante variante ómicron se esparce por Alemania a una velocidad inusitada, y la economía del país está sufriendo las consecuencias. La lista de problemas es interminable. ¿Estará contenta Alemania de ingresar en una era pitufa?
Los países aliados de Alemania se quejan desde hace rato del solipsismo germano, de su tendencia a delegar la responsabilidad del liderazgo en la Unión Europea y la OTAN, ya sea en materia económica, financiera, diplomática o militar. Y lo que más molesta y llama la atención: Alemania gasta mucho menos en sus fuerzas armadas que los miembros de la alianza regional, y no hay certeza de que Scholz tenga intención de modificarlo.
Su predecesora Angela Merkel lo compensaba en parte con su gravitación propia, un beneficio que el canciller pitufo no tendrá. De hecho, entre los aliados de Alemania nadie espera demasiado que la Alemania post-Merkel finalmente haga valer su peso.
Pero Scholz podría sorprendernos. Y de ser así, será en parte gracias al partido de Los Verdes, uno de los socios de su coalición de gobierno. Los líderes verdes han adoptado un tono más confrontativo para reclamar que Alemania se plante con firmeza frente a las autocracias de Rusia y China, y que se encolumne con los países democráticos, como Estados Unidos.
Una de las líderes verdes, Annalena Baerbock, será ministra de relaciones exteriores, y ha manifestado en varias ocasiones su voluntad de frenar el proyecto North Stream 2, un gasoducto que conectaría Rusia con Alemania por debajo del mar Báltico y que Putin podría usar para no depender de la red gasífera existente que atraviesa Ucrania. El North Stream ya está terminado pero todavía no entró en operaciones. Si Putin invade Ucrania, congelar la puesta en funcionamiento de ese gasoducto podría ser el mayor castigo de Alemania contra la agresión de Rusia, a falta de una respuesta militar acorde.
Los otros socios de la coalición de gobierno, los liberales promercado del Partido Democrático Libre, podrían sumarse. Las trabas seguramente provengan del Partido Socialdemócrata del propio Scholz, tradicionalmente rusófilo, que prefiere conciliar en vez de confrontar con Putin. De hecho, la idea del North Stream 2 fue básicamente de ellos. El anterior canciller socialdemócrata, Gerhard Schroeder, preside el comité de accionistas del gasoducto y es gran compinche de Putin.
La elección de Scholz para su Ministerio de Defensa, la otra cartera que tendría que lidiar con un eventual ataque de Rusia, tampoco despeja las dudas. Para sorpresa de todos, Scholz propuso a Christine Lambrecht, una socialdemócrata que fue ministra de justicia y de familia durante la era Merkel. No hay nada que reprocharle a Lambrecht, salvo que jamás dio indicios del menor conocimiento o interés en cuestiones estratégicas o militares.
En cuanto al otro frente de batalla, el sanitario y su lucha contra el Covid-19, las prioridades de Scholz son más claras, pero no desprovistas de sorpresas, como la elección de Karl Lauterbach como ministro de salud. Lauterbach es un epidemiólogo formado en la Escuela de Salud Pública de Harvard, y ha sido un ácido y frecuente comentarista sobre la pandemia en los medios de comunicación de Alemania. Los alemanes lo aman o lo odian, aunque son más los que lo aman, ya que iniciaron una campaña en Twitter para que Scholz lo nombrara al frente de la cartera de Salud. Scholz dijo no confiar en Lauterbach, pero terminó cediendo.
Los liberal demócratas tendrán mucho trabajo en el Ministerio de Finanzas, que será ocupado por el jefe del partido, Christian Lindner. En las negociaciones de la coalición, Lindner insistió en algo que puede parecer un contrasentido: quiere recuperar el equilibrio fiscal para 2023, pero sin aumentar los impuestos. Hay muchas especulaciones sobre los esquemas de financiamiento “creativos” a los que podría recurrir, como pedir prestados montones de dinero durante el próximo año para ponerlo debajo del colchón y dejarlo formalmente fuera de la hoja de balance del gobierno.
Así que ahí están y esos son los integrantes del primer gabinete de la era de los pitufos. Todos ellos seguramente esperaban poder abocarse a proyectos más agradables, como lograr que la economía alemana haga su reconversión verde y digital, o aumentar el salario mínimo. El primer objetivo era importante para Los Verdes, el segundo para los liberales demócratas, el tercero para los socialdemócratas.
Por el contrario, la asunción de la coalición de gobierno es lo que los psicoanalistas llaman un encuentro con “Lo Real”. La plaga hace estragos en casa y desde el Este llega el redoble de los tambores de guerra. En esta historia, Putin parece empeñado en interpretar a Gargamel, el mago malvado que quiere comerse a todos los pitufos. Por supuesto que nunca hay que subestimar a los pitufos, pero es probable que la nueva camada que está al frente de Alemania tenga poco tiempo para ponerse a la altura de los acontecimientos.
Andreas Kluth
Agencia Bloomberg
(Traducción de Jaime Arrambide)
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