Los argentinos que trabajan por la paz en Kosovo
Fueron enviados en misión humanitaria luego del conflicto; hay soldados, ingenieros y médicos de cada fuerza armada.
PEC.- La casa que el mariscal Tito usaba cuando venía de caza a Kosovo tiene enfrente una bandera azul y blanca y pronto podría ser rebautizada con un nombre que el Ejército Argentino evalúa en reserva.
En ese bello chalet enclavado en un bosque rodeado de montañas, que se asoma como terraza sobre la iglesia del siglo XII en la que han sido coronados todos los patriarcas de la Iglesia Ortodoxa Serbia, se asienta el símbolo de un cambio fundamental en la política exterior argentina.
En silencio, con ingenio, pocos recursos y mucho esfuerzo, un centenar de oficiales y suboficiales ha realizado en la práctica lo que la clase política nacional aún no termina de debatir en público y que los Estados Unidos y Europa nunca han considerado formalmente: el ingreso de la Argentina en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Enviados en misión humanitaria, una sección de ingenieros del Ejército, un hospital desmontable de la Fuerza Aérea y un puñado de infantes de Marina, más un grupo de oficiales de enlace, trabajan desde hace seis meses en el seno de la estructura militar de la OTAN, sometidos a sus reglas de disciplina y combate, en un auténtico "teatro de operaciones".
Esta vez no se trata de la participación en una misión de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, sino de integrar las tropas de ocupación de un ejército vencedor en el terreno del vencido y asumir las consecuencias. "Esto no es una misión de paz, esto es la guerra", resumió un oficial argentino, mientras exhibía a La Nación el casco y el fusil que cada miembro de la misión -no importa si médico, enfermero, ingeniero o guardia- debe llevar en todo momento.
Como colofón, 400 paracaidistas del Ejército participarán la próxima semana en un ejercicio organizado por la OTAN para demostrar la "capacidad y resolución" de la KFOR, la fuerza aliada desplegada en Kosovo. Con tropas holandesas, polacas, rumanas y de los Estados Unidos, el pelotón de la IV Brigada de Paracaidistas se convertirá en la primera fuerza en misión propiamente militar que la Argentina despliega en esta provincia conquistada a Yugoslavia.
Hasta 1999, los militares argentinos sólo actuaban como cascos azules en operaciones de paz dispuestas por las Naciones Unidas. Sólo el envío de un buque a la Guerra del Golfo supuso la intervención argentina en una guerra multinacional, pero aun en ese caso había sido precedida por una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Pero la guerra contra la ex Yugoslavia para detener las operaciones de las fuerzas militares, paramilitares y policiales en Kosovo fue realizada por la OTAN, sin recurrir al Consejo de Seguridad, donde enfrentaban la disidencia rusa y china.
Un pie en la OTAN
Durante la guerra, la Argentina, al igual que la mayoría de los países latinoamericanos, defendió públicamente la necesidad de una salida negociada al conflicto. Pero cuando concluyó, el entonces presidente Carlos Menem logró su objetivo de poner un pie en la OTAN mediante el envío de una misión militar con el límite estricto de realizar únicamente tareas humanitarias.
Una sección de 30 ingenieros del Ejército, un hospital reubicable de la Fuerza Aérea con 64 oficiales y suboficiales -que incluyen a un médico sanitarista de la Armada y personal del Ejército-, y un grupo de 12 infantes de Marina partieron hacia Kosovo en octubre para realizarla, bajo el mando del comodoro Jacinto Despierre.
Por afinidad cultural, fueron asignados a la Brigada Multinacional Occidental, con base en esta ciudad, dirigida por tropas italianas y que también componen España y Portugal.
Pero la asignación no era meramente formal. Los oficiales y suboficiales argentinos dependen estrictamente de la logística italiana, que les provee vehículos, suministros, alimentos (por los que la Argentina paga) y dispone su emplazamiento en el terreno.
La experiencia ha sido fuerte para los miembros del contingente, pese a que muchos de ellos habían participado en otras misiones. Por primera vez se encontraron aislados: de su asignación de seis meses, sólo pudieron tomar una licencia de 15 días. No había francos ni podían dejar los cuarteles.
Tampoco había medios de comunicación. El correo, vía Italia, tardaba unos 40 días. La mayoría de los miembros de la misión dijo que, en algún momento de su estancia, no había podido tener contacto alguno con su familia por más de un mes.
La dependencia de Italia también fue resentida por otro motivo. Los oficiales y suboficiales se sintieron en un principio tratados con indiferencia o condescendencia por sus pares italianos. La sección argentina pasó tres helados meses en carpas mientras ayudaba a montar el hospital en la vecina ciudad de Djakovica. Ya no había esa rivalidad entre fuerzas que llevó en 1976 a distribuir el poder político en un 33,33 por ciento entre cada una o a librar la propia guerra en Malvinas. "En la carpa no había distinción entre uno del Ejército y uno de la Marina", dice el mayor Julio César Belfi, y la convivencia de un día y medio de La Nación con el contingente bastó para probarlo: reuniones, trabajo y entretenimiento eran comunes a todos.
Para ganar el lugar, la sección salió a competir en calidad. Construyó y reconstruyó, entre otras cosas, un puesto de frontera, una escuela-iglesia y dos pisos del propio cuartel general italiano, en menos tiempo y por menos dinero que los ingenieros de ese país.
Desde entonces, la población civil albanesa reconoce la bandera y los saluda con simpatía, normalmente al grito de "Maradona" o, poco a poco, simplemente "Argentina".
Pese a las privaciones y a que ya contaban los días para marcharse (el relevo formal ocurrirá el 28 de marzo), se palpaba entusiasmo profesional por la experiencia.
La historia del mayor Germán Oliver, oficial de enlace en el comando de la brigada, quizás ilustra el cambio que se vive en el Ejército. Estudiante de Agronomía, se alistó cuando la guerrilla atacó un regimiento en Mendoza. En el arma de Logística, pasó por la dictadura militar y combatió en Malvinas. Pero ahora está orgulloso de haber podido hacer la presentación de la logística de la íntegra Brigada Multinacional ante el comando general de la OTAN en Pristina.
Estos son hombres a los que no interesan los juicios a los militares por las violaciones a los derechos humanos, ni las desventuras del ex capitán de navío Alfredo Astiz, ni por el contrabando de armas a Croacia y Ecuador. Quieren saber lo mismo que el resto de sus compatriotas: la situación económica, el nuevo gobierno y el fútbol...
Mientras las batallas políticas sobre su composición y destino se libran en Buenos Aires, donde muchos ignoran siquiera su existencia, un nuevo modelo posible de Fuerzas Armadas, integradas, vocacionales, humanitarias y profesionales a nivel internacional, intenta construirse en este remoto lugar de los Balcanes.
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