Pese a la escalada, en Damasco aún persisten las señales de estabilidad
Las calles de la capital están abarrotadas de gente y los negocios funcionan normalmente
DAMASCO.- Entrar a Damasco confabula con muchas sensaciones extrañas. Sus calles están abarrotadas de gente, los mercados exudan especias y por todos los rincones pueden verse niños de todas las edades que gritan detrás de una pelota de fútbol. En medio de la escalada regional del conflicto sirio, la ciudad irradia tanta vida que nadie quiere atreverse a presagiar su caída, una hipótesis que las grandes cadenas informativas desarrollaron durante las últimas semanas, pero que la coyuntura real del terreno parece contradecir.
Lejos de cualquier subjetivismo, las señales de estabilidad se desparraman desde la frontera libanesa hasta la capital con un sinfín de matices. En el puesto de la aduana son pocas las familias que dejan el país y la presencia militar no es exagerada. No hay líneas de tanques ni artillería desplegada como ocurría entre Egipto y Libia en 2011. La ruta es una especie de autopista con ambas vías despejadas, y más de 20 puestos de control hasta la entrada a Damasco entregan una tranquilidad que asombra.
"Muchísimo cuidado con ese camino. Hay muchos ataques insurgentes y la situación es alarmante", había aconsejado días antes Yuseef Ahmal, un comerciante de Beirut que lleva meses evitando el viaje por el miedo que le produce lo que ve en televisión.
En los retenes, la mayoría de los soldados supera los 30 años y su lenguaje corporal es consecuente con la militarización de la zona. Usan vallas de cemento y armamento ruso en la mayoría. Piden dos identificaciones por persona y por equipos fotográficos, y no perdonan siquiera a quienes exhiben credenciales del gobierno. El atentado de la semana pasado contra el primer ministro, Wael al-Halaqi, que salió ileso, les volvió a demostrar que no pueden confiarse. Según sus voceros, es innegable que hay agencias de inteligencia extranjera colaborando para desestabilizar al régimen.
Alrededor de la mancha urbana se observan las bases militares que están apostadas sobre las colinas con una visibilidad estratégica invaluable. Las avenidas tienen los semáforos funcionando y las calles más pequeñas están cortadas por retenes ocasionales. Como en Bagdad o Benghazi, las fuerzas militares desarrollaron una estrategia de anillos de seguridad que filtra los automóviles, según la importancia estratégica de los edificios de la zona.
Sensación
Pareciera que en Damasco todo está controlado. Ésa es la sensación que deja el régimen de Bashar al-Assad y que los pobladores complementan con actitudes que no salen de lo habitual. Los negocios están abastecidos y los locales de telefonía celular funcionan con normalidad. Quizás es la mejor señal de una realidad que todavía es manejable y que no desespera a los pobladores.
Se vuelve llamativa la capacidad que tienen los sirios para seguir adelante a pesar del conflicto que desangra al país. Luego de cada atentado, limpian la escena y la gente camina por allí como si nada hubiera pasado. La única que pareciera sentirse frustrada es la ciudad. Los edificios gubernamentales repiten patrones de vidrios rotos y paredes derrumbadas por cohetes ocasionales que caen al azar. Varias casas donde vivían políticos fueron arrasadas por coches bomba y los hierros retorcidos quedan allí como triste recordatorio.
Mientras, en la periferia las explosiones continúan y la regularidad de los impactos demuestra que la situación es mucho más compleja de lo esperado. La estrategia para repeler las agresiones insurgentes se basa en disparos (cañones de más de 100 mm) con una periodicidad que va en aumento y que cuesta distinguir de otros acontecimientos. En la capital se pueden mezclar explosiones de coches bomba, ataques con morteros, misiles insurgentes o bombardeos israelíes a blancos específicos, escenas de una guerra que arrasó con gran parte del Norte, pero que lejos está de definirse en el resto del país.
Los sirios lo saben y quizá por eso siguen adelante con su vida. Por ahora, Damasco respira con su habitual aceleración. La tensión aumenta, pero exagerar la paranoia sería caer en fundamentalismos que todavía parecen demasiado infundados para ser ciertos.
lanacionarMás leídas de El Mundo
"Nadamos en aguas servidas". Argentinos, uruguayos y chilenos participaron en una competencia y terminaron intoxicados
Golpe estratégico. Israel bombardea las sucursales de la red financiera de Hezbollah para limitar sus capacidades económicas
"Muy cerca de emprender la retirada". La emotiva reaparición de Mujica en un acto de campaña para despedirse de los militantes