Tras el golpe militar en febrero de 2021, la hermana Ann Rose se hizo famosa al defender ante policías armados a un grupo de jóvenes manifestantes
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La imagen dejó huella. Una mujer solitaria y desarmada se arrodilla ante un grupo de policías fuertemente armados y les ruega que no lastimen a los jóvenes manifestantes que se habían refugiado dentro de una iglesia. Ocurrió en febrero de 2021, pocas semanas después del golpe militar que depuso a las autoridades democráticamente electas de Myanmar.
La mujer se llama Ann Rose Nu Tawng, una monja católica que desde entonces se convirtió en un símbolo de las protestas contra el gobierno militar, que fueron duramente reprimidas. La hermana Ann Rose tiene entrenamiento como partera y está encargada de una clínica para los pobres en el estado de Kachin.
El 28 de febrero de 2021, un grupo de manifestantes se había congregado cerca de esa clínica portando pancartas que exigían la restauración de la democracia. “Llegaron camiones cargados con policías y soldados, con cañones de agua. Golpearon a la gente, les dispararon y los arrestaron. Las personas corrían y lloraban, algunas se desmayaron”, le cuenta la hermana Ann Rose Nu Tawng a la BBC.
“Era como una escena de guerra”, agrega la monja, quien comenta que decidió proteger a los manifestantes, incluso poniendo en riesgo su propia vida. Así que fue y enfrentó a la policía. “Un pensamiento vino a mi cabeza: hoy voy a morir”, recuerda.
“Dispárenme a mí”
“Les pedí que me dispararan a mí, en lugar de a ellos. Estaba lista para morir ese día. Me consideraba una persona muerta”, señala la monja. Mientras eso ocurría, los manifestantes lograron escapar. Pero el 8 de marzo de 2021, otro grupo de manifestantes entró en la iglesia, huyendo de la policía que los perseguía, golpeaba y disparaba.
Luego de la intervención de la hermana Ann Rose, los agentes inicialmente se retiraron. Pero ella sabía que volverían, por lo que permaneció junto a los manifestantes. “Funcionarios eclesiásticos me dijeron que no me quedara porque era muy peligroso para mí. Funcionarios del otro lado también vinieron a negociar”, rememora.
“Yo insistí en que no podía soportar más seguir viendo a la gente sufrir. Les dije: ‘si realmente necesitan matar, por favor, solamente mátenme a mí, yo puedo entregar mi vida’”, comentó después.
Las fotografías de ese momento muestran a la hermana Ann Rose arrodillada, pidiéndole a la policía que deje ir a los manifestantes. Dos de los soldados también se arrodillaron. Le dijeron que ellos tenían que cumplir con su deber y le pidieron que se apartara. “Me suplicaron y yo les supliqué que no usaran violencia contra la gente, que no los mataran“, cuenta.
“Muerta de miedo”
La hermana Ann Rose dice que todavía se sorprende de su propia determinación cada vez que ve esas fotos. “No podría haber hecho eso con mi propio coraje y fuerza. Pude hacerlo porque Dios me dio la fuerza y el coraje para salvar vidas. De lo contrario, también soy un ser humano, tengo miedo a la muerte. Pero valoro la vida de los jóvenes más que mi vida”, afirma.
A pesar de sus súplicas, ese día los oficiales rodearon la casa y abrieron fuego contra los manifestantes desde un costado del edificio. Dos manifestantes recibieron disparos en la cabeza: uno de ellos murió en el acto. Otros quedaron gravemente heridos. “Me quedé atónita, no esperaba que fueran tan crueles”, dice la hermana Ann Rose.
Ella ayudó a llevar los cuerpos dentro de la iglesia mientras los jóvenes lloraban, desesperados y asustados. El lugar se llenó de gases lacrimógenos, haciendo que la gente tosiera y se sintiera mareada y con los ojos ardiendo. Otros sacerdotes vinieron y también ayudaron a apoyar a los sobrevivientes tras el episodio traumático. “Era como una zona de guerra”, recuerda la monja.
“Perdieron la esperanza”
Casi un año después de esos eventos, la hermana Ann Rose dice que algunos de los sobrevivientes la han visitado junto a sus familias. Le agradecen por salvarles la vida. También ha ganado reconocimiento internacional.
Sin embargo, dentro de Myanmar, la hermana Ann Rose cree que las perspectivas son sombrías. Dice que los jóvenes han “perdido la esperanza”. Muchos se sumaron a la resistencia armada y reciben entrenamiento militar de manera clandestina. Apunta que Myanmar ha descendido a la guerra civil.
“Los jóvenes sienten que protestar ya no sirve; solo puede costar vidas. [Piensan que] ya no es posible hacer exigencias de forma pacífica y que exijan lo que exijan, solo los matarán o los encarcelarán”, dice.
Señala que los jóvenes tuvieron una “degustación de democracia” (entre 2011, cuando terminó brevemente el régimen militar, y el golpe de 2021) y que ahora no quieren retroceder a la situación que vivió el país durante la mayor parte de las últimas siete décadas. Los jóvenes están atrapados en la encrucijada y “se sacrifican por su país con valentía”, dice la hermana Ann Rose.
Afirma que las autoridades de Myanmar le han dicho que tenga cuidado y que los líderes de la iglesia temen que la maten si se vuelve a poner en situaciones peligrosas. “Pero tengo que defender la verdad. Tengo que proteger a las personas si es necesario y cuando sea necesario”, asegura.
Guerra civil
Desde el punto de vista político, la situación de Myanmar no ha mejorado en el último año. La violencia ahora se extiende por todo el país, según datos del grupo de monitoreo de conflictos Acled, una organización con sede en Estados Unidos.
Los informes sobre el terreno también sugieren que la lucha se ha vuelto cada vez más coordinada y ha llegado a los centros urbanos, donde antes no se había visto una resistencia armada a los militares.
Aunque es difícil verificar el número exacto de muertos, Acled, que basa sus datos en los medios locales y otros informes, ha recopilado cifras que sugieren que unas 12.000 personas han muerto en la violencia política desde que los militares tomaron el poder el 1 de febrero de 2021.
Desde agosto, los enfrentamientos se han vuelto más letales cuando se comparan mes a mes. Inmediatamente después del golpe, la mayoría de los civiles murieron cuando las fuerzas de seguridad reprimieron las manifestaciones en todo el país. Dado que los civiles han tomado las armas, ahora el número de muertos es el resultado de los combates, según muestran las cifras de Acled.
La jefa de Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, coincidió en una entrevista con la BBC en que el conflicto en Myanmar, también conocido como Birmania, ahora debería ser calificado como guerra civil y pidió al Consejo de Seguridad de la ONU que tome “medidas más enérgicas” para presionar a los militares a restaurar la democracia.
Bachelet dijo que la respuesta internacional a la crisis “careció de urgencia” y calificó la situación como “catastrófica”, advirtiendo que el conflicto ahora amenaza la estabilidad regional. Los grupos que luchan contra las fuerzas gubernamentales se conocen colectivamente como Fuerza de Defensa del Pueblo (PDF, por sus siglas en inglés), una red flexible de milicias civiles compuestas en gran parte por adultos jóvenes.
Hera (es un nombre ficticio), de 18 años de edad, acababa de terminar la escuela secundaria cuando se unió a las protestas contra el gobierno después del golpe. Ha dejado en suspenso sus estudios universitarios para convertirse en comandante de un pelotón de la PDF en el centro de Myanmar.
Ella dice que se sintió motivada a unirse a esa fuerza después de la muerte de la estudiante Mya Thwe Thwe Khaing, quien recibió un disparo durante las protestas de febrero de 2021. Los padres de Hera inicialmente se preocuparon cuando su hija comenzó un curso de entrenamiento de combate PDF, pero cedieron cuando se dieron cuenta de que hablaba en serio.
“Me dijeron: ‘Si realmente quieres hacerlo, hazlo hasta el final. No te rindas a la mitad’. Así que hablé con mi entrenador y me uní por completo a la revolución cinco días después del entrenamiento”, explica.
Antes del golpe, personas como Hera habían crecido disfrutando de cierto grado de democracia. Ahora resienten profundamente la toma del poder por parte de los militares.
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