Un mundo incapaz de actuar en conjunto
WASHINGTON.– Hace menos de cuatro años, cuando el sistema financiero mundial estaba al borde del colapso, las principales potencias acordaron acciones conjuntas y coordinadas que evitaron una depresión global. En ese momento, los bancos centrales de esos países inyectaron ingentes cantidades de efectivo en sus economías y rescataron a los bancos, con la promesa de que estarían sujetos a mayores regulaciones.
Hacia principios de 2009, los mercados financieros habían tocado fondo y empezaron a recuperarse con fuerza. Las economías nacionales tardaron más: recién el año pasado la tendencia mundial mostró un leve crecimiento, sembrando la esperanza de que la crisis había pasado.
Pero en estas últimas pocas semanas esas esperanzas parecen haberse esfumado. En Europa, la crisis se profundizó en vez de mejorar, y las disputas entre los líderes europeos se intensificaron, mientras el continente parece haber derivado hacia una nueva recesión. En China, el crecimiento sigue siendo sólido para los estándares internacionales, pero existe creciente preocupación por el posible fin del boom inmobiliario chino, que en parte se venía financiando con fondos de los gobiernos locales y endeudamiento.
Estados Unidos, que había sido un remanso de relativa calma, con crecimiento de la actividad económica y del empleo, informó el viernes que durante mayo se crearon unos lastimosos 69.000 puestos de trabajo.
Para colmo, las principales potencias parecen muy poco dispuestas –o tal vez muy poco aptas– a actuar juntas nuevamente. Ya empezaron las peleas, algunos países atraviesan problemas fiscales y otros enfrentan inquietantes problemas internos. La más acuciada es Europa. Los bancos están bajo presión en muchos países, por una sumatoria de razones. No lograron recolectar capital suficiente cuando los mercados estaban en alza. En algunos casos, parecen haber tardado demasiado en advertir sus pérdidas en préstamos inmobiliarios.
Pero el principal factor podría ser que los gobiernos nacionales son débiles, y de todas las formas posibles. No caben dudas de que algunos países no podrían afrontar un nuevo rescate de sus bancos. Algunos, de hecho, ahora dependen precisamente de préstamos de esos bancos para mantener funcionando el gobierno, en momentos en que los inversores privados dudan de su credibilidad.
Casi todos los principales gobiernos de Europa han sido barridos por un electorado descontento cada vez que hubo elecciones. Para los gobiernos que necesitan pedir dinero prestado, este puede ser el mejor o el peor momento posible. Los intereses que pagan Alemania y Estados Unidos son increíblemente bajos. El rendimiento de los papeles a dos años del Tesoro norteamericano se ubica en 0,25%. Pero los papeles similares de Alemania rendían esta semana menos de un 0,01%. A esa tasa, el gobierno podría pedir prestado un millón de euros y pagar sólo 100 al año de interés.
Pero otros países ni siquiera encuentran quién les preste y pagan intereses mucho más altos para que les den el dinero que sea.
Si la crisis anterior se solucionó arrojándole dinero encima, ahora muchos acusan a esa solución de ser la causa de los problemas actuales. Grecia gastó hasta llegar a su atolladero actual, mientras fracasaba en la recaudación de impuestos y le ocultaba el problema al resto de Europa. España tuvo superávit presupuestario hasta que estalló su propia burbuja inmobiliaria, que dejó al gobierno a los tumbos. Sin embargo, todos los países reciben el mismo mensaje –sobre todo de parte de Alemania– de adoptar rígidas medidas de austeridad. Con una moneda común, es difícil pensar cómo harán algunos de esos países para volver a ser internacionalmente competitivos.
En Estados Unidos, las facilidades del crédito no han hecho políticamente más fácil aumentar el ritmo del gasto. En cambio, existe la posibilidad de un "Taxmageddon" (un impuestazo apocalíptico), la amenaza de que la reticencia de los políticos a ceder posiciones lleve a una combinación de aumento automático del gasto y de impuestos en 2013, algo que podría ser nefasto para el crecimiento económico.
El pesimismo generalizado bien podría disiparse con la misma velocidad con que se generó. Alguna buena noticia económica en China o Estados Unidos ayudaría mucho. Más importante aún sería que los líderes de Europa alcancen un acuerdo sobre un curso de acción conjunto para recuperar las zonas más castigadas del continente y dar seguridad de que el sistema financiero contará, de ser necesario, con la ayuda de las instituciones de la Unión Europea.
Alemania –que tal vez deberá pagar la cuenta del rescate de sus vecinos– podría llegar a la conclusión de que no gastar dinero generó peligros mayores. Estados Unidos podría encontrar la forma de ayudar a otros países. Podría surgir, por ejemplo, un nuevo consenso sobre regulaciones bancarias comunes. Pero al menos por ahora el panorama es mucho más sombrío que hace apenas un par de meses.
Traducción de Jaime Arrambide
Más leídas de El Mundo
"Lavado de cerebro colectivo". Cómo se vive bajo el asfixiante régimen norcoreano según dos mujeres que lograron escapar
Uno quedó en mal estado. Un grupo de turistas sacó a dos cachorros de oso de un árbol para tomarse selfies
Más poder al Ejército. Cómo es el nuevo plan extremo de seguridad que los ecuatorianos apoyaron masivamente