Una etapa en la que Washington acumula malas opciones
NUEVA YORK.- La evidencia circunstancial sugiere que en Siria se habrían usado nuevamente armas químicas, al parecer por parte del gobierno de Bashar al-Assad. Otra vez son muchos los estadounidenses, especialmente en Washington, que piden que se haga algo. Y una vez más, la opción más evocada son los ataques aéreos punitivos contra el gobierno sirio.
Estos debates sobre Siria son reveladores. Que Estados Unidos responda tan frecuentemente con la misma política de ataques aéreos limitados dice mucho sobre las profundas dificultades que plantea el tema de Siria y sobre los complejos que aquejan a la política exterior norteamericana.
Hay algo extraño en este debate porque casi no cambió entre la administración de Barack Obama y la de Donald Trump. Una cosa era, antes de 2017, argumentar que si el entonces presidente Obama hubiera cumplido su amenaza de ataques punitivos en 2013, esto habría disuadido a Siria de usar armas químicas y cambiado el curso de la guerra y -tal vez- incluso derrocado a Al-Assad.
Pero el año pasado, Trump llevó adelante ataques punitivos que le habían exigido y poco cambió en Siria. Pero tampoco cambió mucho el discurso en Estados Unidos, donde la creencia en los ataques limitados sigue siendo más fuerte que nunca. De hecho, las presiones para lanzar ese tipo de ataques están aumentando, y parece que Trump podría recurrir nuevamente a ellos.
Lo que los estadounidenses podrían estar comprobando, les guste o no, es que algunos problemas no se arreglan con las soluciones de bajo costo y bajo riesgo que fueron la costumbre estadounidense durante el breve momento de su hegemonía global, luego de la Guerra Fría. Les parece imposible que algo exceda las fáciles soluciones norteamericanas, así que sienten que el problema debe ser que el presidente carece de la voluntad necesaria para implementar esa solución a fondo.
Para entender la situación, ayuda dividir las posibles respuestas norteamericanas en tres categorías, y cada una de ellas se topa con serios problemas que son estructurales de la guerra en Siria.
La opción uno podría calificarse como el tipo de ataques limitados y punitivos que Obama se vio presionado a llevar a cabo y que Trump ejecutó el año pasado.
Una acción semejante le causaría un daño modesto a Al-Assad y enviaría el mensaje de que las armas químicas ya no serán toleradas en el futuro. Al mismo tiempo evitaría el riesgo de un cambio en el curso de la guerra, que podría tener derivaciones imprevistas, como enmarañar a Estados Unidos en un conflicto mayor o hacer colapsar al gobierno sirio, lo cual, a su vez, podría extender un caos que pondría en riesgo millones de vidas.
Pero este tipo de ataques han fracasado en el pasado. Y no cambian los cálculos de Al-Assad, porque para él esta guerra es una cuestión de supervivencia personal y nacional. Si cree que las armas químicas son necesarias para su supervivencia, solo las abandonará ante una amenaza personal mayor al beneficio que podrían ofrecerle. Y para eso haría falta una amenaza concreta, que Estados Unidos no está dispuesto a imponer debido a los riesgos que implica.
La opción dos podría describirse como las políticas elegidas por Obama: acciones que hacen que para Al-Assad la guerra sea más costosa -envío de armas a los rebeldes contra el gobierno, por ejemplo- para presionar al líder sirio a cumplir con las exigencias estadounidenses.
El problema de esa estrategia es que Irán y Rusia, aliados de Al-Assad, podrían intensificar su injerencia en la guerra, al emparejar o superar cualquier apuesta de Trump.
La opción tres implicaría ataques que vayan más allá de lo que puedan hacer los rusos y los iraníes, lo cual implicaría una intervención completa o ataques que amenacen la existencia del gobierno sirio.
Esos ataques solo funcionarían si generaran deliberadamente uno o dos de los riesgos que Estados Unidos intentó evitar. El primero es hacer colapsar al gobierno de Al-Assad, lo que exacerbaría el sufrimiento del pueblo sirio y también prolongaría la guerra. El segundo riesgo es una confrontación militar directa con Rusia. "Conclusión: las acciones de Al-Assad son aborrecibles, pero no hay una opción militar práctica, a menos que Estados Unidos esté dispuesto a hacer colapsar al Estado sirio y a reintensificar la guerra civil", escribió Emma Ashford, analista del Instituto Cato, en referencia a otros ataques químicos.
Traducción de Jaime Arrambide
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