¿Una fórmula soñada o una pesadilla?
Para algunos, Obama y Hillary unidos serán imbatibles; otros temen una incesante batalla interna
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WASHINGTON.- Imaginen un agradable fin de semana en Camp David con el presidente Obama, la vicepresidenta Hillary Rodham Clinton y sus alegres consortes.
Dentro de los confines de ese rústico refugio, hablarían de política y de políticas. Allí, después de una larga campaña y de tantos sentimientos heridos, Michelle Obama podría finalmente hacer las pases con Bill Clinton, algo que, según expresó recientemente, tiene intenciones de hacer.
Para ser más exactos, dijo: "Quiero arrancarle los ojos".
Luego agregó: "Es una broma".
Podrían convocar al asesor de seguridad nacional de Obama, por ejemplo Samantha Power, la especialista en política exterior que debió abandonar la campaña después de calificar a Hillary Clinton de "monstruo".
Ahora que Clinton parece inclinarse por la idea de acompañar a Obama en la fórmula, surge la pregunta de cómo harán esos dos rivales de hielo y sus bulliciosos bandos para convivir sin pincharse los ojos unos a otros con prendedores de campaña.
Por ahora parece todo bastante difícil. Los asesores y voceros de Clinton están peleando abiertamente por el segundo puesto, aunque muchos de ellos, y hasta ella misma, reconocen que ya fallaron en obtener el primero. En cambio, ella dice estar dispuesta a ser la compañera de fórmula de Obama.
Durante meses, Clinton ha tratado a su rival de tibio, afirmando que sólo ella es capaz de manejar una crisis surgida en el medio de la noche.
En una Casa Blanca de Obama-Clinton, sería él quien atendería la llamada de las 3 de la madrugada. A ella podrían despertarla, o no.
Por su parte, Obama ha descrito a Clinton como alguien perteneciente a otra época, y a sí mismo como un corte tajante con todo lo pasado y pisado en Washington.
Obama seguramente querrá llegar con su propio equipo, llevar un "cambio", el sello de su reinado.
Después está Bill, un hombre de gran experiencia, opiniones directas y un equipaje más pesado que un vagón de carga.
Sin embargo, a algunos estrategos demócratas se les hace agua la boca de sólo pensar que Obama y Hillary Clinton puedan unir fuerzas.
Están obsesionados con las ventajas electorales de Hillary y no piensan en el ambiente que podría respirarse en la Oficina Oval, o en lo que debería hacerse respecto de su marido.
El bando de Obama está tratando de aplacar cualquier especulación que amenace con hacer sombra a su histórico triunfo como primer candidato negro a la presidencia, pero en cierto sentido eso tampoco le hace sombra a ella, y no es pretexto para que le terminen ofreciendo el cargo.
No pueden darse el lujo de despedirla. Para ser más exactos, no pueden darse el lujo de despedir a esos más de 17 millones de votantes que se inclinaron por ella, incluyendo los sectores obreros de los estados indecisos, los votantes hispanos y de la tercera edad, sobre todo mujeres.
Frente a sus seguidores, Obama eligió con cuidado exquisito las palabras para referirse a Hillary. Si bien se dirigía a los presentes, hablaba indirectamente a los seguidores de ella cuando dijo: "Pueden quedarse tranquilos. Cuando en este país ganemos la batalla por el seguro de salud universal, y la ganaremos, ella será una parte central de esa victoria".
Falta diálogo
Clinton, por supuesto, ya ha peleado esa batalla por otro presidente, su marido, y la perdió.
La ex primera dama también calificó el plan de salud propuesto por Obama, que no garantiza una cobertura universal, de gravemente deficiente.
Deliberadamente, el candidato demócrata evita precisar en capacidad de qué ella se ocuparía nuevamente del tema de la salud. Es posible que no lo sepa. El y Hillary tienen que sentarse a conversar, seriamente.
Sabemos que el senador de Illinois está deseoso de reunirse con gente complicada, incluso con la línea dura iraní, que financia el terrorismo, el desarrollo nuclear y detesta a los presidentes de los Estados Unidos. Pero sentarse a conversar con Clinton es todavía más difícil, sobre todo cuando la propuesta ya se hizo, los días pasan, y el bullicio parece ceder.
El martes por la noche, después de asegurarse la nominación presidencial, Obama la llamó, no la encontró, y le dejó un mensaje. Ella lo respondió.
Después se cruzaron detrás de escena el miércoles, entre uno y otro discurso, durante una conferencia en Washington. Obama afirmó que conversarían en "las próximas semamas".
Es un momento delicado.
Y, además, está Bill.
Traducción: Jaime Arrambide
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