Una peligrosa lucha por el poder
NUEVA YORK.- Para Estados Unidos, los disturbios de los últimos días en El Cairo cristalizan el dilema político que presenta la "primavera árabe": cómo conciliar el apoyo al cambio democrático, el deseo de estabilidad y la cautela ante el avance de los islamistas, que se han convertido en una poderosa fuerza política.
Los violentos enfrentamientos de las fuerzas de seguridad con miles de personas reunidas en la plaza Tahrir para protestar contra el gobierno militar tienen cierta semejanza con los intensos días de febrero en los que fue depuesto Hosni Mubarak. Pero han sido considerados, tal vez más acertadamente, como las primeras escaramuzas de lo que probablemente sea una larga y caótica lucha por el poder, con un resultado incierto y enormes desafíos para Estados Unidos.
La preocupación más inmediata es que las protestas puedan descontrolarse rápidamente y toparse con una represión militar que podría poner en riesgo las primeras elecciones parlamentarias desde el derrocamiento de Mubarak, programadas para el 28 de noviembre.
"Este fin de semana de violencia debería ser causa de gran preocupación en Washington", dijo en una entrevista desde El Cairo Stephen McInerney, director ejecutivo del Proyecto sobre la Democracia en Medio Oriente. "La gente de la plaza Tahrir considera que la administración de Barack Obama respalda al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA)", dijo McInerney. "No creo que sea exactamente así, pero ésa es la percepción popular."
El resultado de la agitación política de Egipto, por lejos el país más populoso del mundo árabe, es de enorme importancia para Estados Unidos. Sentará un significativo precedente para los países más pequeños de la región, determinará si la rama del islamismo de los Hermanos Musulmanes es compatible con la democracia y decidirá el futuro de las relaciones con Israel.
A largo plazo, existe la preocupación de que los Hermanos Musulmanes podrían llegar a plantear su propia amenaza a los valores democráticos y los derechos de las minorías, al imponer un régimen religioso conservador.
Brian Katulis, del Centro para el Progreso Norteamericano, dijo que el gobierno de Obama se ha preocupado por mantenerse en contacto con los Hermanos Musulmanes para dejar abiertos los canales de comunicación y alentar a sus líderes a transmitir un mensaje de respeto por los derechos humanos básicos.
Tanto McInerney como Katulis son miembros del Grupo de Trabajo sobre Egipto, formado por expertos norteamericanos y que se creó desde mucho antes de la "primavera árabe" para debatir los acontecimientos de ese país, y que han sido consultados por la Casa Blanca.
El jueves, el grupo de trabajo aconsejó a la administración Obama que exigiera a los militares que relajaran su control sobre el poder como condición para la continuación de la ayuda militar de Estados Unidos, que asciende a 1300 millones de dólares anuales y que representa casi una cuarta parte del total del presupuesto militar egipcio.
"Hoy, el resultado de la revolución está empantanado en la duda, y no está en absoluto claro si los militares están realmente dispuestos a soltar las riendas del poder", decía la declaración del grupo.
Señalaba también que los gobernantes militares han postergado el levantamiento del estado de emergencia del país y que han tomado medidas destinadas a proteger los arraigados privilegios económicos de los funcionarios.
Incluso antes de los enfrentamientos del fin de semana, el gobierno de Obama había empezado a advertir a los comandantes militares egipcios, antiguos aliados y beneficiarios de Estados Unidos, que no podían seguir aferrados al control político.
"Si con el tiempo la fuerza política más poderosa de Egipto sigue siendo un puñado de funcionarios que no fueron elegidos democráticamente, se habrá plantado la semilla de la agitación futura, y los egipcios se habrán perdido una oportunidad histórica", dijo, este mes, la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton.
Traducción de Mirta Rosenberg
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