Gustavo Cerati
La señal de ajuste es simple: conectar en tiempo y forma para arrancar de nuevo. Ahí vamos es una buena frase para bautizar un disco de resurrección personal, encierra el sabor de la arenga interna y funciona hacia afuera como la voz de mando que aprueba el resultado del ensayo. Esa sensación de prueba y error, transmisión sanguínea y sudor valvular, y toda la liturgia que esconde el laboratorio de un disco sin tanta presencia digital desembocaron en el trabajo más convincente de Gustavo Cerati en años. Ser convincente, qué paradoja para alguien que eligió los artificios de la fantasía para recrear su mundo pop. Una carga que Cerati arrastra desde la disolución de Soda Stereo y que en los últimos tiempos se transformó en una sombra impiadosa ante cualquier movimiento en falso o temblor de su agitada vida privada. Aquella agresión callejera de los stencils porteños con leyendas del tipo "viejo choto" o "papadas totales" no fue un hecho aislado. Esa saña jocosa traducía cierto imaginario instalado en el público de rock. No se juzga a Cerati con la misma vara que a veces roza a Charly García, Spinetta o a Andrés Calamaro. Más allá de las trayectorias, estaturas artísticas y comparaciones odiosas, el ex Soda se diferencia de sus pares por transitar desde sus inicios una línea de sofisticación y oídos bien alertas a lo que suena en otras latitudes. Afán que no tendría que ofender a nadie y que, sin embargo, exaspera tanto a los guardianes de la autenticidad rockera como a cierta intelligentzia esnob. En este mapa y con la mediana edad a cuestas, todo un problema para un Peter Pan pop, Ahí vamos es una constelación ideal de canciones para barrer antinomias y vagos prejuicios.
Hasta la vanidad de Cerati puede percibir que sus trabajos post Soda adolecían de esa sustancia que hizo grande al trío. Golpes perfectos al corazón pop que todos llevamos en nuestro selector de canciones favoritas. En su mayoría activados desde la electricidad de una guitarra o la estrofa exacta del estribillo. Tal vez, la necesidad por marcar diferencias con su vida stereo convirtieron a Bocanada y Siempre es hoy en piezas reservadas sólo para incondicionales. Ahí vamos tiene energía de sobra para reemplazar en vivo los momentos Soda que dominaron los conciertos solistas de Cerati en los últimos siete años. Sólo hacía falta subir el volumen de las guitarras, afinar las canciones de choque y volver un poco más interesantes los paisajes sensoriales que describen las letras.
Ya la tapa de Ahí vamos es un homenaje velado al rock de guitarras, la imagen de Marc Bolan que ilustra el glorioso Electric Warriors surge como una referencia ineludible. El diseño muestra al músico alzando su guitarra en una especie de túnel del tiempo. La foto dice tanto del disco como su lista de invitados: Richard Coleman en primer lugar, parece el compañero ideal para retornar a los tiempos de juventud; Tweety González colabora en la producción y tres bateristas experimentados –Fernando Samalea, Bolsa González y Emmanuel Cauvet– son las nuevas incorporaciones que se suman al plantel que acompaña a Cerati desde hace cuatro años. Pero las estrellitas son las canciones, un inspirado repertorio para enfrentar grandes audiencias y convencerlas de que por ahora no es necesario reclamar el regreso de Soda Stereo.
El ritmo marcial de "Al fin sucede" abre el abanico de guitarras prepotentes y tonalidades cambian-tes, que suenan bien pegadas al cuerpo de la canción como pliegue de poder mientras su voz se escucha increíblemente juvenil. Desde Dynamo y sus violas ruidosas, Cerati no establecía tal complicidad con la electricidad. Y por momentos viaja aun más atrás: "La excepción" es lo más parecido al riff inicial de "De música ligera" con Coleman jugando a hostigar la belleza; "Uno entre mil" retrocede hasta el rock argentino de los 70 y "Caravana" tiene alma de hit dark. Hasta aquí una seguidilla imbatible de riffs y melodías peleadoras. "Adiós", "Me quedo aquí", "Otra piel" y el hit torch song "Criminal" resisten con estoicismo romántico tanto fervor de repente. Entre medio quedan los excesos pirotécnicos de "Dios nos libre" y tres temas clave: "Lago en el cielo", una especie de hermana de "Danza rota", el ska a lo Benjamin Biolay de "Bomba de tiempo" y el suave final con "Dulce luna". Las letras de Ahí vamos caminan por el despecho, los amores infieles y una esperanza sentimental que sostiene el lenguaje de un letrista más musical que poético. "El tiempo es arena en mis manos" es la sentencia urgente que mejor pinta el regreso a la central eléctrica Cerati y a esa energía pop que parecía adormecida.
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