
Domino / Sony
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Ya pasó más de una década desde que los Arctic Monkeys salieron disparados de Sheffield, Inglaterra, sobre un puñado de agudas canciones pub-punk y la publicidad famélica de los medios británicos, que suele disiparse tan rápido como la resaca. Pero los Monkeys siguen evolucionando. Grabado en su nuevo hogar de Los Angeles, con invitados como Josh Homme de Queens of the Stone Age y el baterista de Elvis Costello, Pete Thomas, su quinto álbum es el disco más estadounidense de esta banda de retro-rock inglesa por antonomasia, sobre todo rítmicamente. Los estremecimientos de rock de garage al estilo Black Keys, el rechinar de guitarras secas y las voces de soul atormentado por el falsete les dan a tracks como "Knee Socks", que hace referencia a Calles salvajes, un escalofrío secreto y oscuro.
El cantante y guitarrista Alex Turner hace una versión delicada de una canción de cuna de la Velvet Underground ("Mad Sounds") y canturrea románticamente una canción de amor de soldados ("I Wanna Be Yours", en la que promete una devoción "tan profunda como el océano Pacífico"). Y se sostiene como un cronista cáustico de su sufrimiento en madrugadas a puro alcohol; en el glam curtido y procesional de "No. 1 Party Anthem", el bar parece la escena del crimen ("luces en el piso y sudor en las paredes… basta de buscar tu alma"), y en "Do I Wanna Know?", el track fuerte y pegadizo que abre el disco, es el peor tipo de reincidente: "Me arrastro otra vez hacia vos/ ¿Alguna vez te dieron ganas de llamarme cuando estás borracha?/ Porque a mí me pasa siempre". Me pregunto cómo resultará eso.
Por Jon Dolan




