Lejos de los sonidos trascendentales, China y la India, grandes potencias ecnómicas, producen estrellas de escala mundial
Si, como se acostumbra decir, “economía dominante” significa también “cultura dominante”, será cuestión de ir prestando atención y haciendo lugar para discos llegados desde India y la China, las dos locomotoras económicas de Asia que –gracias a los casi dos mil millones de habitantes que suman entre ambos países– se han convertido en un fenómeno de crecimiento que impacta fuerte en Occidente. La economía de estos dos monstruos viene creciendo en esta década a un ritmo sorprendente: alrededor de 10 por ciento por año (o, para decirlo de una forma más clara, duplicaron el tamaño de su economía en menos de diez años).
El correspondiente impacto cultural es fortísimo en el resto del mundo. Ya se habla de marcas norteamericanas y europeas que eligen instalarse o fabricar sus productos, por cuestiones de costos y de volumen, en esos antes remotos destinos. Y en América latina, se estima que la importación de productos “Made in China” aumentó más de un 50 por ciento en lo que va de la década.
El fenómeno no llegó todavía al mercado de la música. Pero aun cuando todavía sus artistas no son caras conocidas en el mundo occidental, atrás quedaron los tiempos en que Ravi Shankar hipnotizaba a Occidente con su cítara y los mantras religiosos. Hoy los indios cultivan el popular “indipop”, la música dance y también el rock, el jazz y la fusión.
Según datos de la Confederación Industrial de la India, su mercado interno (legal) consume alrededor de 15 millones de cds y casetes de música india por año y acumula un total de ventas que supera los 3.500 millones de dólares anuales. Aunque esto es poco comparado con el mercado de los Estados Unidos (donde en 2004, si sumamos las ventas de los diez músicos locales más taquilleros –con Eminem y Usher a la cabeza– se superan los 33 millones de discos vendidos), India ya es el número 5 en el ranking de discos vendidos.
El particular mercado indio tiene como su centro la maquinaria cinematográfica (“Bollywood” y su factoría de popularísimos filmes). Para ser cantante masivo y exitoso en la inmensa India parece indispensable estar insertado, al mismo tiempo, en la gigantesca industria del cine: el 70 por ciento de la música que se vende surge del celuloide y los cantantes más populares, como Shaan o Kailash Kher son, antes que nada, la voz de las canciones de los filmes. Su estilo es el de la balada con instrumentación y arreglos orientales, en los que se filtran las intrincadas historias de amor típicas del cine comercial indio. También, como en los clásicos musicales de Occidente, hay temas rítmicos, bailables y con arreglos tradicionales, aptos para el lucimiento coreográfico. Cuenta Shaan, acaso el más popular del momento: “La música para películas tiene sus limitaciones, porque estás muy atado al concepto del director”. Pero, en definitiva, eso es lo que el público consume.
Afuera de Bollywood, la banda pop Aasma es la que domina el mercado: un grupo de música de adolescentes para adolescentes, formado por dos indios y dos indias. Con sensuales coreografías, un vestuario moderno y un repertorio versátil que va de las baladas al soul, pasando también por el dance, Aasma lleva vendidos casi 200 mil ejemplares de su disco debut, salido el año pasado.
En China, desde ya, también existe una producción masiva. El centro neurálgico de su industria musical es la antigua colonia inglesa de Hong Kong. En esa ciudad, el estilo predominante –por no decir el único– es una versión oriental del pop global, que apenas deja lugares marginales para otros estilos. Si hoy los Estados Unidos exportan básicamente hip hop e Inglaterra rock o dance, China prefiere consumir con devoción sus criaturas, que no tienen nada que envidiarles, ni siquiera en ventas, a Britney Spears o los ya olvidados Backstreet Boys. Este pop à la china o, más precisamente, à la hongkonesa, es conocido como “canto-pop” (abreviatura de “pop cantonés”, por el dialecto usado en esa región) y dio sus primeros pasos a fines de los 60. Las canciones de pop de Hong Kong fueron, en sus orígenes, una interpretación local del rock & roll occidental. Pero eso duró poco. La incorporación del Midi, de los sintetizadores y samplers redundaron en programaciones más eficaces que supieron incorporar desde soul hasta drum & bass.
La gran estrella de la escena comercial china se llama Joey Yung (aunque su nombre en inglés sería el de un varón, es una mujer). Sus canciones, como “Confess”, “Loving You” o “Now and For-ever” hipnotizan a los teens de Hong Kong. Pero las letras poco importan: suelen ser tan sólo un par de frases que se repiten cíclicamente a lo largo de los cuatro o cinco minutos que dura un tema. Y producen el afiebrado ritmo de Hong Kong: desde 1999, Joey Yung viene sacando entre dos y cuatro discos por año y, sólo en 2004, vendió unos 5 millones de copias.
Tanto Joey Yung como otras estrellas (por ejemplo, el joven Eason Chan o el veterano Jacky Cheung) son conocidísimos en sus pagos no sólo por su música, sino por su presencia en las pantallas de televisión.
Pero la música asiática no sólo se prepara para expandirse por el mundo con la venta de discos o recitales (Joey Yung tocó en los Estados Unidos, Canadá y Australia), sino también con la venta online. En febrero pasado, la filial asiática de Universal Music cerró un contrato con I-Tunes de Apple para introducir –vía internet– a las principales estrellas asiáticas en el mundo occidental. Así, más de mil canciones pop chinas están en la red, y es la primera vez que semejante volumen de material “canto-pop” está disponible de forma legal en Occidente. A preparar los oídos.
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