Brit Marling: "Nuestro trabajo es hacer preguntas"

Brit Marling es la protagonista de The OA, la nueva serie que Netflix lanzó casi sin aviso en los últimos días de diciembre, y cuya historia acerca de viajes de ida y vuelta al más allá, la angustia adolescente y el poder curativo de la imaginación disparó algunas comparaciones apresuradas con Stranger Things, pero también sorprendió y desconcertó a sus espectadores.

Si Marling parece haber sido hecha para su enigmático rol de una mujer que regresa al hogar tras permanecer desaparecida por años se debe no sólo a que es una intérprete competente, sino también a que ella es la coguionista de la serie y construyó el personaje a su medida. La actriz encontró una puerta de entrada al mundo del cine cuando empezó a escribir sus propios films, ante la frustración que le provocaban las pocas ofertas laborales que recibía (casi siempre, interpretar a la rubia que muere asesinada en una película de terror). A la fecha escribió y coprodujo tres películas (The Sound of My Voice, Another Earth y The East), que fueron bien recibidas por los críticos y el circuito de cine independiente.

En sus films colabora con los directores Zal Batmanglij y Mike Cahill, ex compañeros de la universidad, con quienes descubrió un conjunto de intereses en común, como la ciencia ficción, los estilos de vida sustentables y las políticas progresistas. Marling estudió Economía en la Universidad de Georgetown, en Washington, y pasó el verano de su primer año como pasante en la poderosa financiera Goldman Sachs. Esa experiencia produjo el efecto opuesto al esperado: "De pronto, todas las cosas que había estudiado me parecieron impracticables. Descubrí que no quería ser parte de un sistema económico insostenible ante la superpoblación y el agotamiento de los recursos naturales".

Tras rechazar una oferta de trabajo en el sistema financiero, se instaló en el lado opuesto del espectro: se fue a vivir temporalmente a Cuba, donde realizó su primer film, el documental Boxers and Ballerinas, que explora el conflicto de los Estados Unidos con la isla a través de los ojos de cuatro chicos, dos cubanos y dos exiliados en Miami, que ejercen esas actividades. La película fue aceptada en el festival de Sundance en 2004 y fue el comienzo de su nueva vida.

Desde el otro lado del teléfono, su voz suena tan etérea y frágil como la de Praire, su personaje en The OA, cuando reúne a su audiencia de adolescentes problemáticos para contarles su extraordinaria historia.

-En varias de tus películas, así como en The OA, aparece la escena de un narrador devenido líder de un culto contando una historia inverosímil ante un grupo de acólitos. ¿Qué te interesa de los cultos o las sociedades secretas?

The Sound of My Voice era específicamente sobre un culto, sobre hacer que la gente acepte cosas sin cuestionarlas. The OA, en cambio, creo que se trata de la capacidad sanadora de la narración. En la serie el vínculo entre los personajes es más horizontal: trata sobre una mujer traumatizada que no puede contar su historia a sus padres o al FBI. Necesita como audiencia a este grupo de jóvenes que están igualmente en un estado de transición y crisis. Juntos forman una especie de familia: a través del relato, en este caso, no se crea un culto, sino una comunidad.

-¿Te parece que estos outsiders extravagantes con una historia para contar pueden funcionar también como un reflejo de tu trabajo como realizadora independiente en Hollywood?

-Es posible. Las nuevas ideas tienden a venir desde la periferia y luego buscan su camino hacia el centro. Uno casi siempre empieza como un outsider, desde afuera del sistema. En los comienzos, la principal motivación es el amor por lo que uno hace. Nosotros hacemos películas porque tenemos la necesidad de hacerlas, no porque aspiremos a vivir de ellas. La pregunta es cómo mantener la pureza de ese trabajo cuando se empiezan a recibir ofertas desde adentro del sistema.

-Hoy, ciertamente, Netflix es el centro del sistema, que acepta una serie tan particular como The OA. ¿Lograron venderla tal como la imaginaron o lo que vimos es el producto de negociaciones?

-Nuestra experiencia al hacer esta serie fue realmente extraordinaria. La gente de Netflix se sintió atraída por la audacia de la idea, por su forma diferente. Creo que están muy interesados en expandir las fronteras de la narración. Ellos siempre quisieron proteger la historia en su originalidad y que no se pareciera a nada que se había hecho antes.

-La serie tiene una gran ambigüedad y al terminar deja muchas cuestiones abiertas. ¿Habrá una nueva temporada o éste era el relato que querían contar?

-Nos encantaría que hubiera una nueva temporada, pero aún no hablamos de eso. Esta serie recién está llegando al mundo. Siempre pensamos que la historia se podía prolongar a lo largo de varios ciclos y siempre supimos cuál era el comienzo y el final. Nos dijimos que si íbamos a proponer una narración repleta de enigmas, entonces teníamos que conocer de antemano todas las respuestas. De modo que sí, podemos hacer una nueva temporada. Al mismo tiempo, creo que la narrativa emocional que está en el centro de la historia se resuelve. La serie trata de una mujer que vuelve a su hogar con una historia para contar y cambia la vida de un grupo de chicos que necesitan escuchar algo diferente; ellos, a su vez, la transforman a ella y juntos forman una comunidad. Esa es una historia cerrada. Si podremos avanzar con el relato todavía está por verse, pero espero que sí.

-Dijiste que para poder escribir la serie pasaste mucho tiempo investigando la vida de los adolescentes, ¿qué descubriste que no supieras?

-(El realizador) Zal Batmanglij y yo pensamos que era riesgoso escribir algo acerca de adolescentes, porque hace bastante que nosotros dejamos de serlo y, además, vivimos expuestos a relatos que reescribieron nuestra experiencia de la adolescencia, como las películas de John Hughes. Fue muy importante pasar tiempo con jóvenes porque ellos viven en un mundo completamente distinto al nuestro. Los chicos pasan cada segundo de su vida en una red social. Cuando yo tenía su edad, si un compañero me agredía o maltrataba, podía ir a mi casa y llorar un rato con mi mamá y olvidarme del asunto. Pero ahora el acoso puede seguir las 24 horas, los siete días de la semana. Es una opresión permanente que genera una gran ansiedad. Los chicos no están preparados para manejar esas situaciones que pueden llegar a desembocar en violencia. Esas son las cosas que tratamos de capturar cuando escribimos esta serie.

-Para hablar de estos problemas generalmente elegís la ciencia ficción, ¿sos fan del género?

-Sí, me interesa la ciencia ficción especulativa que reflexiona sobre aspectos de nuestro mundo. Uno de mis relatos favoritos es Los que abandonan Omelas, de Ursula Le Guin, que plantea un problema moral clásico: muestra una comunidad de perpetua felicidad, pero esta felicidad está sostenida en el sufrimiento permanente de un niño. La ciencia ficción de este tipo te permite plantear un escenario distinto para el drama humano, uno que te deja mirarlo desde un ángulo diferente y hacer preguntas interesantes. Nadie tiene las respuestas, desde luego, pero alcanza con crear un trabajo que logre que el espectador se haga preguntas que antes no se había hecho. Creo que eso es lo máximo a lo que un artista puede aspirar.