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Así como Marshall Mathers tuvo su Eminem Show, René Pérez Joglar tiene su Residente Show. El tercer disco de Calle 13 se presenta como el extravagante diario íntimo de su estelar MC. Mezcla de álbum de autoanálisis y ejercicio estético de resentimiento, Los de atrás vienen conmigo expone la esquizofrenia creativa de René. Un tipo que puede poner a Rubén Blades a cantar sobre las luces que "brillan en clave Morse" –en la obra maestra del disco, "La Perla", una oda barrial y existencialista que podría ser el "Caminito" del hip-hop latino–, pero que a la vez escribe versos como los de "Gringo Latin Funk", en los que uno puede adivinar la rima que viene con un sencillo ejercicio de deducción silábica y métrica. Mientras el Visitante abre el arco melódico explotando el bagaje tropical y discotequero, el Residente se mueve entre el prodigio narrativo ("John el esquizofrénico", magnífico autorretrato humorístico de un serial killer) y los pases de factura. Es notable cómo un artista exitoso con un bachillerato en artes, emparejado con una Miss Universo y en estado de gracia creativa, puede acumular tanta bronca. Bronca contra sus colegas del reggaetón ("Que lloren", aunque se advierte la influencia del Tego en "Los de atrás vienen conmigo"), contra los que se hacen los gringos, contra los que lo critican… Desde la intro cinematográfica, que narra el origen del Residente en clave burtonesca, el rapero se erige como sujeto de observación y a partir de ahí cuenta el mundo. Las apariciones de su increíble hermanita Ileana –una mezcla adolescente de Nancy Sinatra y Mimi Maura– le pone estrógeno y soul a un álbum que por momentos repite demasiado su gesto agresivo. Por suerte hay líneas como éstas que redimen cualquiera berrinche: "Yo no lucho por un terreno pavimentado ni por metros cuadrados ni por un sueño dorado. Yo lucho por un paisaje bien perfumado y por un buen plato de bisté’ encebollado. Por la sonrisa de mi madre que vale un millón. Lucho por mi abuela meciéndose en el sillón".




