Carajo

Metal flexible

Atrapasueños , el segundo álbum de Carajo, es uno de esos discos clave en la carrera de un grupo, un punto difícil de superar, a partir del cual se medirán todos sus trabajos posteriores. Si Carajo llega alguna vez a convertirse en un dinosaurio que vive del pasado, tendrá que tocar en vivo varios temas de Atrapasueños . Son quince canciones, y ninguna sobra. El trío se apodera de lo mejor de sus grupos favoritos y hace propios sus atributos. Se me ocurre compararlos con Papa Roach. Es algo injusto, pero tienen una capacidad similar para hacer canciones cortas, concisas y adictivas. Puedo delirar hablando de Mars Volta, pero es ridículo: con los minutos que Mars Volta invierte en una canción, Carajo arma tres hits.

Cuando hace hip hop sobrevuela Limp Bizkit, pero enseguida pega un volantazo. En pocos minutos se las ingenia para armar un tema con estrofas y estribillo, dejar espacio para armonías vocales (a pesar de las limitaciones de Marcelo "Corvata" Corvalán como cantante), meter cambios de ritmo, pasajes acústicos y contrapuntos entre la potencia y la sutileza. El guitarrista Hernán "Tery" Langer, de perfil bajo y aspecto nerd, es un verdadero talento: siempre pone lo justo, sin abusar; explora todos los sonidos e inventa arreglos imposibles.

Atrapasueños es de esos discos que se redescubren en cada audición. Tal vez algunas melodías se reiteren, pero eso no impide que uno se sorprenda cantando como un integrante más. Hasta las letras encontraron su lugar. Proponen dejar de lado la denuncia hueca para comenzar con la acción. Corvata no es un poeta, pero utiliza las palabras justas para despuntar su vicio espiritual. Y si él es el corazón de Carajo, Tery es el cerebro y el baterista, Andrés Vilanova, los músculo sobre el que se sostiene la música.

Por Por Gustavo Olmedo

LA NACION

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