Chayanne derritió la Bombonera
Pese al frío, unas 40 mil personas coparon el estadio para cantar y moverse al ritmo del cantante
1 minuto de lectura'
Anteanoche, el -a esta altura- surrealista canal Crónica TV anunciaba la temprana llegada del invierno a la Capital Federal: "Brrrr... ¡Qué frio!", decía el cartel impreso en la pantalla. Pero es justo remarcar que nunca antes la frase había sido tan apropiada como lo fue anteanoche para las 40 mil personas que se acercaron hasta el estadio de Boca, en busca del calor que Chayanne irradia sobre el escenario.
El huracán portorriqueño completó su exitosísimo ciclo de conciertos en la Capital -luego de cuatro shows con entradas agotadas en el Luna Park- y, a pesar del imponente frio que cayó sobre la ciudad, logró calentar a su público -femenino en un 99,9 por ciento- a base de caderas bamboleantes y provocativos movimientos de pelvis.
Es verdad que este fenómeno de la música latina enloquece y calienta a las mujeres. Solo basta con asistir a uno de sus espectáculos para confirmarlo. Cuarentonas, treintañeras, adolescentes y niñas no se cansaron de gritar, cantar y bailar con cada una de las canciones de su repertorio. Y en la mayoría de los casos, fueron las hijas las que intentaron, sin resultados positivos, calmar a las madres para que se comporten como tales.
Para ellas -las mujeres de cualquier edad- todo vale en un recital de Chayanne. Libres de maridos y novios, el viernes por la noche le dieron carta franca a sus fantasías y disfrutaron de un show caliente sin fijarse en el termómetro ambiental.
Visto desde afuera, las imágenes vuelven a repetirse, de la misma forma que en los últimos años ocurre una y otra vez con la mayoría de los cantantes -carilindos- latinos, desde Charlie Zaá hasta Ricky Martin pasando por Emanuel Ortega y Luis Miguel: distintos grupos de decenas de chicas envueltas en banderas y vinchas de algún club de fans, gritos y más gritos al término de cada tema, canciones cantadas al pie de la letra por un coro de voces multitudinario, jóvenes fanáticas al borde de un ataque de nervios en el momento que desde el luminoso escenario el artista -Chayanne en este caso- lanza su coordinado gesto seductor, intrincadas coreografías seguidas paso a paso por la gran parte de las asistentes, histeria desmedida y más histeria.
El gran provocador
Pero más allá de los quizás exagerados aspectos emocionales del femenino público argentino, Elmer Figueroa -tal cual figura en su documento de identidad- le encontró una vuelta más a la remanida fórmula de la seducción en escena. El muchacho nacido en Puerto Rico se arriesga y juega hasta el mismísimo límite que separa la sensual provocación de lo vulgar.
Para ello, cuenta con compañeras de físico envidiable con las que baila y coquetea sin miramientos. Dejándoles así el papel menos querible del espectáculo. "Mirá que atorranta lo que le hace" gritaba desesperada una de las fanáticas espectadoras mientras Chayanne disfrutaba de un coreográfico "combate" cuerpo a cuerpo con una de las bailarinas.
A lo largo de casi dos horas, los grandes éxitos que ubicaron a este huracán escénico en lo más alto del ranking de popularidad en el país se sucedieron uno tras otro. "Salomé", "Provócame", "Traigo ese ritmo" y "Baila, baila" dejaron al público extasiado y sin recuerdos del invierno que anticipó Crónica TV.
De más está señalar que a nadie le importó que el sonido fuera de lo peorcito que hay en plaza -de hecho el conjunto de las agudas voces de las más jóvenes tapó a la del cantante a lo largo de buena parte del espectáculo- y mucho menos que el show fuese casi un calco de los que había ofrecido una semana atrás en el Luna Park -a pesar de que la gran mayoría de las presentes ya había presenciado por lo menos uno de aquellos cuatro recitales.
La fresca noche del viernes tuvo un solo antídoto posible y ése fue el calor que irradió Chayanne en la futbolera Bombonera. Por eso, una vez más las mujeres se entregaron a los confortables y cálidos brazos del portorriqueño en este, su show despedida de Buenos Aires. Y poco y nada les interesó el tímido pero conmovedor quejido de la pequeñísima parcialidad masculina presente, que no paraba de repetir: "Brrrr... ¡Qué frio!"




