Zaz, Melody’s Echo Chamber y más chicas francoparlantes; mirá la selección y sumá tu propuesta
La resonancia de la música francesa puede entenderse en dos pasos: en la identificación nacional primero, y en el cruce de influencias después. La chanson propiamente dicha data de hace más de seis siglos, y con el paso del tiempo retrató el clima cultural de cada época, hasta llegar a lo que en el siglo XX pispeó de cerca al jazz y se llamó nouvelle chanson, el género que engloba a la mayoría de los nombres por todos conocidos: de Serge Gainsbourg a Jacques Brel, y de Charles Aznavour a Georges Brassens. Pero el movimiento no fue cosa de hombres nada más. Édith Piaf, Barbara, y Mireille Mathieu fueron tanto o más exitosas que sus pares masculinos.
Ya a mediados de los 50, la idiosincrasia del país galo impactó de bruces contra la cultura popular anglosajona, en clara expansión global. De esta colisión no podía salir otra cosa sino una amalgama: el pop francés, entendido como el cruce de lenguajes y estilos de sendos mundos. Basta sumergirse en la obra de Jane Birkin, Françoise Hardy o Brigitte Bardot para ilustrar cómo un formato es reinterpretado con una nueva serie de códigos que dan por resultado algo que se asemeja y diferencia a la vez del original en el que se inspira. El detalle no menor es que el pop francés no lo define su país de origen, sino el idioma. Por ende, el género puede encontrarse también en Bélgica y en la región francófona de Canadá.
En los últimos años, Francia abandonó su lugar de nicho para instalar nombres que se ganaron su lugar en la cultura anglosajona como si de ahí hubieran salido (vean sino el salto consagratorio de Daft Punk, o la máquina efectiva del pop que es Phoenix, por citar sólo dos nombres). En un intento de volver sobre sus orígenes, elegimos cinco mujeres bellas y fuertes que retoman las tradiciones antes mencionadas, a veces desde el purismo, otras desde la relectura 3.0.
Camille, la revisionista. De formación académica clásica en ballet y literatura, Camille Dalmais se aproximó a la música intrigada por la bossa nova, y al poco tiempo se incorporó a Nouvelle Vague, el grupo que reversiona temas de los 80 en tono brasileño. Terminada esta experiencia, comenzó un proyecto en solitario que se reparte entre el riesgo del avant-garde, y los purismos de la música francesa de la época de oro.
Coralie Clément, la melancólica. Hermana de Benjamin Biolay (convertido también en su padrino artístico y su productor y arreglador), Clément estudió violín cuando era chica, pero recién entró a la música a los 20, al conocer la obra de Birkin y Hardy. Su obra es una aproximación posible a esa música, en un intento de volver el tiempo atrás. Su último disco hasta el momento, Toystore (2008), proyecta la melancolía hacia otro foco: el de la infancia.
Melody Prochet, la experimental introspectiva. Las cosas salen bien cuando uno se junta con la gente adecuada. Después de ser parte de un grupo de dream pop llamado My Bee’s Garden, Prochet unió fuerzas con Kevin Parker, líder de Tame Impala, para lo que comenzó siendo su trabajo solista, y se convirtió en el resultado del mutuo esfuerzo, Melody’s Echo Chamber. Como una única integrante estable del grupo, Melody continúa desde Francia la senda iniciada por su par australiano: rock espacial, con tintes psicodélicos, de espíritu analógico y con calor valvular.
Zaz, la mestiza. De espíritu libre, y con poco apego a los purismos, Isabelle Geffroy forjó su carrera a partir de la mezcla y el mestizaje. Sus dos discos de estudio (el más reciente, Recto verso, tuvo edición local) dan prueba de ello: jazz, chanson, rhythm and blues e ínfulas souleras.
Béatrice Martin, la extranjera. Como se dijo más arriba, el pop francés no se limita solamente al país galo. Nacida en Quebec, en pleno corazón de la región francoparlante de Canadá, Martin se gana su lugar en esta lista por razones que van más allá de su lengua natal. De formación académica desde sus tres años, Beátrice comenzó su carrera en la música como tecladista de una banda de postrock, y al poco tiempo comenzó a darle forma a Coeur de Pirate, su proyecto solista, que acorta las distancias entre el indie canadiense (New Pornographers, Broken Social Scene, Feist y la lista sigue) y la chanson.