Después de todo: una joven comedia romántica que recae en la superficialidad
Después de todo (After Everything, 2018, Estados Unidos, hablada en inglés). Dirección: Hannah Marks, Joey Power. Guion: Hannah Marks, Joey Power. Fotografía: Sandra Valde-Hansen. Edición: Gordon Grinberg. Música: Xander Singh. Elenco: Jeremy Allen White, Maika Monroe, Marisa Tomei, Gina Gershon, Dean Winters, Sendhil Ramamurthy, DeRon Horton. Duración: 95 minutos. Estreno en TNT. Nuestra opinión: Regular.
Mia (Maika Monroe, la protagonista de la muy recomendable Te sigue) y Elliot (Jeremy Allen White) son jóvenes en el sentido más ficcionalmente neoyorquino del término, mucho café, mucho sandwich de almuerzo, mucha tribulación laboral, mucha Mac. Así los construye esta película, joven e indie y cool también en el sentido más neoyorquino -o de las costas, para ser más amplios- del término, de esas que empiezan a circular con el sello de haberse estrenado en uno de los festivales que mejor olfatean estas propuestas, SWSX (South By Southwest de Austin, Texas, ciudad en medio de la tierra pero de espíritu "de las costas").
Mia y Elliot empiezan a conocerse cuando Elliot se entera de que tiene cáncer, con Marisa Tomei como médica (la receta tan bien vista de la actriz retro cool en personaje secundario). La situación de la enfermedad grave actúa como motor narrativo del film en su primera parte, y sobre todo actúa como motor de la relación entre Mia y Elliot. La puesta en escena -o puesta en imágenes, de forma más crasa- de la película se basa en el abuso del slider: ese accesorio de moda desde hace demasiado tiempo para cámaras livianas que genera esa suerte de planos "casi fijos" o "de movimiento leve". Se dice que entre las nuevas generaciones que hacen cine -o que lo intentan- hay demasiados sueños con slider, y que ese es el motivo por el cual este "cine joven" tiene tantos aires de repetición y vetustez, como nunca antes había ocurrido en la historia del cine.
Después de todo advierte sus límites desde el título: en este cine de emociones tenues, tan ficcionalmente neoyorquino contemporáneo en sus dimes y diretes, se toma a la enfermedad de uno de sus protagonistas como un todo, se lo erige como un absoluto sobre el que pivotar para así poder aparentar una "originalidad" que no es tal: la del relato que sigue contando una historia después del fin de la enfermedad.
También hay otros alardes que se revelan apenas pátinas superficiales en Después de todo, como esa tan pavoneada "gracia contemporánea" en los diálogos: básicamente, la gracia suele estar asociada a enunciaciones con menos aspecto robótico en las miradas, en los gestos, en la construcción de los diálogos, que son tan pacatos que hasta nos hacen dudar de que esto sea cine contemporáneo neoyorquino o que esta gente sea joven. Para mayores logros en una película emparentada temáticamente -pero con diálogos cargados de energía vital- es recomendable ver 50/50, de Jonathan Levine, y para subir aún más de nivel es mejor no dejar pasar ni un día más sin ver o recordar Funny People, de Judd Apatow.
Después de todo
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