El director Éric Besnard explora un tiempo que, aun lejano en el calendario, ofrece algunos dilemas que tienen nueva vigencia
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Madame Violet (Louise Violet, Francia/2024). Guion y dirección: Éric Besnard. Fotografía: Laurent Daillant. Edición: Lydia Decobert. Música: Christophe Julien. Elenco: Alexandra Lamy, Grégory Gadebois, Jérôme Kircher, Jérémy Lopez, Patrick Pineau. Calificación: Apta para mayores de 13 años. Distribuidora: CDI Films. Duración: 108 minutos. Nuestra opinión: buena.
En 1889 apenas se consolidaba la Tercera República en Francia, luego del fin de la aventura imperial de Napoleón III y el fracaso de la Comuna de París. A pesar de haber transcurrido ya un siglo desde la Revolución, las ideas de la República aún eran resistidas en gran parte del territorio francés.
Por entonces, Louise Violet (Alexandra Lamy) es asignada a un puesto de maestra en el lejano pueblo de Brezons, con la vocación de cumplir con la ley e impartir una educación laica, gratuita y obligatoria. Pese a su tesón e integridad, hay algo en su pasado que empaña su semblante y genera resistencia a su alrededor. Joseph (Grégory Gadebois), el alcalde del lugar, la aloja en un granero sin mobiliario para su descanso ni para su oficio, los pobladores la observan en silencio y con recelo, y los niños permanecen en tareas de siembra o cosecha y no asoman por la escuela.
Las ideas revolucionarias de Louise, aquellas que trae desde la capital y las luces del tardío Iluminismo, se estrellan contra la realidad. “La felicidad de los trabajadores del campo es una mentira”, escribe con frustración en sus primeras cartas, luego de una espera vana y un rechazo persistente. “Para los niños, lo que queda es la esclavitud”. El camino de Louise será arduo y sus aliados asomarán donde menos lo imagina, y aunque su personaje es el centro del relato y la voz elegida por el director Éric Besnard, la película es algo más que la historia de una maestra y sus alumnos.
Aun bajo su aspecto modesto y esos aires de ‘reconstrucción histórica’ que siempre atenazaron al cine francés situado en el pasado -y agrupado, quizás injustamente, bajo el sello ‘de qualité’-, Madame Violet está más cerca a la tradición del cine social y ofrece una lectura honesta sobre personajes que hicieron historia desde el lugar del ciudadano común, sin bustos ni reconocimiento. Besnard elije criaturas humanas antes que héroes y heroínas, los sitúa en un tiempo incierto, entiende los vaivenes de la Historia en una perspectiva que, al ser íntima, magnifica su impacto y desazón, y consigue atender a aspectos claves de la vida en comunidad, como suelen ser la conquista de los acuerdos y las definiciones sobre la potestad de lo público.

La permanencia de Madame Violet en un lugar donde es ajena e incómoda, no solo por su proveniencia citadina sino por su condición de mujer educada, sin marido y destinada a sacar a los niños del trabajo en la tierra, transita diversos estados, desde la indiferencia inicial, hasta el ida y vuelta entre una guerra abierta y una tregua intermitente.
Los conflictos focalizados son dos: el primero, con Joseph, un hombre solitario que vive con su madre y su pequeña hija, cuyo dinero le permite al inicio gestionar la aceptación de Louise en el lugar y luego ilusionarse con una compensación amorosa, y el segundo, con el campesino Remy (Jérémy Lopez), cuya dura vida de trabajo alimenta su enojo ante el posible peligro de perder el mundo conocido.
Besnard no escapa a los convencionalismos del realismo social: su puesta en escena es armónica, con un uso correcto de exteriores, logrando un progreso dramático que permite ir y venir del contexto al personaje. Los dos hallazgos en ese terreno son el uso de una voz en off que ofrece la reflexión de Louise en sus cartas -que además son leídas por el entrometido cartero, dando a esa voz un contrapunto irónico-, y la fotografía, como elemento distintivo de su observación mediada por el prisma de la modernidad. En la línea de directores como Laurent Cantet y el injustamente olvidado Bertrand Tavernier, Besnard explora un tiempo que, aun lejano en el calendario, ofrece algunos dilemas que hoy en día tienen nueva vigencia.
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