Oscar Martínez: "La idea de irme empezó a bailotear en mi cabeza"
Oscar Martínez atiende a LA NACION poco después de recibir de manera remota el premio a la trayectoria artística que le acaba de otorgar el Festival de Cine de Málaga. Le dura en la voz la emoción del reconocimiento, entregado en modo virtual por Antonio Banderas, hijo dilecto de esa ciudad y compañero de Martínez en su último rodaje en tierras hispanas, Competencia oficial, la nueva película de Gastón Duprat y Mariano Cohn que tiene también como protagonista a Penélope Cruz. Un video con el testimonio del actor argentino e imágenes de sus películas coronó la distinción al ser proyectado en una noche de gala que pudo hacerse con público este jueves en el teatro Cervantes, la principal sala malagueña.
"Antonio llevaba el premio, cosa a la que se había comprometido mientras estábamos rodando. No pudo ser de manera presencial, pero entró en la Web y me hizo vivir un momento emocionante. Estuvo muy gentil y con una gran calidez, que es como siempre me han tratado en España y especialmente en Málaga. Es el tercer premio que gano allí. Primero por Kóblic, luego por Yo, mi mujer y mi mujer muerta, una de las cuatro películas que hice en España en los últimos tres años, y ahora este premio por la suma de mis trabajos. Esto muy conmovido", relata Martínez, que lucía en la ceremonia virtual una larga barba, exigencia del personaje que interpreta en Competencia oficial. Tiene todo previsto, pandemia mediante, para viajar a Madrid en pocos días más y reanudar el rodaje interrumpido en marzo.
–La aparición del Covid-19 interrumpió el rodaje de Competencia oficial el 12 de marzo. ¿Cuándo está prevista la reanudación?
–Hasta ahora, lo que sabemos es que el 18 de septiembre estamos retomando del rodaje. Ojalá que podamos, porque es para bien de todos. Lo que podría complicar las cosas, porque en España se aplica un protocolo severísimo, es que si una persona de todo el equipo, que puede ser un actor o un técnico, se contagie. Y ahí el rodaje se para por completo. Cruzo los dedos, pero ya estamos acostumbrados a que este virus esté más cercano que nunca. Todo es muy delicado. Yo estoy viajando el 10 de septiembre, pero voy día a día.
–¿Cuánto queda por filmar?
–Según me dijo Gastón, el 52% de la película ya fue rodada. Nos quedan tres semanas y un poquito. Es una comedia negra, muy filosa, al mejor estilo Duprat-Cohn. Una mirada corrosiva, caustica y mordaz sobre nuestro trabajo. Penélope es una directora de cine muy excéntrica y algo perversa, y Antonio y yo somos dos actores que se detestan y compiten ferozmente. Ella, deliberadamente, los elige y les pone fichas a esa competencia porque la historia que va a filmar es sobre dos hermanos que se odian. Es una mirada sobre nuestras patologías, egos, narcisismos, mezquindades, inseguridades y frivolidades. Nos divertimos mucho haciéndola.
–¿Cómo vamos a verte y escucharte allí? En Yo, mi mujer y mi mujer muerta personificaste a un argentino. Pero en Vivir dos veces te descubrimos hablando como los españoles.
–Yo elegí ese acento español, nadie me lo impuso. El guión de Vivir dos veces no menciona en ningún momento que el personaje era argentino y que llevaba viviendo 50 años en España. Le dije a la directora María Ripoll que no podía hablar como si recién llegara de Buenos Aires y que iba a intentar hablar con acento. Me dijeron que todo salió muy bien, hasta el punto de que habían contratado a un chico argentino para interpretar mi papel con 12 o 13 años y al final tuvo que doblarlo un español. Si salía mal hubiese sido una catástrofe, pero el resultado fue gratificante. Después resultó que en El País y en El Mundo me compararon con José Sacristán, de quien soy muy amigo.
–¿Y en el caso de Competencia oficial?
–Yo quise hacerlo también con acento español. Pero como mi personaje en la película es el de un actor argentino, a Gastón le pareció mucho más rico y más interesante que solo hable como español cuando me toca actuar en la película que dirige Penélope. Y que en el resto de la trama hable como argentino. Las dos cosas, los dos acentos.
–¿Tenés en España proyectos en vista para después de este rodaje?
–Concretos, no. Solamente algunas cosas dando vueltas.
–¿Y en la Argentina?
–Había un par de proyectos que con la pandemia no sé si se podrán llevar a cabo. Me temo que no. En algún momento se buscó alguna coproducción con España, pero no era algo que yo pudiera tomar seriamente en cuenta. Antes de la pandemia ya estaban muy verdes, imagínate ahora.
–La cuarentena, además, apareció cuando estabas por volver al teatro.
–Sí, es una pena, una gran pena. Antes de la pandemia mi plan era terminar de rodar en España, volver en abril y estrenar a fines de ese mes o principios de mayo Mi abuela, la loca en el Metropolitan. Lamentablemente todo quedó suspendido.
–Ya estaba todo casi listo, por lo que contás.
–Habíamos ensayado todo enero y así lo hicimos hasta el día en que viajé a España, el 12 de febrero, adelantando trabajo con Norma Aleandro y con Claudio Tolcachir, el director. Era volver y trabajar dos semanas más en el sprint final previo al estreno. El trabajo de despliegue sobre el escenario de toda la obra ya estaba terminado. Pero pasó lo que pasó y no lo pudimos hacer.
–¿Se puede retomar?
–Es muy probable que el interés siga existiendo, pero todavía no tuve ninguna comunicación. Las consecuencias de esta pandemia son imprevisibles. Tal vez exista la intención de reflotarlo, pero hasta ahora no hay perspectivas. Y yo no sé si podré. Hay que ver cuándo se vuelve a hablar del proyecto, si es que se hace, y dónde estoy en ese momento.
–¿Cómo vislumbrás la actividad artística después de la pandemia?
–El golpe fue durísimo para todos. El nuestro fue uno de los sectores de mayor impacto. Me decía hace unos meses un empresario teatral importante que cuando pasó lo de la gripe A, una vez que estuvo controlada la epidemia la gente tardó más de tres meses en volver a las salas por temor personal. Acá todavía no sabemos cuándo se van a levantar las restricciones. Pero cuando pase eso van a aparecer otros problemas. La capacidad de las salas va a tener que reducirse. Y las producciones tendrán un tamaño acorde a las posibilidades de que sean sustentables. El golpe de la inactividad de casi todo este año será muy difícil de remontar, sobre todo para los empresarios de sala.
–¿Cómo estás pasando la cuarentena? ¿Pudiste escribir?
–Me hubiera encantado, pero no tenía incentivos, no me visitaron las musas. No lo pasé muy bien. Tuve días con momentos buenos y momentos malos. A toda la gente con la que hablé más o menos le pasó lo mismo. Vos, por lo menos, pudiste seguir con tu trabajo periodístico, pero yo no. Y a mí lo que mejor me hace es trabajar. Hay temor, incertidumbre personal y familiar por el costo social y económico que vamos a tener que pagar como país por esto. El no ver a tus seres queridos, a tus amigos. Ha sido muy, muy duro. Yo llevo más de 160 días así, porque llegué de España y tuve que aislarme una semana antes de que se decretara la primera cuarentena. Hubo días que los pasé muy mal. Y días que pude sobrellevar mejor.
–Dijiste hace poco: "Es injusto que haya gente que piense en irse, sobre todo para los que queremos un país plural". Por otro lado, en los últimos años encontraste muchas posibilidades de trabajo en España. ¿Pensaste alguna vez en radicarte allá?
–Hasta ahora a mí nunca me había pasado por la cabeza esa idea. Tuve esa oportunidad en 2003, cuando estaba haciendo Art, me ofrecieron quedarme y no quise. En ese momento, además, tenía una hija de 7, 8 años. Ahora tiene 25, es diferente. Pero en estos últimos tres años, con trabajo permanente allá, la idea de irme empezó a bailotear en mi cabeza. Aclaro: no es una decisión tomada y jamás la vería como un exilio. Tengo cuatro hijas, dos nietos, amigos, toda una historia en la Argentina. En cualquier caso seguiría teniendo una casa y volvería en cuanto pudiera. Pero quizás podría pensar en invertir los términos. A lo mejor una etapa en la que estaría allá más tiempo que acá.
–Luis Brandoni habló con dolor de las amistades de muchos años que perdió por sus posturas políticas y dijo que muchos ahora lo ven como enemigo por esa razón. ¿Te pasó algo parecido?
–No tanto como a Beto, pero me pasó. A diferencia de él, yo no soy un militante político. Él tiene desde hace mucho una presencia pública muy asidua y frondosa en ese terreno. Y me da mucha tristeza que el fanatismo y la desdichada polarización, tan extrema, hagan posible esos agravios sufridos por Beto después de que él convocó a la marcha del 17. Hubo incluso colegas que lo agraviaron de una manera brutal, cuando cualquier ciudadano tiene el derecho inalienable a opinar y a decir lo que piensa.
–Trabajaste mucho con Brandoni, lo conocés muy bien.
–No solo es un gran actor. Es alguien que merece respeto por su compromiso, por su amor al país, por su decencia, por su valentía y por su excelencia profesional. Me dolió mucho escuchar a algunas personas, incluidos colegas, que lo vituperaban de una manera incalificable. Además, a Beto no se le cruza por la cabeza el hecho de poder vivir en otro lado. A mí no me pasa eso. Yo en España la paso muy bien. Estuve allí largos períodos, pero nunca con la decisión de quedarme a vivir. Cuando Beto fue a hacer teatro a Madrid llenaba la sala todas las noches, pero contaba los días como los pesos para volver a estar en Buenos Aires. A mí no me pasa eso.
–¿Qué tendría que ocurrir para frenar estos agravios?
–No lo sé. Hay un fenómeno de polarización que lamentablemente parece ser global. Sin ser politólogo o sociólogo yo observo eso como consecuencia de una crisis global que la pandemia agravó y que ya viene de antes. Siempre recuerdo una frase de Alberdi, una de las figuras que pensó con más lucidez y grandeza la Argentina. Decía que hasta que no seamos capaces de una síntesis entre unitarios y federales nunca íbamos a tener una nación. Y a mí lo que más me disgusta de la polarización es que nos aleja cada vez más de un consenso intermedio en el que los distintos sectores de lo que llamamos grieta puedan acordar intereses superiores pensando en una nación que nos contenga a todos.
–Un acuerdo en los temas básicos.
–Cuando veo que tanto desde el Gobierno como desde ciertos sectores de la oposición lo único que se hace es profundizar la grieta o poner más leña en el fuego me desmoralizo y me asusto. Eso no va a ser bueno para nadie. La clase dirigente tendría que ser la que tome conciencia de esas palabras de Alberdi. Hay una crispación y una violencia en ciernes, y el día en que se manifieste no sé lo que va a ocurrir. Eso me estremece y me asusta muchísimo. Las consecuencias pueden ser fatales y muy dolorosas.
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