Suntuosa, superficial y poco entretenida
"Vanidad" ("Vanity Fair", Gran Bretaña-EE.UU./2004). Dirección: Mira Nair. Con Reese Whiterspoon, Eileen Atkins, Jim Broadbent, Gabriel Byrne, Romola Garai, Bob Hoskins, Rhys Ifans, James Purefoy, Jonathan Rhys-Meyers. Guión: Matthew Faulk, Mark Skeet y Julian Fellowes, sobre la novela de William M. Thackeray. Fotografía: Declan Quinn. Música: Mychael Danna. Edición: Allyson C. Johnson. Presentada por Alfa Films. Hablada en inglés. 141 minutos. Calificación: para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: regular
Esmerada en la producción y muy atractiva en lo visual, esta versión de "Feria de vanidades" sólo roza el contenido de la famosa novela de William M. Thackeray, de la que hace una lectura rápida, equívoca y exterior.
El problema no reside sólo en la estructura episódica que resulta del intento de comprimir los centenares de páginas del libro en el tiempo de un film: en la esquematización de los personajes y la simplificación y reducción de las subtramas que ellos animan se deja a un lado el porqué de sus conductas y, lo que es más grave, se les resta espesor. Así, el cuadro satírico de la Inglaterra del período de la Regencia con su profusión de snobs y oportunistas en medio de un clima de alta movilidad social y sus turbios acuerdos entre la aristocracia y el dinero pierde peso ante el predominio de la historia individual: la de Becky Sharp, claro.
Y aquí reside otra de las alteraciones menos aceptables: aquella Becky ambiciosa, intrigante y básicamente amoral concebida por Thackeray -el libro llevaba como subtítulo "una novela sin héroe" y hacía hincapié en la ambivalencia de las motivaciones humanas- se aproxima casi a la estatura de una heroína en la que pueden percibirse rasgos de una feminista. Hasta se la premia con un triunfo final a la Bollywood, en un gran espectáculo oriental, elefante incluido. Esta voluntad complaciente de la directora Mira Nair (que, por cierto, no estaba en el ánimo del autor) resulta tan postiza como el empuje optimista o el aire sacrificado que Reese Witherspoon concede alternativamente al personaje.
Apariencias
El film describe la trayectoria de Becky desde su vínculo con los Crowley, una familia de la nobleza, primero como institutriz en la casa rural del pintoresco sir Pitt (Bob Hoskins); después, ya en Londres, como dama de compañía de la millonaria tía (Eileen Atkins, lo mejor del elenco); más tarde, con el hijo de ésta, Rawdon, con quien se casa en secreto para disgusto de la dama, que lo deshereda y obliga a Becky a nuevos esfuerzos. La dramática historia paralela de Amelia, su amiga y contracara tanto en lo que el destino le depara como en las actitudes que cada una adopta frente a la vida, se desdibuja bastante.
Narrada a los apurones y relativamente entretenida a pesar de sus 141 minutos gracias a la profusión de anécdotas, "Vanidad" interesa por su apariencia más que por su contenido. La fotografía de Declan Quinn es, en buena medida, responsable del atractivo visual, pero a ese lucimiento contribuye la escrupulosa recreación de época: es brillante el trabajo de la diseñadora de producción Maria Djurkovic, excepción hecha de un número musical que parece sólo destinado a sumar otro toque de exotismo indio. Quizá deba adjudicarse esa referencia a cierta voluntad de Nair de equiparar la intrusión de la protagonista en la sociedad londinense con la de Inglaterra en la colonia asiática que tanto ayudó a su prosperidad. Pero la hipótesis es tan indescifrable como los motivos que indujeron a la cineasta india a asumir un desafío tan superior a sus fuerzas.





