Trama femenina que llega con involuntario retraso
Las mantenidas sin sueños (Argentina-Francia-España-Holanda/2004). Dirección: Vera Fogwill y Martín Desalvo. Con Lucía Snieg, Vera Fogwill, Mirta Busnelli, Mía Maestro, Gastón Pauls, Edda Díaz, Elsa Berenguer y Julián Krakov. Guión: Vera Fogwill. Fotografía: Nicolás Trovato. Música y canciones: Babasónicos. Edición: Rosario Suárez. Sonido: Gaspar Scheuer y Diego Martínez. Dirección de arte: Daniela Podcaminsky. Presentada por Primer Plano. Duración: 97 minutos.
Nuestra opinión: buena
Tras un largo y tortuoso conflicto legal con los coproductores franceses que secuestraron el negativo y, por lo tanto, demoraron casi tres años la finalización de la película y complicaron su posterior carrera comercial, finalmente se estrena esta ópera prima de Martín Desalvo y Vera Fogwill, que además fue productora, guionista y protagonista de esta experiencia. Llena de ideas, arriesgada, imprevisible, a contramano de las modas y las tendencias imperantes, Las mantenidas sin sueños es una película que respira, que late con una mirada femenina (de y sobre mujeres) bastante infrecuente en el cine argentino.
La contracara son los constantes desniveles dramáticos, los caprichos artísticos, los excesos en varios diálogos sobreescritos y altisonantes, y cierta tendencia a la sobreactuación, que resultan injustificables incluso dentro de una clara apuesta por el artificio de un film que, en su espíritu caótico y provocativo, encuentra sus mejores y peores atributos.
Historia de mujeres
En un universo de abuelas, madres e hijas, con amigas y vecinas que también deambulan por la trama, Las mantenidas sin sueños tiene como (anti)heroína a Florencia (Vera Fogwill), madre soltera de una niña de 9 años, que descubre que está nuevamente embarazada. La relación con su hija Eugenia (Lucía Snieg) está marcada por el amor-odio, por la admiración y el reproche, por la lealtad y el desengaño, por el amor y la irresponsabilidad.
En realidad, Florencia es -según los cánones sociales establecidos- una paria, una marginal que no trabaja, que abusa de la solidaridad ajena, que se droga, que no se ocupa de su hija (bastante más aplicada y centrada que ella), que vive en condiciones cada vez más inhumanas (se queda sin luz, sin gas, sin teléfono) y, lo que resulta todavía más irritante para su madre, Sara (Mirta Busnelli), no parece experimentar demasiados remordimientos por su comportamiento.
Película sobre la culpa (o la falta de ella), sobre las convenciones sociales, sobre la crisis de valores y de horizontes para los jóvenes, sobre las insólitas diferencias de clase que se crean como resultado de las profundas crisis socioeconómicas (Florencia terminará trabajando a desgano como empleada doméstica de una ex compañera del Nacional de Buenos Aires que interpreta Mía Maestro), sobre la intimidad y los códigos femeninos, Las mantenidas sin sueños encuentra momentos de gran potencia y lirismo cinematográfico y otros en los que, en cambio, apela innecesariamente a diálogos ampulosos y didácticos que sirven para explicar lo que ya era bastante evidente.
Entre los atractivos del film se destacan también la música original y los temas compuestos especialmente por la banda Babasónicos, así como los sólidos aportes técnicos del fotógrafo Nicolás Trovato y de los sonidistas Gaspar Scheuer y Diego Martínez.
Debido al apuntado retraso en su lanzamiento local, la película -de manera involuntaria, claro- resulta casi un fresco "histórico" sobre la crisis de 2001 y 2002 con su mirada a la progresiva decadencia social de aquel momento y con ciertas referencias (como al cobro de jubilaciones y pensiones en patacones) que a estas alturas ya quedan viejas.
De todas maneras, a partir de su osadía, de su falta de prejuicios para caer en el vacío, esta historia de mujeres tan contradictorias y -a su manera- perseverantes y queribles, llega a buen puerto, casi como emulando la propia suerte de esta producción, que debió sortear mil y un obstáculos para alcanzar su definitivo y merecido estreno comercial.
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