
Una película de piratas
Más que una campaña, precios razonables acabarán con ellos
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La "eficiencia" y la vertiginosidad de la piratería audiovisual por lanzar al mercado películas que incluso no han sido estrenadas en los cines a precios de regalo, se ha convertido últimamente en la gran preocupación de la industria del cine.
No es para menos: según un reciente y minucioso informe de la Motion Picture Association (MPA), que agrupa a las compañías más fuertes de producción, distribución y exhibición de cine y video del mundo, las pérdidas que genera la piratería a la industria van en alarmante crecimiento. En 1997, detalla, estaban estimadas en 2200 millones de dólares y relacionadas con el material pirata en VHS. "Con el lanzamiento al mercado de formatos ópticos como el DVD y el CD y con la penetración de reproductores de VCD en los últimos años, la piratería se disparó a niveles epidémicos", apunta. En 2002 las pérdidas fueron calculadas en 3500 millones de dólares, es decir, un 60 por ciento más que en 1997, según la misma fuente.
En poco más de dos semanas comenzará un verdadero test tendiente a revertir en parte esta tendencia, cuando comiencen a llegar a las casas de los seis mil miembros de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood muy particulares reproductores de DVD capaces de leer los discos codificados que se les remitirán con todos los films nominados para la próxima entrega de los Oscar. Los empresarios del ramo sospechan que de allí se filtran copias hacia el mercado ilegal para su reproducción.
El asunto no es para nada menor tampoco en la Argentina: seis de cada diez VHS que circulan son ilegales. "Las pérdidas anuales -detalla el mencionado informe- suman 30 millones de dólares y el porcentaje de la actividad pirateada es del 45 por ciento." El mercado del video en nuestro país es bien importante: mueve más de 200 millones de dólares por año y supera nada menos que en un 30 por ciento a las ventas anuales de entradas de cine.
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Quienes hayan ido al cine en los últimos días habrán visto entre los comerciales y avances anteriores a cada film alguno de los dos trailers de 45 segundos especialmente preparados por la MPA en procura de concientizar al público que comprar copias falsas de películas en cualquier soporte es igual a robar. Sin embargo, según una investigación realizada por la MPA en lugares tan disímiles como México, Alemania, Taiwan y Alemania, "existe una percepción común que atraviesa a todas las culturas y es que el acto individual de comprar discos pirata o bajar de Internet películas no autorizadas no es robar".
La campaña, que costó 300 mil dólares, y que estará presente en las pantallas de 953 cines de todo el país durante los próximos tres meses, muestra, por ejemplo, a una persona que en un supermercado oculta entre sus ropas un producto. Intenta así la MPA asociar ese robo con el que las compañías sienten que se produce cuando alguien reproduce caseramente, compra en la calle o por Internet (existen unas 250 páginas web que ofrecen títulos por izquierda) cintas de video (VHS), láser disc (LD), video compact discs (VCD) o digital versatile discs (DVD) tomados de múltiples fuentes: screenings (copias que circulan por festivales y presentaciones varias), de la TV (graban de los canales de aire, cable o satelitales las películas más taquilleras); back-to-back (copia de una videograbadora conectada con otra) y hasta la filmación, cámara de video en mano, en plena función de un estreno o de alguna proyección previa.
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¿Por qué a nadie se le ocurre hacer copias pirata de periódicos y revistas? La respuesta salta a la vista: porque resultaría más caro y de peor calidad. Ni la industria del disco, que también batalla y mucho contra la piratería, ni la del libro -con un perfil mucho más bajo-, ni la audiovisual han conseguido hasta ahora lo que sí ha logrado su par gráfica: precios óptimos combinados con calidad inalcanzable como para eliminar de cuajo a cualquier falsificador.
Poner la carga sólo en la concientización del público podría dar lugar a pensar que se intenta transferir el problema a los consumidores cuando es en el seno de esa industria donde debe ser resuelto, optimizando costos, encontrando nuevos soportes que dificulten la reproducción, aumentando las estrategias de fidelización que se ofrecen al público con sustanciales ventajas si se inclinan hacia los productos originales y reclamando de los poderes del Estado la legislación más conveniente para evitar los excesos, sin que ello implique falsos proteccionismos.
Al mismo tiempo que concientizar -sin agitar alarmismos que merecerían mayor detalle si es verdad, como afirman, que el dinero que circula en este ámbito está vinculado al tráfico de drogas y a otras actividades terroristas- la industria audiovisual debería hacer una fuerte y sincera autocrítica pública de lo que está haciendo mal y tendrá que corregir y, principalmente, explicar cómo logrará llegar a precios de venta al público tan razonables como para dejar fuera de combate a los señores del parche en el ojo.




