
Cómo preparar un plato, pero comer muchos más
En Nueva York, los trueques de comida casera están en alza
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NUEVA YORK ( The New York Times ).- Comer en casa, lo que una vez fue fuente de orgullo y placer, se convirtió en un asunto más bien escaso después del nacimiento de nuestro hijo, en 2008. La comida empezó a incluir un replanteo de sobras de preparaciones o, en alguna noche más ambiciosa, una mezcla de distintos purés de vegetales frizados , pensados para el bebe, con fideos y queso. Era una comida familiar en el sentido de que se trataba de alimentos marginales comestibles consumidos todos juntos en casa, pero preparados con el mismo cuidado y la pasión con que se llenaba el bol de agua del gato.
Pero todo cambió en febrero: mi marido y yo nos sumamos a una cooperativa de cocina, y de repente estábamos comiendo desde tagliatelle a la bolognesa hasta berenjenas con parmesano, todo casero, y sólo una fracción de eso cocinada por mí.
Una cooperativa de cocina, o un intercambio de comidas, es simplemente un acuerdo entre dos o más individuos para proveerse de alimentos preparados en casa, según un calendario. El objetivo es reducir el tiempo empleado en la cocina y, a la vez, aumentar la calidad y variedad de lo que se come.
No se trata de una idea nueva -las cooperativas de comida han estado aquí durante años-, pero era nueva para mí. Mi cooperativa está situada en el edificio donde vivo, en Jackson Heights, Queens, lo que suma conveniencia. Los miembros somos de cuatro hogares, y se incluye Tony Liu, cocinero ejecutivo del Morandi, un restaurante de Manhattan.
Funciona así: una vez por semana, uno hace un plato (enchiladas, por ejemplo) en cantidad suficiente como para proveer al menos una porción para cada miembro adulto de la cooperativa (a los chicos se les puede asignar media porción o una entera, dependiendo de la edad y el apetito). Al mismo tiempo, los compañeros de la cooperativa están preparando grandes cantidades del plato elegido.
Después de apartar un poco de enchiladas para consumo propio, uno divide y empaqueta el resto, usualmente en contenedores reusables, y los etiqueta con instrucciones para recalentar o disponer en una bandeja. Después, los miembros se juntan para intercambiar los platos, y cada uno vuelve a casa con una variedad de alimentos para las noches de la semana entrante y, a menudo, sobras para comidas extra y almuerzos.
Así, por ejemplo, una gran tanda de enchiladas compró tres tandas más chicas de ensalada griega, sopa de lentejas y ensalada vietnamita.
Gozos y sombras
Cia Glover, de 30 años, editora en la Fundación Beard, es parte de un grupo de seis personas que intercambian comida mensualmente en Brooklyn. Los miembros no llegan a los encuentros necesariamente con alimentos como para un mes, pero Glover es capaz de acumular artículos aptos para freezer para usarlos después. Dice que con cada jornada de intercambio se lleva alimentos como para una semana de comida para el mediodía y la noche, tanto para ella como para su novio.
"Tener una heladera llena de comida la semana siguiente a haber hecho el intercambio me ayuda a ahorrar unos 75 dólares, que de otra manera gastaría en almuerzos", detalla.
El grupo hace de su intercambio una ocasión social, en la que el anfitrión de cada mes provee tragos y bocados antes de que los presentes se retiren con su comida.
"Hice muchos amigos nuevos en el grupo de intercambio", cuenta Kristen Prinzo, de 28 años, gerente senior en Martha Stewart Living Omnimedia. "Todos los meses estoy ansiosa por verlos, más comer, tomar y charlar sobre nuestras vidas antes de intercambiar las comidas que preparamos."
Pero no todo es color de rosa: Andy Remeis, de Boise, Idaho, explica que abandonó una cooperativa de comida después de varias semanas en las que un miembro hacía hamburguesas a las apuradas. "No comemos así ni en una mala noche -sigue Remeis-. Lo dejé pasar un tiempo, pensando que ella notaría que el resto cocinaba diferente y se adaptaría, pero no lo hizo. A mi marido le gusta comer realmente sano, así que él fue mi chivo expiatorio; tuvimos que abandonar el grupo porque no estaba funcionando para mi marido."
Remeis, de 45 años, es coautora, junto con Alex Davis y Diana Ellis, del libro Dinner at Your Door ( La cena en su puerta , Gibbs Smith, 2008), que ofrece recetas aptas para cooperativas y guías prácticas para comenzar y mantener un grupo. Para evitar experiencias con miembros que intenten participar con platos semicaseros, los participantes son animados a buscar cocineros afines antes de iniciar un grupo.
Para los platos calientes, Remeis emplea el modelo de delivery: cada miembro cocina para el grupo una noche por semana, empaqueta la comida caliente y la reparte a tiempo para la hora adecuada. Aquí, la proximidad geográfica es crucial.
Datos para principiantes
Kristin Curtis, de 39 años, es parte de una cooperativa de cuatro familias en Raleigh, Carolina del Norte, que elaboran alimentos libres de gluten para acomodarse a las necesidades de un miembro celíaco. Curtis, una ex visitadora médica que ahora entrena vendedores, dice que el intercambio de comida hace la vida en casa más eficiente. "Parece mucho más fácil mantener la cocina limpia, aunque el único día que uno cocina parece que una bomba hubiera explotado", grafica.
Muchos participantes de cooperativas dicen que sus cuentas en el supermercado no cambiaron, pero que están gastando menos en restaurantes o en comida para llevar. "Tener esta cantidad de comida casera en la heladera me fuerza a comer en casa, así que estoy ahorrando", cuenta Dana Casey, del grupo de Brooklyn, que trabaja en marketing.
Entre las recetas que funcionan están los guisos de toda clase, que pueden viajar sin problemas, frizarse y recalentarse. Y si uno tiene que cocinar para una multitud o sólo usa esa comida los fines de semana, son ideales las enchiladas, los gratinados de todas las variedades, budines y sopas.
Y las ensaladas de vegetales funcionan mejor si sus componentes son empaquetados por separado, y unidos y condimentados sólo un rato antes de servir.




