Comenzó a bailar a los cinco y nunca dejó de hacerlo; pionera de la danza moderna en la Argentina, maestra de artistas, estudió en la escuela de Martha Graham en Nueva York y luego desarrolló su método pedagógico, centrado en hacer aflorar el impulso expresivo dentro de todo tipo de cuerpos
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La bailarina moderna, coreógrafa y danzaterapeuta María Fux cumple hoy cien años. Casi todo un siglo en movimiento, porque empezó a bailar a los cinco y jamás dejó de hacerlo. Todavía al día de hoy, cuando se le pone música, ella baila. Baila desde quien es ella ahora. La misma persona inquieta y musical que ha sido siempre. La única diferencia es que ahora disfruta de dejarse cuidar.
A veces se cuela en las clases de su estudio, que queda en la parte de adelante de su casa. Entra por una puerta, acaricia el aire y se va. “Hasta los 94 años tuvo su rutina de seguir dando seminarios personalmente. Ahora lo ha delegado, pero no perdió la conexión con lo que sucede en las clases”, explica Irene Aschero, la nieta que convive con ella y quien está a cargo de la dirección del estudio junto a Anabel Caeiro.
Fux fue una pionera de la danza moderna en la Argentina. Su manera de ver la danza comenzó a cambiar cuando en su adolescencia leyó los libros de Isadora Duncan. Y cuando en 1953 fue becada en la escuela de Martha Graham de Nueva York. Recorrió toda la Argentina y el mundo llevando su estilo, danzando tanto en grandes como en pequeños escenarios. Y lugares que ni siquiera tenían uno, como las minas de Zapla y Quitilipi.
Su música preferida para bailar siempre ha sido la de Erik Satie y Astor Piazzolla. Pero también bailó poemas y obras visuales. En la década del 40 se vinculó a través de su pareja, el escritor Juan F. Aschero, con el grupo Orión, un colectivo surrealista formado por escritores y artistas visuales entre los que se encontraban, entre otros, Bruno Venier y Leopoldo Presas. Con ellos comenzó a vincularse con otras artes que influyeron en su lenguaje artístico.
Pero nunca se ha tratado solamente de su propio movimiento. Comenzó a dar clases de danza en la década del 50 cuando regresó de su viaje a los Estados Unidos, en el que la misma Marta Graham le aconsejó buscar el movimiento dentro suyo. Y a eso se abocó las décadas siguientes, dedicando toda su vida a encontrar la danza que aflora desde el interior de todas las personas, más allá de los límites funcionales o de la edad.
Creyendo en la potencialidad de todos los cuerpos, comenzó a desarrollar su método de danzaterapia al que cada vez más personas, con las más diversas realidades corporales se fueron acercando. “A través de los estímulos que doy, se mueven y cambian los no del cuerpo, convirtiéndose en sucesivos sí”, ha explicado María Fux sobre su método–. En 1971 realizó por primera vez un espectáculo con bailarines no oyentes y su libro Fragmentos de vida fue traducido al braille.
El periodista Horacio Embón, que la vio bailar por primera vez cuando tenía 15 años, recuerda vívidamente esa función en la Sala de Cartón de Greogorio Nachman, el actor y director marplatense desaparecido en la última dictadura militar. El vínculo con entre Embón y Fux ha continuado desde entonces, una entrevistada recurrente a lo largo de los años y los ciclos periodísticos. “La vi trabajar con aquellos que estaban quietos y lograron movimientos – recuerda Embon – me apasionó su capacidad de movilizar a partir del silencio”.
Prohibiciones y listas negras
Siempre fue una persona muy luminosa, pero en los tiempos más oscuros del país tuvo que atravesar las sombras. En la década del 60 dirigió el departamento de danza en la Universidad de Buenos Aires, pero la Noche de los Bastones Largos puso punto final a su propuesta. Su nombre aparece en una de las listas negras de la última dictadura militar. Sin embargo, no quiso exiliarse, y siguió llevando su danza a todos los espacios donde la invitaban, sin medir las consecuencias ni dejarse amedrentar. “Recibió amenazas telefónicas después de lo que dijo en una entrevista. Lo recuerdo bien, aunque yo era chiquita – asegura Irene Aschero – Siempre tuvo sus ideas de izquierda, Y nunca dejó de bailar Mercedes Sosa o los poemas de Neruda. No le importaba que estuvieran prohibidos”.
Porque lo que a ella le importaba era llevar la danza a todas partes. También por eso, con casi 60 años participó de las primeras dos ediciones de Danza Abierta, los ciclos en los que la comunidad de la danza de Buenos Aires desafió el estado de sitio y las prohibiciones vigentes en 1981 y 1982.
El movimiento perpetuo
“Conocí a María haciéndole una entrevista para mi documental Down para arriba – recuerda el actor y director Gustavo Garzón–. Me recibió con enorme cariño y ya la quise de entrada. Guardo el mejor de los recuerdos de ese encuentro. Una mujer lúcida, inteligente, cálida. Una mujer diferente. Superior, diría yo”.
Fux sigue siendo muy coqueta y vital. Y ha llegado a los 100 años sin tomar más medicación que algo de homeopatía. Camina despacito, pero se ha negado a usar bastón. No porque no acepte el paso del tiempo. Viendo los títulos de sus últimas obras de danza puede leerse que no tiene problema con su edad. En 1999, María Fux creó Después de mis 70, comienzo. Y en 2004, Después de los 80, ¿qué? En marzo de 2010 repuso en Centro Cultural de la Cooperación Diálogo con imágenes. Allí se despidió de los escenarios como solista.
Pero al cumplir los 99 años creó una pieza de movimiento para un video de YouTube, donde se la ve tan infinita como siempre, jugando desde una silla con Oblivion, una joya de Astor Piazzolla contra el olvido.
Multiplicar es la tarea
Entre todas las personas que la han reconocido como su maestra, se puede mencionar a Jorge Donn, Juan Falzone, Cecilia Bullaude y Ana Kamien, como a aquellos que incorporaron su aprendizaje con María Fux en sus carreras posteriores en la danza. Pero la lista de artistas de otras disciplinas que pasaron por sus aulas es más extensa: allí se puede descubrir a mucha gente del teatro como Norman Briski, Elvira Oneto, Marilú Marini, Julieta Otero, Débora Warren, Patricia Viggiano y la regisseur Ana D’ Anna.
Más allá del efecto multiplicador de que quienes se hayan formado con ella a lo largo de los años puedan dar clases de danzaterapia en cualquier parte del mundo, hay dos escuelas oficiales que enseñan su método fuera de su estudio porteño: en San Pablo, Brasil y en Verona, Italia.
Entre muchos otros reconocimientos, es ciudadana ilustre de la ciudad y diploma de la Unesco por su labor docente. Pero además de los diplomas y estatuillas, a los que no se ha aferrado materialmente, recibió algunos homenajes creativos a lo largo de los años. El documental Danzar con María, de Iván Gergolet, estrenado en 2016, que la muestra rondando los 90 años, haciendo barra, eligiendo música para una clase y recordando los inicios de la danzaterapia. Y cierra con un emocionante flashmob con alumnos y alumnos de alumnos, agradeciéndole su vida.
Y una obra de danza, María sobre María, que comenzó como una tesis de la coreógrafa Lucía Llopis, con María Kuhmichel como su intérprete. “Lo primero que me llamó la atención fue la popularidad. Su nombre trasciende ampliamente el ámbito del público conocedor y consumidor de danza: llegó más lejos, tocó a infinidad de personas – explica Llopis–. Creo que como artista de la danza y como pedagoga ha sido siempre auténtica y, definitivamente, una precursora a muchos niveles cuya visión sigue teniendo plena vigencia”. Y ahora que ha llegado al centenario, la gente que la ama quiere decírselo de nuevo. La excusa del cumpleaños suena perfecta para bailar con amor y protocolos.
Hoy, en Callao 289, a las 11, el estudio María Fux convoca a una danza colectiva improvisada al aire libre cortando la calle para homenajear a su maestra. En su estudio, el mismo día del evento, se realizará una exposición de fotos seleccionadas con imágenes de su trayectoria. Circula otra convocatoria “no oficial” en las redes sociales, que invita a danzar ese mismo día, a las 16, alrededor del enorme gomero de la Recoleta que crece frente a La Biela.
“Soy una artista que, a través de un trabajo creativo, ha encontrado un método que logra cambios en la gente, mediante el movimiento. Lo único que hago es estimular las potencialidades que todos tienen”, ha explicado María Fux sobre su trabajo. Toda una vida estimulando el cambio en tantas personas. Una larga y hermosa vida que ha dejado muchas huellas. Y por eso hay que seguir celebrando.
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