
De celebridades y parecidos
Recuerdos de encuentros con ídolos de la infancia y personas que tienen su doble al otro lado del mundo
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Hay momentos en la vida de todo ser humano en los que los personajes taquilleros y esos famosos, a veces muy ricos, se quitan el uniforme de semidioses y descienden del cielo para mezclarse con gente que vive como la gente, y convierten un hecho cotidiano en algo para recordar.
Algo así le ocurrió al joven Alejandro Márquez el día en que entró al negocio de instrumentos musicales de Tucumán y Florida, una tarde de junio de 1985. Márquez, que tenía 15 años, eligió las cuerdas más apropiadas para su guitarra, y en el momento justo en que el empleado de la caja recibía el pago entró al negocio el conocido actor norteamericano David Carradine. Márquez y el empleado exclamaron al unísono: "Kung Fu". El protagonista de la popular serie televisiva, vestido con pantalones tipo cargo y una campera chaleco de duvet, se inclinó sobre el mostrador y a pedido de Márquez, Carradine, a modo de autógrafo, dibujó en un papel blanco el símbolo del tao, con dos puntitos en la parte inferior y a continuación su firma. Cada vez que ordena su estudio de grabación, Márquez se emociona cuando aparece ante sus ojos ese pequeño gran recuerdo de quien protagonizara uno de sus ídolos de la pantalla chica.
El argentino radicado en Los Angeles, Carlos Macchi, dueño de un restaurante en Marina del Rey, contó en rueda de amigos porteños que una vez, una clienta lo confundió con el cantante Elvis Costello, mientras que en Buenos Aires, varias veces en la calle circunstanciales transeúntes lo confunden con Piero.
Durante una de sus visitas a la Argentina, Madonna, la reina de la canción pop, estuvo en una reunión de tinte íntimo en un departamento porteño de Guido y Montevideo. En la reunión, a la que no pudieron acceder los medios, la intérprete de Evita intercambió unas palabras con el broker de seguros Ladislao Pío Ayerza, al que encontró sumamente parecido a su ex pareja el actor Sean Penn. Ayerza hizo un par de modestos comentarios y con el tiempo, sus amigos comenzaron a llamarlo cariñosamente Pío Penn. "No solamente Madonna me encontró muy parecido a Penn. Cada tanto, en algún que otro sitio, alguien advierte mi parecido y hasta unos amigos de mis sobrinos me ofrecieron trabajar en uno de esos cortos experimentales. Pero no me da la cara y no cambiaría mi trabajo por nada del mundo. Ni siquiera por Madonna", expresa Ayerza, de 55 años.
La empresaria Silvia Brusky, nacida en Coronel Suárez, hace unos cinco años compartió el ascensor del edificio Olivetti con un popular cantante melódico, oriundo del mismo pueblo. Sergio Denis, vestido en esa ocasión con traje claro y sobretodo del mismo tono, al ser reconocido por Bruski modificó su postura y respondió: "Sí, ¿de dónde nos conocemos?" "De Coronel Suárez, vos sos pariente de los Hoffmann, te conozco de toda la vida." Consciente de que no se trataba de una seguidora típica más, el hombre dejó de lado su aura de artista y empezó a comentarle cosas de chicos de su pueblo.
A los 7 años, Alberto Juan Lonardi era fanático del humorista Carlitos Balá, hasta tal punto que, por la década del sesenta se dejó crecer el flequillo en permanente homenaje a su ídolo. Una tarde de domingo, cuando iba de paseo con sus padres en el auto por la avenida Córdoba, casi al llegar a Uruguay, pasó a su lado en un Peugeot Carlos Balá luciendo su emblemático flequillo. "En la parada del semáforo nos miramos; no podía creer que mi ídolo de la infancia estuviera a pocos metros. Enseguida me señaló el flequillo, bajó el vidrio y me gritó Ea Ea Pe Pe, y aceleró su auto perdiéndose en el tránsito porteño. Cuarenta años después iba por Las Heras y Pueyrredón, y me volví a encontrar con Balá. Me acerqué y fuimos caminando por Las Heras hasta Callao. Mientras tanto saludaba y recuerdo que le preguntó a un quiosquero si iba bien para allá, señalando un punto totalmente imaginario de la ciudad. Hace unos meses lo vi en un programa de televisión y me puse muy contento de verlo nuevamente, diciendo sus frases que aun los de mi generación repetimos muy de vez en cuando", cuenta Lonardi.
Papelones
Un poquito de vergüenza sintió la doctora Silvina Correzzi cuando hace un par de años iban con su hija de paseo por Central Park y se cruzaron con la política Elisa Carrió. "Yo la saludé amablemente mientras que mi hija, al pasar a nuestro lado, le gritó: Pará de comer waffles, gordita, que vas a explotar . Realmente un papelón que no pude evitar", suspira y comenta la doctora Correzzi.
Juan Carlos Fossatta cuenta que hace unos años, un viernes por la tarde esperaba con un compañero de colegio un taxi en Suipacha y Santa Fe. "Cuando estábamos por abordarlo, de la nada apareció Eduardo Bergara Leumann, que sin decir agua va se trepó al automóvil y nos miró diciéndonos: Este taxi es mío, ¿y ustedes adónde van? Cuestión que luego de discutir un poco, el actor fundador de La Botica del Angel nos acercó hasta donde íbamos, y sin permitir que pagásemos nuestra parte del recorrido nos dejó a unos metros de nuestro destino. Cantó y dijo cosas muy graciosas durante ese viaje que no nos olvidaremos más."
Eduardo Panesi cuenta: "A principios de los años ochenta, esperaba el colectivo 17 y en eso veo que entre la cola de los pasajeros estaba el actor Ernesto Bianco. Para mí era uno de los mejores actores nacionales de ese momento y hacía bastante poco que lo había visto en la obra de teatro Cyrano de Bergerac . Me acerqué y le dije que me había parecido una de las mejores actuaciones que había visto en toda mi vida. Pagó mi boleto y hablamos del teatro, del cine y de la televisión. Le pregunté por qué hacía a veces papeles insignificantes en televisión siendo tan buen actor. Bianco me respondió con una gran sonrisa: Es que la televisión me da de comer . Bajé y, emocionado, a la noche le conté a mis padres sobre ese encuentro".
Horacio Domenech tiene 59 años y vive en Olivos. "Cuando entré al cajero automático del banco en el que opero desde toda la vida encontré una tarjeta puesta. La extraje y con sorpresa descubrí que pertenecía a Pino Solanas. Me dirigí a la ventanilla para devolverla y ahí estaba Pino, al que le alcancé su tarjeta de débito. Un Huy, muchísimas gracias flaco , me lanzó".
Alberto Peroni se autodefine como chistoso intermitente . De viaje por La Paz, Bolivia, estaba desayunando con su madre, de 79 años, en un mercado campesino. De golpe irrumpió en el lugar un contingente de chicas de un colegio secundario de Potosí con sus cámaras de fotos y sus respectivos delantales. "Me acerqué al numeroso grupo de chicas y señalando a mi madre les dije que ella era muy famosa en la Argentina, que se llamaba Libertad Leblanc, y las invité a que posaran junto a ella. Entre risas cortadas mamá decía que no era cierto, que yo era un macaneador. Lo cierto es que los flashes inundaron el local entre las estudiantes y los turistas."
Mario Gabriel Toscani solía pasar los meses del verano en Punta del Este, Uruguay, junto con sus padres. "Tendría unos 13 años cuando descubrí que por las tardes, Vinicius de Moraes y su banda practicaban en la playa a eso de las 7, antes de tocar en La Fusa. Volví todas las tardes a La Posta del Cangrejo y ahí estaban dele que te dele . Vinicius no se apartaba de una joven rubia con pelo dorado, largo y sedoso. Con el tiempo esa figura tan sensual dominó mis retinas. Una de esas tardecitas, la joven, que no se despegaba de Vinicius, oyó que el autor de Garota de Ipanema le susurró al oído algo así como vai garota y todos se internaron en el mar. Nunca pude desprenderme de esa imagen tan sensual y de esa sensación de soledad."
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