
Del Guercio, con un aquelarre de recuerdos
De paseo: el ex bajista de Almendra recorrió la muestra de rock con La Nación en una noche plena de historia.
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Recuerdos que se multiplican. Y una frase que llega desde la memoria:"Nada estará obligado ni prohibido. Todo estará permitido. Inclusive jugar con los elefantes y pasearse por las tardes con una inmensa begonia en la solapa", así, casi como tiradas, esas palabras quedaron registradas en el programa de uno de los tantos recitales de Aquellarre.
"Es que en esa época todo estaba en ebullición -recuerda Emilio Del Guercio, mientras recorre la exposición "30 años de rock nacional"- desde la música nos interesábamos por el cine, el teatro, la plástica. Nosotros andábamos siempre por Belgrano pero empezamos a ir al Centro y a conectarnos con la gente de La Cueva, a raíz de nuestras excursiones a los cines Loire y Lorraine, en los que pasaban ciclos de cine francés". Una foto es testigo de ese cruce. Los Almendra con Caloi, con artistas pláticos y el editor Enrique Shapire.
Pero también aparecen, en una recorrida cronológica, los Shakers. "Me encantaban, fuimos a verlos con Rodolfo (García) al auditorio de Radio El Mundo. Tendríamos 15 años y sonaban de una manera impresionante. Terribles músicos que siguen siendo impresionantes". También aparecen Los Gatos Salvajes y Los Gatos. El impacto de su imagen tan mod y de las letras en castellano.
Los Almendra, por entonces, ya andaban juntos. Fusión de dos bandas: The Mods y los Sbirro, "dos grupos de barrio y amigos que se fusionaron".
Las fotos, los objetos, son disparadores de recuerdos. Un ensayo en el living de la madre de Luis Alberto, "se lo habíamos copado, hasta escribíamos en las paredes partes de letras, nombres de temas", cuenta y la foto es testigo del grafitti hogareño.
Ejemplares de La costra degenerada, una publicación que escribían a máquina Luis y Emilio y que hacían circular entre los compañeros del colegio. "Yo hacía una que se llamaba La Costra y Luis tenía la suya, La Cosa Degenerada. La unión estaba cantada. "Una vez un profesor nos incautó un número y después nos enteramos que lo habían leído en la sala de profesores y que, dicen, se habían reído mucho."
También está la flauta con la que grabó Emilio la introducción de "Figuración", para el primer disco de Almendra. "Ahora es de mi hija, pero nos la prestó para ponerla acá." Y, en otro sector, en el Museo de los Instrumentos, el bajo Repiso que usó en sus primeros tiempos. "Lo hizo un luthier español que vivió muchos años en nuestro país.
Se fue cuando volvió Perón. Llenó sus canastos de las maderas que usaba para los instrumentos y se volvió a sus pagos." Llegamos al sector Aquelarre, la banda en la que se embarcaron Emilio y Rodolfo García junto a Héctor Starc y González Neira, luego de la disolución de Almendra. Fotos aquí y en España, adonde emigraron en 1975, afiches de recitales aquí y allá.
Uno con la reproducción de la portada del primer disco de la banda, de 1972, hecho por el mismo Emilio.
"Con Aquelarre funcionábamos bárbaro porque cada uno tenía roles definidos, más allá de los musical. Rodolfo, un gran organizador, era una suerte de manager. El con Héctor Starc se ocupaban también de todos los aspectos técnicos y de sonido. Y yo de la parte escenográfica y de diseño. Hacíamos cosas de bajo costo pero interesantes. Mucho papel barrilete. En nuestra primera presentación en el teatro Lorange, por ejemplo, pasamos diapositivas y filmaciones, algo inédito para esos tiempos.
Pero no sólo es rememorar. Emilio confiesa que la exposición lo entusiasma para volver a tocar y que el próximo jueves participará en una zapada. "Y quizás el próximo año grabe, tengo material como para dos discos pero mi trabajo de diseñador me absorbe mucho". El 97 dirá.
Tres décadas entre stands
La del rock es una historia viva. Tan viva que se permite los contrastes que esta muestra de tres décadas expone stand tras stand. Así, mientras Del Guercio recorría la muestra y refrescaba sus recuerdos, en otro sector, Ricardo Iorio, en una conferencia abierta, emitía opiniones fuertes, comprometidas, en las que se entremezclaban el indio, la ecología y Piazzolla.
El ex Almendra y Aquellare y el ex V8 y actual Almafuerte son apenas una muestra de las tendencias que conviven en un lugar donde el rock defiende ese espacio de libertad que propuso desde siempre. Y donde todos se sienten involucrados.
Ariel, de 17 años, de una banda en formación, "sin nombre todavía", busca los stands de los grupos que él sigue (Massacre, Fun People), pero también disfruta de viejas y nuevas grabaciones inéditas y de los recitales. Con ojos distintos de los de Del Guercio, tripula otro viaje donde el pasado le habla desde el presente. Su presente. Y no se siente extranjero. "Lástima que no tenemos bajista todavía -dice él, voz y guitarra del proyecto-, si no podríamos tocar acá." En el país de la desmemoria ("país esponja", ha dicho Gieco), la exposición se convierte en la posibilidad de unir pasado y presente, en reconocimiento de otro espacio. El que se ganó desde la calle. Por eso no es casual que por todas partes haya afiches callejeros, de todas las épocas. El rock, expresión comunitaria.






