Bruce Springsteen
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Sin la E Street Band, Bruce se olvida de la redención
El decimotercer album de estudio de Bruce Springsteen es su disco más convencional como compositor y cantante desde su debut en 1973, Greetings from Asbury Park, nj. Este Devils and Dust se compone de doce canciones con estructuras narrativas del pasado, tocadas en un estilo apagado y mayormente acústico que huele a madera quemada y brilla en los lugares precisos. Entre estas historias no hay conexión ni una necesidad de redención; no es The Rising. Y no está la E Street Band para encender la compulsión de salvar y ser salvado, marca registrada de Springsteen. Aquí están Steve Jordan en batería, el productor Brendan O’Brien en el bajo y Springsteen en casi todo lo demás, junto a su esposa, la cantante Patti Scialfa, y el violinista de la E Street Soozie Tyrell.
De todas maneras, Devils and Dust es, en cuanto a su efecto, el disco más audaz de Springsteen desde Nebraska, de 1982. Abre con el pecado mortal –una áspera carta a casa desde una guerra en la que ambos bandos matan en nombre de Dios– y termina con la muerte: "Matamoros Banks", una plegaria en memoria de un inmigrante ilegal que no consigue cruzar el Río Grande. Con su punteo dulce y una orquestación suave y ondulante, "Reno" flota como una brisa nocturna a través de la ventana abierta del dormitorio. Pero el sexo que hay allí es adúltero, gráfico y pago.
En "The Hitter", un boxeador derrotado recuerda la brutalidad de una vida de asesino a sueldo. Es una de las tantas canciones de Devils and Dust que Springsteen escribió hace casi una década, en un concentrado período de inspiración mientas giraba en el círculo espectral de la canción country, The Ghost of Tom Road, de 1995. Aquí revive la topografía polvorienta y el ánimo solitario de ese álbum con resultados conmovedores. En "Long Tome Comin", un tema rústico con trampa bailable y guitarra de acero, un padre ruega por sus hijos mientras la familia duerme profundamente: "Si tengo un deseo en este bendito mundo, hijos/ es que cometan sus propios errores".
Pero Devils and Dust es también inmediato y perturbador. Estas personas son nuestros vecinos, y sus problemas son también los de Springsteen. El escribió la canción "Devils and Dust" en 2003, tras el comienzo de la guerra de Irak, y se nota. Su quebrada agonía vocal cuando mira a Dios a los ojos es tan antigua como Stephen Crane y tan fresca como Fallujah.
Hay momentos, como el falsete susurrado de Springsteen en el rockabilly de fogón "All I’m Thinkin’ About", en el que es imposible evitar el deseo de que regrese la E Street Band. Pero muchas de las mejores canciones de Springsteen, desde "Born to Run", son acerca de una salvación que está fuera de alcance, a la vuelta de la esquina o detrás de la colina, y sobre todo lo que cuesta llegar allí.
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