El adiós a una entrañable maestra
Inesperadamente falleció anteayer en Buenos Aires la actriz, directora y maestra de actores Nina Cortese. En las últimas décadas su actividad estaba en la crítica teatral: desde los años 80 se desempeñaba como tal en el diario Ambito Financiero y era, además, presidenta de la Asociación de Cronistas del Espectáculo (Ace).
Su relación con el teatro comenzó en Mendoza, su ciudad natal, en la década de 1950. Se formó junto a la maestra rusa Galina Tolmacheva, a quien profesaba una profunda admiración que sólo en los años 90 volcó en su libro "Galina Tolmacheva o el teatro transfigurado", publicado por el Instituto Nacional del Teatro. Con "Gala", como la llamaba, también aprendió a reconocer el valor de los clásicos y su respeto y su devoción por ellos se mantuvieron intactos hasta el presente.
Llegó a Buenos Aires en los años 60 y enseguida se ligó a la actividad teatral porteña y los nuevos autores europeos que comenzaban a divulgarse en la ciudad, como Eugenio Ionesco. A la par, su tarea docente se proyectó en la Escuela de Teatro de Bahía Blanca (de la que fue directora), la Escuela de Teatro de La Plata y la Escuela Nacional de Arte Dramático.
En los últimos tiempos sólo trabajaba con alumnos muy exclusivos, dirigía experiencias pequeñas de las que hablaba después de estrenarlas y estaba pendiente de compilar algunos materiales inéditos de Galina Tolmacheva -que todavía conservaba- y publicar sus obras de teatro: "El visitante" (escrita en colaboración con Rubén Pires), "Martha y los adioses", "Estaciones" y "Ap.Saras".
Quizá por cansancio, por soledad o porque no le estaba gustando vivir en este mundo de valores tan quebrados, en los últimos meses su espíritu había decaído. Decía que sus fuerzas se estaban agotando, pero se la veía espléndida y así estuvo el día de la entrega de los premios ACE, buscando apoyo en su amado Anton Chejov para su discurso de cierre del acto.
Nina Cortese, en reunión de amigos siempre hablaba de la plenitud de su vida. Gozó la vida como pocos, amó profundamente, promovió discípulos y se hizo fuerte entre amores contrariados, clases de teatro y giras interminables por el interior del país. Su anecdotario era inmenso y sumamente divertido. A veces sus reacciones eran insoportables. Pero era una mujer tan entrañable que no había manera de enojarse con ella porque era profundamente amable, respetuosa, segura y transparente. Su sabiduría era para tener muy en cuenta.
Nina fue a dormir su siesta y no despertó. ¡Qué pena!
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