
El cantor no se calla nunca
Por Carlos Ulanovsky De la Redacción de LA NACION
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Los hermanos Abalos y don Antonio Tormo; los Quilla Huasi y los Tucu Tucu fueron adorados por su público, y esa especie de varita mágica los llevó a prolongar sus carreras lo máximo que pudieron. ¿Cómo contener tanto afecto si no es extendiendo los años de actuación? Aunque no es la formación original, hace unos días otro grupo folklórico que marcó épocas, Los Fronterizos, estuvo en un teatro de la avenida Corrientes festejando sus 50 años de vida artística. El paradigma de estas despedidas (que no son tales) artísticas y humanas difíciles, emotivas, casi imposibles, fue la gira de más de dos años de los inefables Chalchaleros, que, evidentemente, no se podían ir de los escenarios. Aunque primero lo escribió y lo cantó con una fuerza única, Horacio Guarany -que anunció su propia despedida para el próximo Festival de Cosquín- sabe como artista popular que es absolutamente improbable "que se calle el cantor". De ahí estas afirmaciones de dos presuntos ex chalchaleros. Juan Carlos Saravia, que afirma que "no se puede vivir sin cantar", y Polo Román, que agrega: "Te duele no cantar porque uno se levanta con música en el corazón y en el alma". Ellos, y también Mercedes Sosa, que no está en el final ni por casualidad, pero que ya planea en un museo propio para acomodar y organizar sus dulces recuerdos, representan aspectos de este fenómeno que son los cantantes, a los que les resulta tan difícil dar un adiós definitivo y siempre, siempre, están regresando. Que lo admitan Gieco y Heredia, que andan por la edad media de la vida, y que empiecen a palpitarlo jovencitos como Rally Barrionuevo, Abel Pintos y Luciano Pereira, porque es lo que les espera: que sepan que la abstinencia musical es un imposible.
Eso mismo explica ciertas trayectorias extendidísimas de estrellas del canto (¿para cuándo las despedidas de Estela Raval o Sandro?) o de las del tango, que no pueden prescindir del micrófono, de las guitarras y de los aplausos. En el mundo del rock pasa algo parecido. Buscando recuperar algo que nunca estuvo del todo perdido -me refiero a la fiesta de la actuación, la exaltación de la música, la devolución de los fanáticos- en los últimos años volvieron, a veces simbólicamente, a los escenarios grupos como Alma y Vida, Vox Dei, Sueter, Los Twist, Los Gatos o la Superbanda que hace poco reunió a monstruos como Edelmiro Molinari, Ciro Fogliatta, Black Amaya y Héctor Starc, deseosos de demostrar que, pese a los logros, no están de vuelta de todo y que tienen cuerda, teclas y redoblantes para rato. Muchos están formalmente retirados, pero jamás alejados. Siempre habrá un lugar como para darle razón a ese consagrado grito popular "una más y no jodemos más". Nunca es la última, porque siempre habrá una peña, un brindis, un encuentro, un escenario improvisado, el recuerdo de un aniversario, una zapada, una guitarra que aparece del lado más inesperado y repone, intactas, las ganas de tocar y cantar.



