
Nadie hubiera dicho a fines de los 80 –cuando eran gordos, pelados y desafinados, y tocaban ska– que los Fabulosos Cadillacs se descolgarían alguna vez con un show como éste.
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Nadie hubiera dicho a fines de los 80 –cuando eran gordos, pelados y desafinados, y tocaban ska– que los Fabulosos Cadillacs se descolgarían alguna vez con un show como éste. En el medio, claro, habían pasado diez años. Calavera Experimental Concherto fue el reflejo en vivo y el vivo reflejo de la mutación que atravesó el grupo a partir del ingreso del guitarrista Ariel Minimal y la grabación del álbum Fabulosos Calavera.
Durante aquellas noches atípicas, Vicentico se pasó la mayor parte del concierto sentado al piano y Flavio Cianciarullo prefirió en casi todos los temas la sonoridad del contrabajo acústico a la del bajo eléctrico. La banda tocó una música difícil, contaminada por el jazz y la herencia de Astor Piazzolla, que, hasta entonces, en la historia del rock argentino, sólo había recogido Serú Girán. Los temas viejos, incluso, fueron adaptados al estilo Calavera. Para reconciliarse en público con una tradición de la que solían abjurar en la primera época de la banda, los Cadillacs sorprendieron al auditorio con sus propias versiones de clásicos como "Una casa con 10 pinos", de Manal, y "El anillo del capitán Beto", de Invisible. Las diapositivas que se proyectaron sobre el fondo del escenario –fotos familiares de los músicos– mostraban cómo habían crecido los integrantes de la banda en el transcurso de tantos años y cómo, incluso, algunos de ellos habían formado familia y criado hijos. La música que tocaron también mostró que habían crecido, y que crecer no tiene nada que ver con aburguesarse. En el Broadway, los Cadillacs presentaron en sociedad una nueva etapa en su carrera. Etapa que todavía siguen recorriendo, inquietos, experimentales y calaveras.






