
Ibsen y su inolvidable Rebeca
Los dramaturgos escandinavos ocupan las carteleras británicas. La columna de la semana pasada reprodujo conceptos de la crítica sobre una versión, al parecer no muy afortunada, de "Señorita Julia", del sueco August Strindberg, en el Haymarket de Londres. Simultáneamente, en el Nottingham Playhouse se representaba, por la compañía del Teatro Nacional de Noruega (en idioma original, con traducción proyectada), una de las obras más misteriosas y apasionantes de Henrik Ibsen (1828-1906): "Rosmersholm", uno de los caballitos de batalla de la gran Eleonora Duse. Con dirección de Terje Maerling, "se ofrece una interpretación audaz y orgánicamente emocional", señala el crítico Paul Binding.
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La historia -que apasionó a Freud, hasta el punto de consagrarle muchas páginas en sus "Tipos característicos en el trabajo psicoanalítico"- trata del ex pastor protestante Rosmer, el cuarentón propietario de la gran casa de campo que da título a la pieza, quien adhiere fervorosamente al radicalismo que por entonces conmueve a Noruega. Ha renunciado a su condición de clérigo y se solidariza con los jóvenes iconoclastas. A su lado tiene a Rebeca West, que fue la acompañante de la mujer de Rosmer, Beata, una neurótica que acabó tirándose al río desde un molino cercano.
Rosmer y Rebeca comparten los nuevos ideales políticos, pero ése no es el único lazo que los une: él no sabe que está enamorado de Rebeca, y ella está locamente enamorada de él, pero se niega a revelárselo porque en el pasado de esta extraña mujer hay terribles secretos cuya revelación los separaría para siempre. "La hipnóticamente bella Laila Goody no deja duda, en el papel de Rebeca, de que el poder sexual, reconocido y manipulado - pero también instintivo en alto grado, y por tanto inerme contra sí mismo-, es la esencia de esta mujer", escribe Binding.
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Freud, en la obra citada, ve en Rebeca una avanzada de sus propias pacientes vienesas, víctimas de un terrible pasado y de la culpa consiguiente, que ahogarán toda posible felicidad, así como el torrente del molino finalmente la ahoga a ella y a su amado. Ese oscuro secreto es el incesto con su padre (supuestamente, su padrastro), audaz y, no obstante, sutilmente aludido en el diálogo. Para Freud, "Rosmersholm" es "la mayor obra de arte entre las que tratan de esta común fantasía de las mujeres en su infancia". Pero hay más: ella confiesa haber empujado discretamente a Beata a la muerte, para quedarse con su marido. Es la intrincada red tejida entre el idealismo y la sensualidad sofocada, lo que convierte a "Rosmersholm" en una tragedia. Tal vez convendría que algún teatrista local la releyera.






