
Jérôme Bel, al borde de sí mismo
El cuerpo, el movimiento y la reflexión sobre la representación
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Aunque ya tenga 50 años, el coreógrafo francés Jérôme Bel sigue siendo un enfant terrible de la danza. En verdad, Él niño terrible de la no-danza. Influenciado tanto por Pina Bausch como por Merce Cunningham, tanto por Pierre Bourdieu como por Michel Foucault, sus puestas o instalaciones o laboratorios o espectáculos o lecturas/performáticas (use usted la categoría que crea) están atravesadas por la pulsión de expresar a la sociedad en un contexto de puro aquí y ahora.
De la más pura diversidad se nutre Compañía, compañía, la experiencia que acaba de montar en el Mamba y que abrió el ciclo "El borde de sí mismo. Ensayos entre el teatro y las artes visuales". Compañía, compañía está integrada por unos 20 intérpretes. En cada localidad en la que se presenta, el elenco es seleccionado por un preciso casting. Debe haber bailarines profesionales y no. Debe haber intérpretes muy jóvenes y gente de la tercera edad. Debe haber de esto y de aquello en las diversas lecturas de lo que es esto y lo que es aquello.
Para el montaje de la puesta casi no hay ensayos. A lo sumo, pautas explicitadas antes de la primera "función", en un intento radicalizado de preservar el gesto efímero de lo real llevado a escena. En el caso porteño, se montó en uno de esos pulcros espacios blancos que algunos museos o centros culturales copian como si se tratara de un local de comida rápida que intenta borrar toda marca de lo personal en nombre de "la" marca. Lo cual, en este caso en particular, generaba un efecto extraño.
En medio de ese lugar dominado por el blanco, Jérôme Bel se apodera de la energía del espacio. Cada intérprete, a su turno, baila un tema que el resto intenta copiar. Original y copia. Y copias que son, en cada una de sus particularidades, piezas originales que, en su conjunto, disparan reflexiones sobre la diversidad de los cuerpos, las herencias culturales, los tiempos de vida, las particularidades del movimiento o las marcas del consumo en la piel. El soundtrack va de una melodía típica del ballet clásico al pop más pop, pasando por el twist o un flamenco en una sucesión de temas a lo largo de casi 60 minutos.
En muchos sentidos, Compañía, compañía es unconcepto en gestación en estado puro (aunque en la última función del lunes pasado ante una verdadera multitud se percibían ciertos movimientos que estaban al punto de la mecanización). Es tan radical en su forma como sencilla en su puesta en escena. Silvio Soldán, que supo ser uno de los conductores del ciclo Feliz domingo, lo podría haber presentado así: "Tengas mucha o poca edad, cualquier ritmo bailarás". André Lepecki, investigador de la performance, escribió sobre Bel de esta otra forma: "La interrogación de la ontológica política planteada por Bel adopta la forma de una crítica sistemática de la participación de la coreografía en el proyecto más genérico de la representación occidental".
En Compañía, compañía -entre Soldán y Lepecki- el notable agitador de la experimentación escénica arma una fiesta colectiva, catártica y energética de fuerte contenido político. En muchos otros sentidos, una de las marcas de Jérôme Bel con sus admiradores y detractores. O sea, tómalo o déjalo. Tómalo.
En el ciclo "El borde de sí mismo", desde hoy hasta el domingo, Rubén Szuchmacher presentará Intervalos, con la colaboración de Lautaro Vilo y Miguel Rausch.




