La llama ardiente de Astor

Noche de clausura de "Astorgango" homenaje a Piazzolla con Horacio Ferrer y el Quinteto integrado por Néstor Marconi (Daniel Binelli) en bandoneón Gerardo Gandini en piano Fernando Suárez Paz en violín Oscar López Ruiz (Horacio Malvicino) en guitarra y Héctor Console en contrabajo; los cantantes Amelita Baltar Nelly Vázquez Jorge Sobral José Angel Trelles y Raúl Lavié más Rodolfo Mederos y Raúl Garello (bandoneones). Organiza Multimedios América. En el teatro Opera.

Estamos en la tercera noche de Astortango. La que se dio en llamar "Piazzolla porteño".

El triduo había comenzado con "Piazzolla y el jazz" y las visiones de Gary Burton y el Octeto de Daniel Piazzolla más los aportes de los pianistas Chick Corea y Danilo Pérez. Y prosiguió en la curiosa noche dedicada a "Piazzolla y América" con artistas tan dispares como Tania Libertad y Hermeto Pascoal; Raymundo Fagner y Soledad Bravo y los tributos de Héctor Stamponi y Jairo.

El reencuentro con el espíritu musical de Astor Piazzolla tras la incursión del Octeto llega de la mano de un Quinteto instrumental ad hoc con músicos que participaron en sus anteriores formaciones (quinteto o sexteto) y otros que cultivaron su estética como sus colegas los bandoneonistas Rodolfo Mederos y Raúl Garello. Y están como corresponde aquí cantantes como Amelita Baltar quien desde la operita "María de Buenos Aires" hasta "Balada para un loco" fue una prolongación de su genio creador; como José Angel Trelles que también fue convocado por Astor y otros como Jorge Sobral Nelly Vázquez y Raúl Lavié.

Astor esa pasión

Abre la tercera noche el poeta del músico Horacio Ferrer. Su mejor contribución son sus propios versos: "Mi viejo Piazzolla" sentimentales y henchidos de giros surrealistas.

La música de Piazzolla -que hubiera debido ser en todo momento de "Astortango" el real tributo- llega en "Verano porteño". Gandini-Suárez Paz-Marconi-López Ruiz-Console arremeten con ritmo pesante una partitura que pide fuego.

"Invierno porteño" trae (paradojal) más calor. La empatía con la llama de Astor es más intensa hasta que llega su final de aires barrocos.

El primer regalo de la noche es la voz y la medular expresión de Jorge Sobral al cantar ese bellísimo tango "La última grela". Su versión es todo un modelo de estilo tanguero introspectivo y conmovedor.

Cuando Binelli asume el bandoneón (integrando el quinteto) el cantor es Raúl Lavié. Lavié entonará "Balada para mi muerte" y "La bicicleta blanca" tan cerca de la vociferación como lejos de Piazzolla y del tempo musical. Sus rallentando todavía incorregibles son compensados por su voz y don histriónico.

Otro regalo es "Milonga del ángel" en la emocionada entrega -demorada intensa- de Raúl Garello. Le siguen "Resurrección del ángel" con su cadencia elegíaca que desemboca en la rítmica trepidante asumida por Binelli con alguna crispación y "Michelangelo" y su alucinante fuga sostenida en síncopas.

Habrá que olvidar como un lapsus del homenaje la versión de "Los pájaros perdidos" a cargo de Nelly Vázquez. Y recordar "Libertango" con las locuras de Gandini incluidas. Y también la devotísima "Soledad" por Mederos y su dúo con Suárez Paz.

Trelles está imbuido de la impronta de "Mi loco bandoneón" y "Bocha" y da gusto escucharlo de nuevo.

Ya en el final "Adiós Nonino" es la marca insustituible a la que se adhieren los arrebatos de Gandini. Y Amelita Baltar la rúbrica necesaria con su fascinante voz ronca y una emoción que vibra en "Chiquilín de Bachín" y que estalla en "Balada para un loco".

Amelita pronuncia las palabras finales. Ella como asumiendo la voz de todos dedica el homenaje "a tu familia a tus amores a tu público". La cantante de Piazzolla traza allí mismo el perfil y la dimensión del músico y creador: el de "irreemplazable en la historia de la música argentina".

Por René Vargas Vera

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