La Rinaldi, un monumento ciudadano
En la calle: con la participación de la célebre cantante, el recital de anteanoche, en las avenidas Corrientes y 9 de Julio, se convirtió en un diálogo de amor entre ella y la ciudad.
Tibia noche de un verano anunciado. Apenas una estrella asoma, furtiva, en plena 9 de Julio.
Buenos Aires sigue siendo un torbellino a las nueve de la noche. El tráfago urbano invade con su alboroto de motores, y es inconcebible que pueda nacer una música en sus inmediaciones.
Sin embargo, allí mismo surge una voz, que no es de sombra, porque tampoco lleva el nombre de Malena. Es la luminosa garganta de Susana Rinaldi la que alumbra la primaveral noche porteña con acentos de tango.
Las notas se hacen oír en medio del hervidero ciudadano. Y "Melodía de arrabal" es la primera declaración de amor de Susana a su Buenos Aires querido.
La Tana está cantando en el alto escenario de espaldas al río. La Tana y el Obelisco: todo un símbolo consagratorio de quien prestigia nuestro amado tango en el mundo entero.
Un numeroso público se ha dado cita para el encuentro culminante en esta fiesta internacional del tango. Una cita que nos devuelve ritmos, melodías y palabras que guardamos en el corazón y que suelen brotar en el canturreo esporádico, en el silbido quedo del transeúnte cotidiano.
Susana los está cantando como pocos saben hacerlo. Con unción, con devoción, con garra, con mugre.
Allí están, para conmover, "Cafetín de Buenos Aires" y "Como dos extraños"; allí llegan, abrazadas en un mismo tramo, "Malena" y "María"; allí surgen, nostálgicos, "Tinta roja" y "El último café"; allí derraman su gracia sempiterna "El día que me quieras" y "Naranjo en flor".
Todos vibran como inaugurales en la voz de Susana, en sus minuciosas articulaciones, en sus fraseos morosos, en sus énfasis retadores, en su temperamento irrefrenable. Desde el fondo de sus vísceras.
Susana camina, bailotea. Su histrionismo -marca en el orillo de su canto- ha madurado en cada palabra, en cada gesto mínimo o ampuloso.
Una milonga -esto era impensable- recibe palmas del heterogéneo público en el que se han mezclado cientos de jóvenes: los nuevos oídos para eternizar la canción ciudadana.
Borges mismo se instala en ese alto pilar porteño de punta piramidal. "Se acabaron los valientes/y no han dejado semilla". Susana lo ha recitado. Y es su primera alusión a la actualidad.
Una actualidad que tanto sabe celebrar la conquista científica del corazón electrónico colocado a una mujer, como enarbolar sus infatigables arengas frente a los poderosos que nos gobiernan, cuando hace cantar en coro el "Y a mí ¿qué?", y su defensa de esta expresión del canto popular -el tango- como renombrado patrimonio de los argentinos.
Lo que se hereda
La noche avanza y el grupo que preside Juan Carlos Cuacci desde los teclados embellece el canto.
El corazón de madre de Susana no puede con ella. Por eso se enorgullece al presentar a su hijo Alfredo Piro, con el que compartió escenario y gloria en el reciente festival de tango de Montevideo. Y así, junto a la sólida voz del joven Piro-Rinaldi, Susana entona el lapidario "Ventarrón". Y acto seguido pasa el aviso: su hijo presentará hoy, en Recoleta, su flamante disco compacto.
Susana ha cantado todas las notas de peso (también las de paso) de los tangos, con el respeto que merecen sus creadores. Ese respeto la convierte en un modelo insoslayable para los jóvenes cultores.
Porque son los cantantes de tango los que muchas veces se permiten reinventar las melodías de los tangos, llevándolas temerariamente por derroteros inciertos.
Quizá esta fidelidad es lo que está agradeciendo con fervor este público que se ha sentado o permanece de pie frente al Obelisco.
Nuestro Obelisco, enhiesto y mudo, seguramente estaba esperando este momento en que alguien le cante a su compañero emblemático: el tango, en sus propias barbas.
Susana Rinaldi está consciente de este privilegio que agradece -lo subraya con énfasis- al Centro de Divulgación Musical, encargado de diseñar y organizar estos encuentros con nuestra música ciudadana.
Las palabras finales de Susana van más allá de este momento inolvidable cuando hace votos "para que se pueble de amor la tierra entera".
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