León Gieco se presentó en Madrid

MADRID.- Entre tanto argentino no podían faltar: los ocho Orozco llegaron a España. Los presentó León Gieco en un concierto a teatro lleno en Madrid, en el que, para sorpresa de la mayoritaria representación de nuestro país en la sala, los españoles festejaron las andanzas de los patéticos hermanos como si los conocieran de siempre.

-¿Habrán entendido de qué se trata? -preguntó La Nación a Gieco.

-Es muy posible que no. Pero no importa. Las canciones pueden llegarte igual aunque no comprendas la letra. Yo soy el mejor ejemplo: toda la vida me gustó Bob Dylan, y hasta lo copié con descaro sin entender qué decía...

Eso fue, naturalmente, después del show, que, en realidad, se convirtió en un encuentro entre argentinos y el cantante al que la otra parte del público, minoritaria y española, asistió complacida.

Fue un juego: Gieco había preparado una rutina, pero pronto se agotó. Tenía pensado tocar sólo una hora y tocó dos. El público pedía y él decía bueno. Nadie se movió de su asiento Ñquienes lo teníanÑ. Porque muchos se aguantaron los 120 minutos de pie. Y así pasaron todos los clásicos: "La colina de la vida", "El fantasma de Canterville", "Navidad", "Los salieris de Charly". En el medio, "La Cigarra", de María Elena Walsh. Y el cierre Ño lo que intentó serloÑ, naturalmente, con "Sólo le pido a Dios".

Gieco llegó con un aspecto mezcla de guerrillero y viajero espacial. Vestido de negro, con lo que parece un uniforme de comando, él aclara: "En realidad es de piloto militar norteamericano". Y un cinturón con cananas para cartuchos, donde, en vez de municiones, guarda las armónicas.

Está solo. "No estoy acostumbrado a tocar sin banda. Me siento un poco desvalido", confiesa antes de empezar. Sólo tiene su guitarra y sus armónicas. Eso y su voz, que no es la misma, le alcanzan para seducir y para conmover. En la primera fila están quienes ya lo conocen: los españoles Ana Belén y Víctor Manuel. También llegó Miguel Ríos, y, en gira, Joan Manuel Serrat se excusó por no ser de la partida. Hay emoción contenida cuando la música lleva tierra adentro. A los acordes del chamamé o de la zamba. Y se aplaude mucho más fuerte que lo habitual cuando la canción habla de los que, empujados, se van a vivir a otro lado, lejos de su país y de su cultura. "¡Papeles para todos!" grita un grupo de argentinos que, como tantos otros recién llegados, seguro que no tiene sus documentos en regla.

Pero Gieco no escucha. Luego, en charla con La Nación , dirá que la falta de futuro que hoy lleva a muchos argentinos a buscar suerte en otra tierra no es algo tan grave. "Ese es un problema que afecta a los privilegiados. Los que hacen cola frente a los consulados están ahí porque su papá les puede comprar un pasaje. Los que realmente están mal no pueden ni pensar en eso. Seguro que en las colas no ves nunca a un villero o a un aborigen de los wichis." En el show habla un poco de la Argentina. Y la ubica en su contexto latinoamericano, el continente donde ÑdiceÑ "llevamos 500 años igual". Pero al hablar específicamente de nuestro país aclara: "Quiero decir a los españoles que están acá que, si no fuera por la p... corrupción que tenemos encima, sería tierra suficiente para todos".

El concierto llega al final. Gieco se despide hasta el verano europeo, en que regresará a Madrid para la semana del rock argentino, un concierto en el que participarán más de 50 músicos de nuestro país. Afuera, en la puerta, dos porteños de unos treinta años reparten lo más rápido que pueden volantes de su negocio: "Distribuidora de pastas caseras, al estilo argentino", promete pomposamente el folleto.

-¿Montaste una empresa? -pregunta La Nación .

-No. Lo hacemos en casa. Con mi mujer y un cuñado. A ver si con esto tiramos, dice.

Gieco cantó, habló. Y se fue hasta el verano. Madrid y el invierno siguen igual.

Por Silvia Pisani

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