"Menem fue muy valiente"
A punto de compartir otra vez un escenario con Mercedes Sosa, el músico dijo que su reunión con el ex presidente fue "un acto de cholulez mutua" y advirtió: "No tengo vida privada y me gusta no tenerla"
Bienvenidos, una vez más, al maravilloso universo García. Ese en el que, como es sabido, todo puede ocurrir y que, en esta oportunidad, tiene su escenario físico en la casona-sala de ensayo que el músico posee en el barrio de Palermo. Es que por estos días, Charly García se interna aquí durante extensas y extenuantes jornadas para preparar junto a sus músicos el show que realizará el próximo miércoles con Mercedes Sosa en la ciudad de Mendoza.
Un recital enmarcado dentro del ciclo "Argentina en vivo" y que se centrará en esa mágica comunión entre el bigote bicolor del rock argentino y su madrina musical que, hace ya casi tres años, editaron el disco "Alta fidelidad". La amplia habitación que cumple la función de estudio está decorada a lo García: un gran telón de "Titanes en el ring" de fondo, graffiti de Say No More a diestra y siniestra, una bandera pintada con la imagen del músico -regalo de algún fan-, un afiche de los conciertos que fijaron el regreso de Seru Giran en 1992 y un cartel con los ojos de un búho que reza: "Dormir o no dormir".
La dulce espera
En el centro de esa surrealista escenografía, García y sus teclados. Recién bañado, con una coronita de cotillón en su cabeza y un look tarantinesco -camisa blanca, corbata fina negra, pantalón negro-, Charly juega con los acordes de "Alfonsina y el mar", mientras espera a que llegue el resto de su banda. Esta vez, es al revés. El es el que espera a los demás. Algo inusual pero, esta vez, con un motivo legítimo: García quiere ensayar lo más posible para este show, ya que desde ningún punto de vista le fallará a su amiga íntima Mercedes Sosa. Todo debe estar a la perfección y por eso la autoexigencia.
"No va a ser una presentación de "Alta fidelidad" -remarca García luego de más de ensayo ininterrumpido- sino más bien una representación del espíritu de aquel disco. Porque si alguna vez lo presento en serio con Mercedes, me gustaría que sea en un teatro chico y con mucha fidelidad."
Todavía no se contactó con la cantante tucumana, pero en cuanto lo haga, intentará convencerla de su idea. "Me gustaría hacer mis temas, pero también quisiera incluir algunas canciones que ella canta habitualmente, que son del acervo folklórico. Como ella va a cantar dentro del show nuestro, me gustaría hacer cosas como "Alfonsina y el mar" o algo de "La misa criolla". Una cosa folklórica estilo Ramírez. La verdad es que ahora me gustaría ir más al terreno de ella".
-¿Algo así como cuando tocaste con Mercedes en Cosquín ´97?
-No. Porque en esa oportunidad pisé el terreno folklórico, pero para cambiarlo. Fue una idea de Mercedes. Ir allá, cantar el Himno Nacional, fue toda una provocación. Exactamente en el mismo momento lo mataban a (José Luis) Cabezas. Y nosotros lo sentimos, algo raro estaba pasando. Fue una cosa muy fuerte.
Gente que va y viene
El fondo de la casona está repleto de gente que va y viene. Amigos, músicos, managers y jefes de prensa, intentan combatir el agobiante calor de la noche, bebiendo algo fresco y comiendo un asado al aire libre.
Alimentados los músicos, García los vuelve a someter a otra hora de ensayo. Esta vez, más intensa. Cada canción se repite una y otra vez hasta que se escuche perfecta. Aquí no hay lugar para los errores. García se enoja, se preocupa porque el tono de los teclados esté al mismo nivel de la voz de Mercedes, grita, y le vuelve esa sonrisa casi diabólica, cuando finalmente escucha lo que quería.
"¿Tenés un bombo legüero o el sonido de un corazón ahí en el teclado? -le pregunta a uno de sus músicos-. ¿No? ¿Y un vientito? Bueno, dale." El pedido es para crear una introducción acorde con "Como mata el viento norte". Luego pasan "No voy en tren", "Popotitos", "No llores por mí Argentina" y una extensa lista de sus canciones. Entonces sí, es necesario otro parate.
-¿Es difícil preparar un concierto junto a Mercedes?
-No, lo que pasa es que todo debe ajustarse un poco más. La voz de Mercedes tiene la cualidad de semejarse bastante a un instrumento clásico. Naturalmente, su voz tiene una riqueza armónica, tímbrica, etcétera, que, como ella misma dice cuando reniega de las críticas que lo primero que ponen de los recitales es si el sonido fue bueno o malo y por último se refieren a las canciones: "Cómo yo voy a hacer un sonido malo, lo único que el sonido puede hacer es arruinarme". Y tiene razón. Eso pasa cada vez más, cada vez hay más aparatos y la voz se filtra por circuitos electrónicos que la pueden deformar más.
-Este show se hará justo un año después del que ofreciste en Puerto Madero para más de 200.000 personas y con el polémico homenaje a los desaparecidos de por medio.
-Ese concierto fue uno de los mejores ejemplos de una buena producción. Se habló con mucho tiempo de anticipación, se pensó mucho en los carteles, hubo toda una preocupación por la escenografía. Llegué muy bien a ese show. Y en cuanto a lo que se armó por los helicópteros..., en realidad yo lo dije de otra forma. Lo que pasó fue que en el teléfono descompuesto terminó saliendo otra cosa. Y yo dije okey, me hice cargo de la situación. Y tomé la misma postura que Marilyn Manson cuando algún grupo ultrarreligioso lo ataca: "Alguien va a picar". Y así fue. Los dejé que picaran y la gente empezó a hablar y hablar. Pero el remate fue cuando subieron las Madres de Plaza de Mayo al escenario.
-¿Por qué todavía no estrenaste la tan mentada sinfonía, que supuestamente ibas a presentar en diciembre del año último?
-Hacerla en diciembre hubiera sido apresurado. De todas formas, ya la teníamos compuesta. Yo llegué con mis deberes, pero pasó que en la interna del Colón hubo cambio de gobierno y ese tipo de cosas. Pero ahora está todo bien, estoy contento. Aún no me contacté con la gente del Colón porque junto a Gabriel Senanes -un periodista amigo de García- decidimos concentrarnos en la música y dejar todo ese tipo de problemas afuera. Que no nos toque, no queremos que esas cosas mansillen lo que estamos haciendo. Por eso también se demoró, no insistimos, sino que sólo esperamos.
-Si lo de Cosquín fue una provocación al ámbito folklórico, ¿esta sinfonía también lo es, pero para el ambiente de la música clásica?
-No, en todo caso es una provocación a los sentidos, a estirarse un poquito más, a prestar más atención. No hay un fin ulterior, simplemente es un pedazo de música que queremos mostrar.
-El último año también te metiste con la política y tocaste para el ex presidente Carlos Menem.
-Eso me pareció alucinante, un acto casi de Warhol. Y me pareció que fue cholulez mutua. El fue muy valiente. Me gustó que yo no pude ir un par de veces y él insistió directamente por teléfono. Me encantó que se pusiera el brazalete de Say No More y cuando se animó con el piano. Además, no estaba en campaña ni me podía utilizar para nada. Creo que realmente fue un acto de un fan.
Su manager le acerca un plato con carne cortada que García devora de manera poco elegante. Entre bocado y bocado, cuenta su visión acerca de sus peleas con la prensa -ver aparte- y, sobre el final, la charla desemboca en el aún inconcluso capítulo casi pugilístico que sostiene con Andrés Calamaro. "Esa historia no está cerrada porque perdí un amigo. Espero se le pase, porque está pasando por un mal momento. Hay algo que no lo deja tranquilo, hay un monstruo que se apodera de él y hace las cosas mal. Espero que se le pase. En el fondo era mi amigo."
Charly se pone a jugar con una muñeca Barbie que le acaban de regalar y se la lleva para que lo acompañe en los teclados. Ahora ensaya sin sus músicos. Las puertas del maravilloso universo García se han vuelto a abrir y, otra vez, cualquier cosa puede ocurrir. Por eso siempre vale la pena entrar y husmear en él, aunque García no se canse de repetir que "la entrada es gratis... la salida, vemos".