
"Mi primer amor, un clásico inglés, el MG TC de 1947"
Jorge Ferreyra Basso
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"Hace 30 años, en junio de 1978, mientras por una parte festejábamos haber ganado el Mundial de fútbol, por la otra, la filial de General Motors en la Argentina cerraba sus puertas y 4000 personas quedaban sin trabajo. Era un momento muy difícil para todos, yo tenía 34 años y era gerente del Departamento de Diseño. Fue entonces que, para proteger mi mente, comencé a pintar", recuerda Jorge Ferreyra Basso, diseñador y pintor, autor de la muestra Pasión y velocidad , que expone en la galería Espacio, hasta el lunes 23.
"Hice mi primera muestra en el hall del Automóvil Club, era una serie de pinturas al pastel con escenas de carreras de autos. Elegí el pastel porque me permitía sentir el material, tocarlo, mancharme las manos con sus colores intensos y pastosos. Se vendieron casi todas las obras expuestas, menos cuatro que regalé; una de ellas, a mi admirado Froilán González. Después me fui a Alemania a trabajar en el Centro de Diseño de Opel y más tarde a Estados Unidos. Mi segunda muestra la hice en un lugar emblemático para los amantes del automovilismo..."
-¿Dónde fue eso?
-En 1983, en los viejos boxes del autódromo de Nürburgring, en Alemania, inaugurados en septiembre de 1925. Mi vida de pintor continuó siempre paralela a mi tarea de diseñador. Pronto comencé a recibir pedidos de propietarios de autos clásicos, que querían tener su imagen en un cuadro. Además, fui autor de más de 60 posters de carreras importantes, como Mille Miglia y Targa Florio, en Italia; Oldtimer GP de Nürburgring, Langenburg Classic y el Rally de Wiesbaden, en Alemania; Monterrey Historics y California Mille, en Estados Unidos, y las Mil Millas Sport, de la Argentina. La muestra de estos días es la primera que hago en mi país después de 30 años.
-¿Cuándo comenzó su interés por los automóviles?
-Sospecho que nació conmigo ( se ríe ). Es a la conclusión que llegué después de haber escuchado las versiones de mi nacimiento y primeros años de familiares y amigos. A los 3 años mi pasión era juntar autitos. Tiempo después, cuando en rueda de amiguitos nos preguntábamos qué seríamos cuando fuésemos grandes y algunos respondían piratas, aviadores o exploradores, yo sostenía que diseñador de autos. Otro momento importante ocurrió cuando tenía 9 años, en mi ciudad natal, Alberti, provincia de Buenos Aires: mi tío Edgardo me enseñó a manejar.
-¿Cuál fue su primer auto?
-Un De Carlo 700, que en realidad era un BMW sedan de dos puertas, que Metalmecánica armaba en su planta de José C. Paz. Lo quise mucho, pero siempre me gustaron los clásicos. Mi primer amor: el MG TC de 1947, un clásico inglés de dos plazas. Desde los 14 años juntaba dinero para comprarme uno, pero cuando se enteraron en mi casa me dijeron que era un auto muy viejo y me ayudaron a comprarme uno nuevo; no entendían mi amor por los diseños clásicos.
-¿Y su primer trabajo como diseñador?
-Fue en los talleres de Baufer, dedicados a la construcción de automóviles de competición, donde se transformaban las carrocerías para Turismo de Carretera. Yo estudiaba ingeniería, estábamos en 1954, pero en cuanto salía de la Facultad corría a sentarme frente a mi tablero en Baufer, que era lo que me apasionaba. Trabajábamos con el reglamento en la mano, porque las modificaciones eran de dos tipos: las permitidas y las que no estaban expresamente prohibidas. Mi primer trabajo fue modificar un Volvo al que rehice toda la trompa. Se la reemplazamos por una más aerodinámica, de aluminio. Además, le dejé la cola plana, se la corté unos 30 centímetros, para mejorar los problemas de turbulencia. Cuando lo vio Froilán González, que solía visitar el taller, me dijo que quería algo igual para su Chevrolet 400. Así comencé a hacerme conocer. Del tablero salieron algunos diseños míticos, como el Chevy Two ( Chevytú para los conocedores) y el Chevy Three.
-¿Cómo fue su tarea en Alemania y Estados Unidos?
-El tema es para quiénes diseño. Una cosa es crear para un público reducido y especializado, y otra es crear para una muchedumbre anónima. Lo sentí especialmente cuando tuve que reorganizar los Estudios de Colores, Tapizados y Diseño de asientos para todos los productos Chevrolet, Pontiac, Oldsmobile, Cadillac y GMC, en Detroit. Apliqué las ideas que había desarrollado en Opel: no conformarme con la oferta de telas que me ofrecía el mercado y proponer a los fabricantes diseños propios. Cuando reorganicé el departamento, también tuve que renovar todo el personal. La mayoría de los colaboradores que incorporé eran mujeres, porque creo que para el diseño de telas la sensibilidad femenina es un elemento ineludible. No fue una tarea fácil, crear un tapizado que resulte agradable a todo el mundo, que no irrite, que sea cálido, acogedor, que acompañe. A veces, al recordar esos años me asombra todo lo que pudimos lograr.
-Una última pregunta: ¿recuerda en qué auto aprendió a manejar?
-¡Por supuesto! En una heroica Mercury 1939, de cuatro puertas, motor V8, con un caño de escape que hacía un ruido muy particular.
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