Música con sello propio
Las discográficas independientes, que ya ocupan el 20 % del mercado, son una alternativa exitosa frente al fenómeno de globalización musical
Los sellos independientes ocupan alrededor del 20 por ciento de un mercado discográfico que el año último movilizó un total de 20 millones de unidades vendidas. Ese dato frío refleja un revolucionario cambio en la manera de repartirse una torta donde las multinacionales se llevaban todo el protagonismo.
Sólo en materia de rock nacional, el año último los emprendimientos de autogestión o de sellos chicos treparon hasta los 116 discos editados, sobre 33 de las multinacionales, y ese fenómeno que empieza a crecer en el resto de los géneros parece consolidarse y multiplicarse.
La gran diferencia: mientras que las majors (Universal, Warner, Sony, BMG, Polygram, EMI) se preocupan por alcanzar el disco de oro apenas aparecido el álbum de un artista, las indies recuperan el costo de la inversión vendiendo de 200 a 1000 compactos, según la inversión y el sello por donde sale editado el disco.
La otra gran diferencia es que los costos de producción son mucho más bajos y con 2000 dólares se puede editar un disco, incluida una tirada de 1500 copias y un sobre interno respetable. La aparición de estas compañías alternativas, que levantan la bandera de la independencia artística sobre la mera búsqueda comercial y se convirtieron en el espacio ideal para un abanico enorme de música que no tenía espacio en las multinacionales, confirmó que existe consumidores para todos los gustos.
"En un área de emociones, como la música, la masificación no llega a cubrir determinados estilos. Pero así como todavía existen en Italia locales donde se consigue un tipo de aceite extravirgen hecho para un grupo, nosotros hacemos lo mismo con la música. Funcionamos como artesanos que continúan una tradición y tenemos la respuesta de un público fiel que busca artistas, que no son los que difunde la radio", explica Pablo Voitzuk, de Acqua Récords.
Esta editorial, que comenzó como distribuidora, reúne un catálogo de lujo que haría las delicias de cualquier exquisito de la música. En su larga lista abundan estilos tan disímiles como el tango y el flamenco, junto a artistas españoles, africanos, brasileños y del resto de América latina.
Los pioneros
No se trata de un boom momentáneo. Al contrario, es una tendencia mundial que se afianza día tras día. En nuestro país, las pioneras tienen una larga historia y muchas nacieron cuando todavía el LP era el amo y señor de la escena discográfica. Ese es el caso de Redondel, conocido en su tiempo como "el sello del jazz argentino", que va por sus 35 años de existencia.
Juan Carlos Maquieira, su director, confiesa que todo comenzó por casualidad. "Queríamos dejar registro de una obra de teatro que hacía con unos compañeros, y un amigo me dijo que si fabricaba 200 discos y los vendía recuperaba la inversión. Lo hicimos y vendimos dos mil en un mes. Eso me incentivó a seguir con música infantil y Redondel comenzó a ser una realidad. Empezamos editando un disco por año, después comenzamos a grabar otros géneros, como el jazz, el folklore y el tango, y el año pasado llegamos a la docena de trabajos editados. Nosotros apostamos por la música que las multinacionales siempre descartaron."
Actualmente, Redondel cuenta con un catálogo de 300 discos, entre LP y compactos, entre los que sobresalen artistas como "Oscar Alemán, que nunca se quiso ir a una multinacional -dice con orgullo Maquieira-, Hernán Oliva y Anacrusa". Otro de los sellos referentes, en cuanto a independencia y calidad artística, es Melopea. El sello de Litto Nebbia, que está por cumplir diez años de existencia, mantiene ese espíritu bohemio que, según su creador, les permitió duplicar la cifra de placas editadas hace cinco años (para 1998 el sello proyecta la edición de 76 discos, contra 42 del año último)."Yo nunca grabé algo porque fuera a pensar que iba a vender mucho. Si un disco vende 100 pero sé que es bueno, me quedo tranquilo. Eso hay que tenerlo muy claro para tener un sello de este tipo", afirma el músico.
La misma inquietud moviliza a Laura Casella, una de las dueñas de Epsa Music (ver recuadro), que hace hincapié sobre un repertorio popular. "Nosotras no hacemos cálculos sobre la música que editamos. Si vienen cinco buenos juntos, se publica aunque quizá no dé ganancia, y si no viene nadie que nos interese se espera por algo que valga la pena".
Otros sellos más incipientes siguen el camino de los históricos. Juan Carlos Moscato, de Latinum, que inauguró su emprendimiento con la edición del primer disco de Camilo Parodi sostiene: "No tenemos un criterio de editar para tener un enorme catálogo. La idea es seleccionar bien el material y bajo una edición cuidada. Si uno es independiente no tiene por qué ser un improvisado o un outsider".
Latinum es parte de otra tendencia, las disquerías especializadas, distribuidoras o importadoras que terminan entrando en el mundillo editorial, como Gela Salas o Zival´s Discos. Lo que ratifica una cultura artesanal, que empieza a ser una opción reconocida ante la cultura de masas.
Pero en todo este tiempo, muchas sufrieron obstáculos de todo tipo: mala distribución, prejuicio de las cadenas y falta de difusión. Ante ese horizonte, muchos sellos buscaron en la exportación una salida posible (ver recuadro).
Otros, simplemente destinados a un público local se preocuparon por vender una primera tirada de 300 compactos para recuperar los costos y seguir difundiendo otras propuestas. "Lo importante es poder recuperar la inversión para producir a otro artista. No lo hacemos para crecer como si fuera una empresa, sino para poder difundir la música que nos gusta", señala Mónica Maristarain, que dirige el sello y la revista La Contumancia, apostando por El Terceto, Laura Albarracín y El Umbral.
El espíritu común de todos estos sellos gira alrededor de la posibilidad de trabajar con absoluta libertad, pero cada uno maneja su propia estrategia. Litto Nebbia sintetiza el impulso que diferencia a estos sellos del resto. "Hay muchos discos que nacieron de la improvisación o de un encuentro de café, y ese espíritu es el que nos domina. Si no fuera así, no podríamos haber grabado artistas que estaban olvidados por las compañías grandes, como el Cuchi Leguizamón o Enrique Cadícamo. Editar por el placer de la música, ése es el néctar del asunto". Un lema que puede ser aplicado a todos estos artesanos de la independencia.
Rock de aquí cerca
La producción de rock independiente ha crecido año tras año, y tuvo su pico durante 1997. Las bandas optaron por autogestionar sus discos, y por otra parte, sellos como Todos Tus Muertos Discos y Ugly Las Feo Records han editado numerosos trabajos.
La historia de los sellos independientes de rock tiene escritos varios capítulos en las últimas décadas. Desde el mítico Mandioca, pasando por Del Cielito y Radio Trípoli, funcionaron como trampolín para bandas como Vox Dei, Manal, los Redondos, Peligrosos Gorriones, Memphis y Attaque 77, entre muchos otros.
Músicos de exportación
Salir al exterior es otra de las variantes de estos sellos independientes. Los más antiguos, como IRCO, de Iván Cosentino, armaron un catálogo "apostando por artistas locales de calidad que venden en todas las épocas y se exportan al exterior". Con un perfil dedicado a la música argentina, el sello cuenta con un estudio propio (con piano de cola incluido) en el que pueden grabar hasta 45 músicos, con el que se afirmó como uno de los puntales del género clásico y popular. En otra línea ideológica, pero con la particularidad de tener su sede legal en Nueva York, el sello Testigo, que dirige Carlos Piris, está destinado al público internacional con un cuidado especial en el arte y el sobre interno bilingüe. El material: artistas argentinos haciendo repertorio argentino, como Gerardo Gandini, la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por Pedro Ignacio Calderón y el Grupo de Canto Coral.
El flamante Sonosfera, surgido hace dos años y con sede en La Plata, sigue los mismos pasos. "Notamos que había un movimiento muy fuerte en nuestra ciudad, que no tenía un espacio, y creemos que es música de calidad para exportar. Ya mandamos material al exterior y hay mucho interés por consumir esta música", dice uno de los responsables del sello.
Envasados en origen
Epsa Music: un sello discográfico independiente que, como una verdadera rareza, busca lo mejor en la música argentina.
Laura, Elba y Alba Casella, más Laura Tesoriero, hija de Laura, están al frente de Epsa Electrical Products S.A., y del sello Epsa Music S.A. Las cuatro mujeres dedican su tiempo a consolidar el prestigio que adquirieron día tras día -a golpes de entereza, seriedad y talento- ambas empresas:la fábrica de productos fonográficos y la editora de discos.
La voz cantante del cuarteto es Laura Casella. Presidenta. "Presidente", corrige. Ella cuenta la historia de la gesta empresarial-cultural.
"Ya en 1966 fuimos las primeras en traer, como representantes exclusivos de Pioneer, los autoestéreos, que distribuíamos a las concesionarias de automotores. Desde 1970, nos dedicamos a duplicar cassettes y magazines para las grandes compañías. Y así como fuimos pioneras en todo aquello, llegaría el tiempo del disco compacto, que apareció en 1989. Entonces viajé a Europa y Estados Unidos y a fines del 91 habíamos comprado la máquina para fabricar CD.
El negocio se antepuso siempre a cualquier rigor en la selección de música y poesía. Por eso, los sellos independientes se constituyeron en una gloriosa alternativa en la misión de rescatar la creatividad y el mejor arte. "La política de Epsa se encamina al arte nacional: el folklore y el tango", anuncia, categórica, Laura.
"Nos interesa la excelencia, no lo comercial", apunta Alba. "Y asumimos ese desafío eminentemente artístico Por eso, tenemos el premio "Mujeres del 2000", la colección "Cantores populares" y "Guitarras del mundo". Muchos artistas que debían grabar en otro país ahora graban su CD en Epsa."
"Pero no nos enfrentamos a las grandes empresas", aclara Laura. "No se nos ocurre competir con las compañías. Ellas están tranquilas con nosotros, si bien nos manejamos con otros parámetros artísticos."
-¿Cuál fue el disco inaugural?
-La Misa de Réquiem, de Mozart, dirigida por el padre Segade, y desde entonces trabajamos con la misma calidad de un disco editado en Alemania. En eso nos destacamos.
-¿Cómo se entabla la relación con el artista?
-Escuchamos cassettes o grabaciones varias, las evaluamos con el equipo de asesoramiento, y decidimos. Si nos interesa, llamamos al artista a grabar en nuestros estudios y desarrollamos su propuesta, pero respetándolo. La única premisa es la capacidad y el talento, que conjugamos con la perspectiva comercial. Además, recibimos ofrecimientos de músicos argentinos radicados en el exterior, como lo hicimos con Rudy y Niní Flores y Jorge Cumbo. Pero jamás alentamos el amiguismo.
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