Babasónicos en Ferro: del juego de seducción de Adrián Dárgelos a una noche de clásicos y nuevas canciones
Este sábado, la banda ofreció el primero de sus dos shows en el estadio de Caballito; el emotivo regreso de Carca como músico invitado
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Artista: Babasónicos. Músicos: Adrián Dárgelos, Diego Rodríguez, Mariano Domínguez, Diego Castellano, Diego Tuñón, Tuta Torres y Carca. Lugar: estadio de Ferro. Calificación: muy bueno
“¿Qué más quieren de mí?”. Parado ante una multitud y con una media sonrisa en los labios, Adrián Dárgelos interpeló provocadoramente a su público. Había pasado algo más de una hora del show de Babasónicos en el estadio de Ferro y su líder y vocalista proponía en ese intercambio una invitación a un intercambio que no fue tal. Hasta ese momento y en lo que siguió después, la banda nacida en zona sur dio bastante y variado, y lo hizo bajo sus propias reglas, la constante que timonea la gran embarcación babasónica desde su forjamiento en su astillero creativo.
En el primer reencuentro con su público porteño tras año y medio de ausencia -y a dos de su último show masivo, en el Campo de Polo a finales de 2023-, Babasónicos aterrizó en Caballito con un doblete de presentaciones sin mayores justificativos que el reencuentro solos y de noche. Entre el anuncio y la formalización, un nuevo volumen de la discografía babasónica (Cuerpos Vol. 1, editado la semana pasada) parecía marcar la agenda del encuentro, pero lo que terminó ocurriendo se asemejó más a un cierre de ciclo que al comienzo de uno nuevo, o al menos a la transición entre una etapa y la otra.

Una “Advertencia”
Por eso, aunque la apertura con “Advertencia” ofició de ancla en el presente, la tríada de “Mimos son mimos”, “Paradoja” y “Mentira nórdica” le dio el protagonismo a las canciones de Trinchera, su anterior disco, un repertorio creado en el encierro pandémico y que a la distancia parece haber vaticinado el presente. Por eso, después de darle carácter de estadios a dos canciones separadas en el tiempo pero unidas por un mismo espíritu oscurantista (“Su ciervo”, de 1996 y “Sin mi diablo”, de 2003), Babasónicos reflotó de su repertorio “Fiesta popular”, un tema nacido como apoyo discreto a la algarabía pública en 2011 y que casi una década y media después es un statement político de toma de posición sin tener que mediar palabra alguna.
Esa responsabilidad de tener que aportar un poco de luz entre la oscuridad sin hacerlo de manera explícita es el peso sobre los hombros que Dárgelos parece señalar en “Tiempo off” (Me gustaría estar fumado casi todo el día, me encantaría construir un poco de alegría”), parte de un segmento de estimulación sensorial compartido con “Risa” (“Me le acerqué suspicaz y le tendí un anzuelo / Vamos a fumar un porro ahí, me gusta verte reír”) y la oda a la vanidad de “Puesto”. En el medio, entre esa nube de estímulo y confusión, el rescate de “Gratis”, una de las viñetas más sutiles y melancólicas de Babasónicos y el recordatorio de que así como hay cosas que el dinero no puede comprar, otras directamente no tienen costo alguno.
Después de “Los calientes”, coronada con llamaradas a los costados del escenario, la tragedia de amor inmortal de “Vampi” sirvió para oficializar el regreso sigiloso al tablado de Carca, asiduo invitado babasónico desde sus inicios y colaborador permanente hace poco menos de dos décadas, que debió guardarse para atender su propia salud y cuyo regreso fue tan calculado como sigiloso. Sin anuncios y apenas perceptible a la distancia por un par de planos en las pantallas laterales, el ex Tía Newton embelleció la sencillez de “El loco” y acompañó el pulso quebradizo de “La lanza” y “Bye bye” para luego hacer mutis por el foro con discreción.
Pasado el continuum entre “Carismático” y “Yegua” ( como un fraseo al pasar de la primera puede reformularse como el estribillo edificador de la segunda), para “Putita”, Dárgelos decidió romper el hermetismo performático de Babasónicos. Escoltado por empleados de seguridad y asistentes, el vocalista se permitió descender a la fosa y recorrer la profundidad del pasillo que partía al campo en dos para cantarle a los ojos a sus seguidores eso de que el camino a la fama no significa nada si no hay una misión.
De regreso en el tablado, el rasgueo de “Desfachatados” y su aire de corrido mexicano pasado de pastillas marcó una línea que recrudeció con “Irresponsables”, dos canciones que parecen compartir ADN musical pero cuya filiación puede pasar desapercibida sin la continuidad como hilo.

Como ya es costumbre desde su aparición, “La pregunta” funcionó como un show dentro de otro, una matrioshka que condensa en cinco minutos un arco narrativo que va de menos a más, y cuya letra parece adquirir aún más relevancia en un 2025 donde la crueldad se convirtió en moneda de cambio (“La vida es un vaso de gaseosa aguada, como una secuencia de bromas pesadas. Disfrutá de este trago, porque al terminar habrá que pagar, y quizá pagarlo de más”). Así, después de los interrogantes sobre quién está dispuesto a pelear por lo que no vale nada, “La izquierda de la noche” parecía también ser una invitación a adoptar una postura opuesta y dejarse seducir por aquello “donde más es más y todo se paga de más”.
Sobre el límite de las dos horas de show, “El colmo” ofició su lugar ya transitado de despedida, mientras dos drones convertían a los balcones de los edificios aledaños en protagonistas de las visuales de la canción de la retirada. Sin saberlo, los vecinos de Caballito fueron por un rato los protagonistas de algo que estaba ocurriendo delante suyo, y el recurso sirve también para muchos trucos del universo babasónico, donde sin saberlo todo puede estar ocurriendo frente a nuestras narices.
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