Cat Power y la angustia de un blues incómodo
La cantante norteamericana Chan Marshall hipnotizó, a un teatro Gran Rex colmado, con su particular estilo interpretativo y escénico
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Cat Power Presentación de la cantante Chan Marshall y Dirty Delta Blues. Con Judah Bauer en guitarra, Jim White en batería, Gregg Foreman en teclados y Erik Paparozzi en bajo. El jueves, en el teatro Gran Rex.
Nuestra opinión: muy buena
¿"The House of the Rising Sun"? El folk tradicional que en los 60 versionó The Animals suena irreconocible en la voz de Chan Marshall. Fue la primera canción de una lista de temas que se concentró en sus últimos dos discos y en un EP aquí inédito. Pero la información no importa; tampoco las canciones ni lo que llevaba puesto. Lo trascendente del concierto es la fuerza interpretativa de una voz que se mostró tan pura como urgente, tan angustiante como existencial.
Cerca de su admirado Bob Dylan (más tarde lo homenajearía con "Song to Bobby"), la norteamericana que fue reina freak del indie en los 90 y que hoy juega en las grandes ligas sin haber perdido un ápice de irreverencia, optó el jueves por entregar versiones tan exquisitas como alejadas de las conocidas por el público. Precisamente, su propuesta de casi dos horas se basó en un juego de tensiones, de aproximaciones y alejamientos. Por un lado transitaría la canción en sus planos vocal e instrumental y por el otro la figura esquiva de una cantante espigada que coquetearía a su modo con la platea: de perfil, bailoteando, yendo recurrentemente de un extremo al otro del escenario, moviéndose más de lo que el ritmo sugería, como si llevara una música propia en su cabeza. Lo más propable es que sólo se trate de un recurso para sobrellevar el pánico que le provoca enfrentar a la gente. Recurso que se desvanecerá hacia al final, cuando la Marshall se entregue a la vibración que le devuelve un Gran Rex colmado. Primero, al bajar del escenario para cantar en los pasillos, sorprenderá con una sonrisa espontánea a una chica que, quizá volviendo del baño, se encontró con ese regalo, y en el epílogo obsequiará, una por una, las rosas de un gran ramo. Ahí sí mirará rostros y devolverá el afecto con reverencias.
"Las estrellas de la noche las convertiste en polvo", canta la chica del flequillo al promediar el concierto. Antes pasaron algunas de las versiones que grabó en Jukebox , como la romántica "Sea of love", "Lost someone", de James Brown, una muy libre "New York" y una penetrante "Fortunate Son". El clásico de Creedence no tiene la estridencia de Fogerty pero sí todo el aroma del sur de los Estados Unidos. Suena a años luz de su registro original y se debe al gran acierto de la cantante, quien aborda el repertorio como si lo hubiese compuesto en su totalidad.
Sucio y desprolijo es el blues que entrega la Dirty Delta Blues, un cuarteto tan sólido en su unión como opulento en el currículum de sus miembros. Los teclados de Foreman llevan la batuta; Paparozzi y White se lucen juntos y por separado y la guitarra del Blues Explosion Judah Bauer mantiene la calma. Mientras, Chan cierra la faena bien al frente. En castellano incomprensible canta la mexicana "Angelitos negros". Tiene los ojos cerrados, el cuello estirado y la garganta en trance hacia la disfonía. Angustiante, profunda, visceral.
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