El director de una sola sinfonía
Gilbert E. Kaplan recorre el mundo interpretando la Segunda de Gustav Mahler
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BERLIN (The New York Times).- Gilbert E. Kaplan, ex economista y editor de revistas y actual director de orquesta de una y solo una gran sinfonía, escucha tronar al órgano en la vastedad de la sala vacía de la Filarmónica de Berlín, y luego consulta al organista, Holger Groschopp, sobre el sonido resultante.
"Esto no es lo que esperaba", murmura Kaplan, desilusionado por el sonido del órgano, que no es todo lo potente que el requería. Pero luego de unos ajustes en los registros, en en una hora todo quedó resuelto.
Kaplan llegó a Berlín para utilizar el órgano en una nueva grabación de la Sinfonía N° 2 "Resurrección", de Gustav Mahler, que ya había realizado con la Filarmónica de Viena. El órgano se usa sólo en los últimos dos minutos, cuando la obra alcanza su percusivo, reverberante y brillante final. Pero debido a que sintió que el instrumento que hay en el Musikverein de Viena no era lo suficientemente potente para atravesar a la orquestación mahleriana, lo fue a grabar a Berlín para luego "pegarlo"a la grabación vienesa. Se trata de un CD que será editado por Deutsche Grammophon en la primavera boreal.
Pero sobre todo Kaplan está en una especie de éxtasis producto de lo que ha de ser uno de los más extraños sueños cumplidos en la historia de la música; no como para empardar la importancia histórica de la llegada de Mahler a la dirección musical de la Opera de Viena en 1897, pero poseyendo su propia -y extraña- grandeza.
Kaplan está preparando lo que él llama la "definitiva" sinfonía "Resurrección", de Mahler, con la orquesta que Mahler dirigió en su estreno mundial, hace 108 años. Pero la Filarmónica de Viena es tan sólo una de las de alrededor de 50 orquestas a las que Kaplan -que no es un director profesional- condujo en la interpretación de la Sinfonía N° 2. La lista incluye a agrupaciones como la London Philarmonic, la orquesta de la ópera Kirov y las filarmónicas de Israel y Los Angeles.
Su anterior grabación de la sinfonía, que realizó en 1988 con la London Philarmonic, fue elegida como uno de los discos de ese año por los críticos musicales de The New York Times y es uno de los álbumes más taquilleros entre los registros mahlerianos.
En 1996 fue invitado para abrir el Festival de Salzburgo para dirigir -¿qué si no?- la Segunda de Mahler. También la dirigió en La Scala de Milán, y una vez, debido a que Zubin Mehta no podía cumplir con su compromiso con la Opera Estatal de Baviera, éste llamó a Kaplan para que ensayara con la orquesta un día y la dirigiera en el concierto, en la noche siguiente.
Sueño hecho realidad
Sólo dirige la Segunda de Mahler y no tiene ningún interés hasta el momento de dirigir otra cosa. "No me considero a mí mismo parte de la profesión de director de orquesta", asegura. "Interpreto la sinfonía de Mahler porque creo que tengo algo que decir al respecto."
Para él, dirigir a la Filarmónica de Viena en una versión definitiva de la obra es el sueño de 40 años hecho realidad para este hombre de negocios de 63 años.
Conoce todo lo que se pueda saber sobre esta sinfonía. Compró la partitura original a un museo holandés. Sus apariciones en los diferentes podios orquestales del mundo son el triunfo del amateurismo determinado.
Todo comenzó en 1965. Entonces era un economista de 25 años que trabajaba para la American Stock Exchange, cuando fue al Carnegie Hall para escuchar la versión de la Segunda de Mahler, por Leopold Stokowsky. Como ha contado más de una vez: "Sentí una conexión con la obra inexplicable. Nunca una obra musical me envolvió de la forma en que lo hizo ésta". Así nació la idea de que le gustaría dirigirla.
Huelga decir que la idea de Kaplan, que no sabía leer partituras y cuya formación musical consistía en unas lecciones de piano en su infancia, les pareció a sus amigos un sueño imposible. Por ese entonces fundó la revista Institutional Investor. En 1981 le pagó a un director de orquesta profesional, Charles Zachary Bornstein, para que le enseñara música y dirección.
Prueba piloto
Kaplan, que hasta se las ingenió para tener una clase de dos horas con George Solti, en un determinado momento decidió alquilar el Carnegie Hall y contratar a la American Symphony Orchestra, "sólo para ver si podía o no dirigir realmente", explica. "Los músicos me incentivaron y pensé que había estado lo suficientemente bueno como para continuar."
Cuando Institutional Investor celebró su 15° aniversario, Kaplan dirigió la Segunda de Mahler para un grupo de invitados, su primera audiencia. La American Symphony aceptó tocar, pero sólo si no se vendían entradas y no habría críticas de la función. Pero un crítico del Village Voice escribió un comentario en el que destacaba el sostenido lirismo de la performance, y la carrera de una sola obra de Kaplan comenzó.
Lo que hace especial la llegada a Berlín de Kaplan es que implicó el final de la grabación con la Filarmónica de Viena, que, según Kaplan, representa la obra de Mahler tal cual él la pensó.
La Fundación Kaplan, que el director-economista creó luego de vender su empresa, en 1984, comenzó una tarea para corregir lo que Kaplan llama "los numerosos errores" en la revisión crítica de la partitura, que era -al menos hasta ahora- la versión de referencia para la mayoría de los directores.
Las correcciones fueron entresacadas mayoritariamente de las notas al pie que el propio Mahler realizó en su manuscrito, que fueron incorporadas en una edición finalmente no publicada.
De puño y letra
"Mahler escribió más comentarios en las partituras que ningún otro compositor", recuerda el hombre de una sola sinfonía. "El no sólo dice qué hacer, si no qué cosas no hacer. El escribe "no rallentar". O debido a que no conseguía el sonido pianissimo que quería de las cuerdas escribía una instrucción para que sólo tocara la mitad de ellas."
"Mi postura ha sido siempre que no se puede obtener una buena interpretación a menos que se conozcan estas intenciones del compositor. Que son las que hacen que la música suene mahleriana." Y para demostrarlo exhibe críticas de sus conciertos que destacan precisamente su capacidad de expresar el espíritu mahleriano .
El director-economista es un hombre de riqueza, y ciertamente esto lo ayudó a desarrollar su inusual carrera musical, pero nunca le pagó a ninguna orquesta para ser invitado a dirigirlas. "Ahora que formo parte de este mundo me siento halagado", comenta.
Mientras Kaplan supervisa la mezcla de la parte de órgano de Berlín, parece habitar en su mente más que el cuidado por el resultado final: también estaba viendo a Mahler, volviendo a la vida. "Es la performance en la sala de Mahler, con su orquesta, su coro, y la dirigí con una de sus batutas, que ahora poseo", concluye.
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