El fascinante mundo de Jordi Savall

Jordi Savall vuelve a Buenos Aires para dirigir su Capella Reial de Catalunya y el Hespèrion XXI, las dos agrupaciones -una vocal y la otra instrumental- que creó para darse el gusto de sacar del olvido esos sonidos que conoció siendo poco más que un niño, cuando ya estaba plenamente cautivado por el universo de la música. Sonidos que no eran otros que los que provenían de un casi desconocido repertorio hispánico y europeo anterior al 1800. No sólo que este músico catalán -mágico intérprete de la viola da gamba- supo y pudo rescatarlos sino que llegó a ponerlos en un primer plano. Eso fue lo que sucedió sobre todo cuando participó en la película de Alain Corneau Todas las mañanas del mundo , con la que ganó no sólo premios por la banda sonora que traía increíbles melodías del barroco francés, sino que le permitió vender más de medio millón de copias del disco, de manera tal que un repertorio que se podía considerar ignoto llegó a tener una masividad impensada.

"A partir de ese film, nuestro público, que era más especializado, se abrió de forma sorprendente. Me ha sucedido tener que pasar un control de migraciones en el aeropuerto -oportunidad en la que en general digo que lo que llevo en la funda es un violoncelo para no complicar las cosas- y que el policía me mire sorprendido y me aclare: «Perdón maestro, ¡pero si esto es una viola da gamba!»", recuerda muerto de risa Savall, en conversación telefónica desde Barcelona con LA NACION.

Lo cierto es que, más allá de lo que le pueda suceder a este músico cuando llegue a Ezeiza, esta noche y la de mañana, a partir de las 20.30, colmará -a instancias del Mozarteum Argentino- el teatro Coliseo de sonidos antiguos. "Tenemos dos programas diferentes: uno, con músicas que ponen en diálogo sonidos de la antigua Iberia y del nuevo mundo con otros muy característicos, como villancicos, piezas instrumentales con variaciones y músicas de compositores españoles inspirados por raíces no ibéricas, y otro, con piezas de compositores del nuevo mundo, algunos autóctonos y otros de origen español, portugués que trabajaron y vivieron en ese nuevo mundo", cuenta Savall sobre un universo colorido y fascinante que le ha tomado la vida.

-Usted dijo que la música, como lenguaje, no se transmite en conservatorios, sino de padres a hijos en la vida cotidiana. ¿Cómo fue su experiencia personal?

-Tuve la suerte de que mis padres me pusieran en una escuela religiosa con iglesia, donde había un coro de niños con el que, a mis 6 años, quedé fascinado. Le pedí al director poder cantar y me aceptaron, y estuve aprendiendo canto como quien aprende a leer y escribir, de tal modo que, cuando aprendí el solfeo, ya tenía la música dentro de mí. Esto fue hasta que cambié la voz, al entrar en la adolescencia, entonces ahí descubrí la fuerza total de la música escuchando un ensayo del Réquiem, de Mozart, y pensé que si la música tenía ese poder de emocionarme, yo quería ser músico. En ese ensayo, participaba un cuarteto de cuerdas y, al escuchar el chelo, me pareció que era el instrumento con el que mejor podía reemplazar la voz que había perdido.

Buscando músicas para su chelo, Savall descubrió de casualidad partituras para viola da gamba -de Marin Marais, de Diego Ortiz- que tocaba sin que su maestro de chelo lo supiera, por puro placer: "Me encantaba esa música y nadie la tocaba. Me gustó esa idea de interpretar piezas que no se escuchaban, tocar lo mismo que elegían todos me parecía un poco aburrido, todo era demasiado previsible".

El salto a la viola da gamba lo dio por idea de un amigo colombiano, el clavecinista Rafael Priana, que le dijo: "Pues Jordi, tocando todas estas músicas que son originales, ¿por qué no te buscás una viola da gamba?". Así fue que se la buscó. El resto es historia conocida: en 1968, se trasladó a Basilea para estudiar en el único conservatorio especializado en música antigua y se quedó por más de 20 años. Luego conoció a la soprano Montserrat Figueras, que no sólo le presentó al director del ensamble Ars Musique, cuando buscaban un violagambista para grabar con Victoria de los Angeles música de los siglos de oro, sino que, más temprano que tarde, se transformó en su esposa y compañera de trabajo (de hecho estaba previsto que ella viniera a Buenos Aires, pero a último momento tuvo que desistir por un problema de salud).

Savall, en su casa, debe haber puesto en práctica su axioma de la transmisión del lenguaje musical entre padres e hijos, ya que los suyos, Arianna y Fernando, también se convirtieron en músicos amantes no sólo de los sonidos antiguos, sino que se animan a crear los suyos propios. "Mis hijos se interesan mucho por las músicas del mundo, tienen una dimensión que sobrepasa la música antigua, se consideran cantautores", los define este padre orgulloso que suele viajar con alguno de ellos, esta vez, con el varón.

-¿Cómo se lleva con el resto de la música clásica y con la contemporánea?

-Nosotros hemos tenido una relación muy buena con la música contemporánea, de hecho, como soy compositor, cuando hago música para filmes como Juana de Arco compongo música de estos días; además no me considero un músico de música antigua, sino un músico a secas, esto quiere decir de música de hoy y en ese sentido, lo que aportamos con la antigua es un espíritu de renovación importante que marca una gran evolución, porque la música antigua sufrió de una amnesia terrible durante siglos y, ahora, estamos empezando a recordar tantas maravillas que se habían olvidado.

Así, este músico, director, compositor, investigador, rastreador incansable de melodías lejanas en el tiempo llega cargado de violas da gamba, guitarras, tiorbas, flautas, santures y diferentes instrumentos del renacimiento para regocijo de los espíritus sensibles y, sobre todo, de los curiosos.

Para agendar

La Capella Reial de Catalunya y Hespèrion XXI, con dirección del catalán Jordi Savall.

Teatro Coliseo. Marcelo T. de Alvear 1125. Hoy y mañana, a las 20.30. Informes: 4816-3789.

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