
El quinteto de Calliero mostró identidad propia
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Presentación del quinteto del trompetista Guillermo Calliero, con Rodrigo Domínguez en saxo tenor, Francisco Lovuolo en teclado, Mariano Otero en contrabajo y Hugo García en batería. En Thelonious. Hoy se presentan en Ciudad Vieja, 17 y 71, La Plata.
Nuestra opinión: Muy bueno
¿El jazz en Buenos Aires tiene un estilo propio? Cada vez con mayor certeza podemos sentir que la escena jazzística local está desarrollando una personalidad definida por un tipo de sonido y una manera emocional, de interpretación. Claro está que no son todos los que puedan estar en este personal puñado de músicos que escapó de la lisa y llana imitación de las habituales convenciones del jazz norteamericano, o mejor dicho, al neoyorquino.
Y aunque siempre será una música impostada, es decir que no es nuestra, el surgimiento de clubes donde hay jazz de manera constante permitió que un grupo de artistas maduros tenga el espacio suficiente para crecer. Entonces, en medio de una crisis profunda, la temporada doméstica se ha convertido en muy prometedora. Por los cuatro costados surgen músicos que no sólo elevan el nivel general en cuanto a lo interpretativo; tanto los compositores como aquellos que hacen versiones trabajan en producir una música que los identifique y, en algunos casos, lo logran.
Un ejemplo es el trompetista Guillermo Calliero, uno de los músicos que sobresalen en la actualidad jazzística, aunque no por su originalidad, sino por su inteligencia a la hora de improvisar y por lograr una consistencia difícil de hallar en grupos tan nuevos como el de este músico santafecino.
En Thelonious, uno de los lugares que permiten al jazz crecer, Calliero estuvo acompañado por Rodrigo Domínguez en saxo tenor, el joven Francisco Lovuolo en piano, Mariano Otero en contrabajo y Hugo García en batería. Los nombres, salvo el tenorista, no dicen mucho. Sin embargo, este quinteto logró una alquimia de hard bop precisa que dejó traslucir un principio de territorialidad. "En este lugar tocamos así", lo cual, a estas alturas, empieza a parecer necesario
Calliero tiene cosas para decir y una manera precisa de organizar su grupo, quizá nada especial en cuanto a organización de solos, sino más bien acerca de cómo debe sonar.
La sección rítmica, dirigida por un contrabajista que definitivamente se las trae como Otero, sonó compacta y con una persistente cadencia de blues. El cuerpo melódico tuvo un lado de tono incierto y otro de camino seguro. Mientras Domínguez, que ha ganado una fluidez notable, gusta de desenvolver sus solos como si fuesen regalos sorpresa, Calliero parece que los conoce y los aborda de una manera segura y confiada. Dos modos de improvisar y, por cierto, un doble matiz emocional que el auditorio disfrutó.
Lovuolo es uno de los jóvenes leones del jazz. Pura promesa y un estilo que necesita del tiempo para asentarse. Su estilo, aunque algo falto de presencia, es atractivo por la búsqueda armónica que propone en cada solo. Toca de manera desmañada. Rasca las teclas; a veces recostado sobre el instrumento parece que estuviera hurgando en la tierra y lo que encontró esa noche fue interesante.
El baterista compuso una de las mejores aproximaciones a la ubicuidad. Sobrio trabajo, de correcto estilo en ritmos y climas, aunque se lo sintió algo contenido. En cuanto a Otero, funcionó como un verdadero pilar del grupo; preciso y con una pulsión poderosa que realza las figuras rítmicas, consigue darle un protagonismo sonoro a la estructura. Son pocos en Buenos Aires los contrabajistas que tienen sonido y se escuchan. Casi todos suenan apagados. Algo así como "pen pen" y no "pon pon", como debería ser.
Los temas fueron un compendio de standards con frescos arreglos de Calliero que le quitaron esa pátina convencional. Ayudados con solos fuertes y sin concesiones facilistas (lugares comunes), la noche transcurrió de manera plácida. Un trompetista veloz, de sonoridad precisa y una cierta belleza melódica que dejó una excelente imagen de solidez; por cierto, tanto Calliero como su grupo se lucieron de modo impecable en temas como "Sonrisa en St. Petersburgo", en una respetuosa versión de "Take the A train", "Hackensack", de Monk , y un tema de tono suavemente latino del bajista Steve Swallow. Así, se observa que el jazz ya no sólo muestra vitalidad en la ciudad: con ciertos grupos, como el quinteto de Calliero, deja en evidencia que ya tiene su sello.
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