Elina Garanca: la cantante que viene del norte y prefiere el repertorio del sur
"Me duele. Todavía me duele bastante", dice Elina Garanca, sin que se entrevea una queja en la indiscreción. "Tengo rota una costilla del lado derecho y me duele cuando respiro. Todavía no puedo cantar, pero voy a estar curada para los conciertos que vienen, entre ellos, el de Buenos Aires". La mezzosoprano letona explica desde España los pormenores de un accidente doméstico que la dejó algunas semanas fuera de los escenarios, y la suya no es una de esas voces que se puedan reemplazar con facilidad: sombría, enigmáticamente opaca, con una tremenda sensibilidad rítmica, atenta a las lecciones de las cantantes del pasado.
Pero la tragedia y la gloria de todo cantante es que su instrumento es su propio cuerpo, y ahora Garanca no puede cantar. "Somos como deportistas. Alguien que está corriendo una maratón y se rompe una mano no puede correr más. Y si un tenista tiene la espalda bloqueada tampoco puede jugar. No son solamente las cuerdas vocales las que nos permiten cantar: es también respiración, tripa, garganta, corazón, todo. Cuando no funciona una parte, se afecta todo. Yo ahora no puedo respirar profundo porque la presión del aire me hace doler, y tampoco puedo dormir de un lado, entonces todos los movimientos son muy limitados. En el escenario no puedo agradecer porque no me puedo doblar para hacer una reverencia".
Garanca se inició dirigida por el maestro Nikolaus Harnoncourt. Vinieron después las colaboraciones memorables con la soprano Anna Netrebko en I Capuleti e I Montecchi, de Vincenzo Bellini, y en Ana Bolena, de Gaetano Donizetti. Alguien se atrevió a decir una vez que Garanca era "una Netrebko rubia". No es verdad. Eran un buen equipo, cierto. Pero Garanca tuvo siempre un mayor apetito musical, y eso queda claro en el programa que presentará este miércoles en el Teatro Colón: arias de Jacques Offenbach, Pietro Mascagni, Francesco Cilea, Camille Saint-Saëns, Francisco Asenjo Barbieri y, por supuesto, el Bizet de Carmen, que ella hace como muy pocas, con la "Habanera", claro, su pièce de résistance. Como queda claro, un repertorio bien latino, pensado también para estas costas. "Nunca estuve ahí y tengo curiosidad por el país. Quiero saborearlo. Me emocionaron siempre las muestras de afecto que el público argentino me deja en Instagram y Facebook. Y como la música latina me gusta mucho... No creo en los temperamentos nacionales, y además hablo español, así que nos vamos a entender".
Este año, Garanca lanzó en Deutsche Grammophon el registro Sol y vida, con un arco que va de "Granada", de Agustín Lara, a "El día que me quieras". Verdaderamente, resulta difícil imaginar a una letona más mediterránea. "Si uno cree en la reencarnación, estoy convencida de que en mi vida anterior nací y viví en un país latino -dice Garanca, en castellano fluido, pero con un acento encantador que convierte en graves las palabras agudas o en esdrújulas las graves-. Me gustan mucho la atmósfera, el ritmo, el idioma, la chispa de ese repertorio. Y creo que después de cantantes como Teresa Berganza o Victoria de los Ángeles no son tantos los que cantan ese repertorio. Y yo, que vivo parte del año en España, me siento obligada a dar las gracias al país cantando por lo bueno que recibí yo en mi vida. Y además la melodía de la zarzuela contiene un sentimiento muy profundo. Lo entiendo y lo puedo comunicar. Es como un juego: vengo del norte y canto el repertorio del sur. Ya hay ahí una intriga".
Esto es raro si se toma en cuenta el modo en que el idioma influye en la línea melódica, como si la música de la palabra modelara la música a secas. Falla y Bizet no habrían compuesto como lo hicieron si sus lenguas no hubieran sido el español y el francés. "Incluso en Verdi, por ejemplo, hay muchos cambios rítmicos y melódicos entre lo que Eboli tiene que cantar en la versión francesa e italiana de Don Carlo. Se nota que el compositor lleva en la sangre la italianidad, también en el tratamiento de la orquesta. Con Wagner pasa lo mismo: no suena igual cuando se lo canta en italiano. Tal vez sean clichés que uno trae consigo, pero a mí me resulta rarísimo escuchar una canción de Schumann cantada en inglés".
En este punto se presenta el problema del recital, del aria desasida de la ópera en la que respira y el giro del enfoque en la medida en que el aria pierde su articulación en el continuo dramático. "Intento crear un personaje y lograr una emoción con esa música contenida en el aria. Me esfuerzo por dar lo típico de ese compositor, los fraseos, los acentos, una dinámica. Un pianissimo de Verdi es muy diferente de un pianissimo de Mozart, por decir algo. En el verismo hay un cierto fraseo que se utiliza para exagerar emociones, y esa característica no se puede aplicar en la música francesa. Hay que conocer esas diferencias".
Garanca las conoce. Pero conoce también otras. La patria no es para ella un destino -ya lo dijo-, aunque tampoco se puede escapar del todo a su influencia. Para un letón, el drama wagneriano resulta acaso ineludible, y por eso ya en el horizonte despunta Parsifal. "Dentro de dos años voy a hacer mi primer Kundry en Viena, y podría decir que Letonia per se tiene una influencia alemana muy fuerte. Un letón, en el corazón, es muy alemán. Pero como artista, el corazón te puede llevar a otros lugares en los que uno se siente mejor. De todas maneras, canté de todo: barroco, Mozart, Luciano Berio, Richard Strauss, Alban Berg. Vamos... Lo peor que puede hacer un cantante es especializarse en un repertorio. Eso frena el desarrollo, limita, lo mete en una caja. Al final, es para matarse. Yo siempre busco cosas nuevas, como artista y en mi vida privada: me interesa probar nuevas comidas, por ejemplo. Si decidiera comer solamente pasta, ¿qué perspectiva tendría después de cinco años?".
Elina Garanca, mezzosoprano
Orquesta Filarmónica de Buenos Aires
Dirección, Enrique Arturo Diemecke
Miércoles, a las 20.
Teatro Colón, Libertad 621.
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