En el centro de la canción
"Para los árboles" es el nuevo disco de Luis Alberto Spinetta, que sale el jueves
Hubo tiempos, recientes, de electricidad furiosa con nombre de santo, de canciones-batalla contra extrañezas que enajenan el planeta y de testimonios del amor y el desamor. Sin embargo aquí, en "Para los árboles", Spinetta parece que se alejara de sí mismo, del registro confesional, y que, en ese mismo movimiento, fuera más él mismo que nunca. Como si se ubicara en su verdadero centro, ese, esencialmente descentrado, en el que su música se afirma y se vuelve más importante que cualquier nombre propio y que lo ha convertido, quizás, en tan influyente para los que vinieron y vendrán.
No es tampoco que, como en la experiencia en el Teatro Colón, sea éste un álbum de temas despojados de casi todo lo que no sea su núcleo esencial. Al contrario, en "Para los árboles", al excelente trabajo de la banda (el impecable Javier Malosetti en bajo, la precisión de Daniel Wirzt en la batería y los variados sonidos de Claudio Cardone en teclados, más los aportes aquí y allá de la voz inconfundible de Graciela Cosceri, la percusión de Nico Cota, los teclados sutiles de Mono Fontana, el teclado talk box de Valentino en "Halo lunar") suma constantes programaciones y muchas guitarras synth, por todo el álbum.
Más de todo
Y así, con más electrónica, con más artificios, logra que este disco suene perfectamente orgánico. Desde el mismo inicio, con ese latido que abre e insiste en "Sin abandono", mientras es un "muñeco de marfil" el que "hoy hace su gracia" y que luego anuncia, justo antes de las campanas que traen el misterio de un tren lejano y solitario, que "las horas no caen a tiempo". Para luego continuar por canciones que ofrecen múltiples escuchas, que exigen gratamente los oídos con detalles, arreglos, sutilezas, que las vuelven verdaderas cajas chinas.
Escuchar una vez el tema entero; la segunda vuelta, la letra; luego, descubrir nuevos aires que lo atraviesan; más tarde corrientes aún más submarinas que se convierten en estructurales. Y así, como dándoles la espalda a las convenciones del rock, se vuelve mucho más rock, con una precisión, una atención a los detalles que revelan a un minucioso artesano de la canción.
Para citar sólo algunos puntos de un viaje que, necesariamente, se hace personal, allí están la bellísima balada "Dos murciélagos", el tremendo blues del siglo XXI "Miro tu amor", con percusiones maquinales, una guitarra sintetizada y el bajo implacable como pulso-vida; el piano que abre "El lenguaje del cielo" para luego llevar a la voz por la canción en un movimiento en el que, como pocas veces, se hace una con la melodía; la sencillez, la quietud de playa al amanecer, de la austera "Tu cuerpo mediodía", que cierra el disco, con sólo guitarra y voz; la desgarrada postal urbana que, en "Ciénaga dorada", trae reminiscencias de "Bajo Belgrano".
Para quién canto yo
Con Spinetta, claro, siempre se corre el riesgo de caer en esa hermenéutica que, exhaustiva y vana, no deja de ser placentera, de plantear desafíos, de afilar la mente y los oídos atentos. Y preguntarse, por empezar, por qué esta vez, luego de "Los ojos" y el más críptico "Silver sorgo", es a los árboles a quienes ha decidido cantarles.
Será porque esos compañeros necesarios, esos seres mudos que sostienen la vida son también los que armaron la historia desde que dejamos de habitar sus copas para convertirnos en "sapiens". Porque fue de madera el arca de la alianza que selló el pacto de Dios con los hombres. De madera, también, el arca que salvó a todos los seres vivos en su diferencia. Fue madero el que se hizo cruz para salvar al hombre de sí mismo. Y son, desde siempre, de madera, las camas donde todo lo más esencial nos sucede, donde nacemos, amamos y morimos, luego de, allí mismo, dejar a quienes nos continúen.
Porque este disco habla de lo que fuimos y seremos. Y Spinetta, con tanta obra propia de ya más de tres décadas, a veces hasta puede parecer citarse a sí mismo. Y canta en "A su amor, allí", tras un comienzo de corte hip hop, "como no puede saltar la pared", esa que, si no se la salta, "nunca darás un solo paso".
Pero también nos señala que hay otros tiempos y, con mirada lenta de árbol, recuerda que, además de esas horas que no caen a tiempo, hay distancias "tan grandes que no sirve mirar" y que hay algunos que "tan temprano están" que desconciertan.
"Para los árboles" es un álbum que se asemeja a esa vida que, como dice en "Dos murciélagos", "es como un carillón", como un conjunto de campanas sonando, brillando, en siempre extrañas y renovadas armonías, como esa "arboleda que susurra un canto desigual", y por eso mismo, profundamente bello.
Para los árboles
Luis Alberto Spinetta
Sin abandono, Cisne, Halo lunar, Miro tu amor, A su amor allí, Agua de la miseria, Dos murciélagos, Vidamí, Ciénaga dorada, Néctar, El lenguaje del cielo, Tu cuerpo mediodía (Universal).