
Fiel al espíritu musical de Rossini
En El barbero de Sevilla, de Juventus Lyrica, brilló la versión de Antonio Russo
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Opera bufa en dos actos de Gioacchino Rossini. Libreto de Cesare Sterbini, basado en la comedia de Beaumarchais. Edición crítica de Alberto Zedda. Elenco: Laura Polverini (Rosina), Cecilia Aguirre Paz (Berta), Sebastián Sorarrain (Fígaro), Duilio Smiriglia (Almaviva), Fernando Santiago (Don Bártolo), Mario De Salvo (Don Basilio), Santiago Tiscornia (Fiorello), Juan José Ingelemo (Ambrogio), Leonardo Menna (Oficial). Coro preparado por Miguel Pesce. Coreografía: Mercedes Díaz Pernas. Escenografía: Juan José Cambre. Iluminación: Gonzalo Córdova. Orquesta con miembros de la Estable del Teatro Colón. Director concertador: Antonio María Russo. Régie: Horacio Pigozzi. Juventus Lyrica. Teatro Avenida. Funciones: hoy, a las 17.30; jueves, viernes y sábado, a las 20.30.
Nuestra opinión: Muy buena
Con la sonoridad de la orquesta en la ejecución de la famosa obertura de Rossini, ya se tuvo la sensación inmediata de que la batuta de Antonio María Russo sería la garantía de una versión de gran jerarquía, en razón del acierto en el encuadre estilístico y el valor de la versión crítica elaborada por Alberto Zedda utilizada en esta exhumación de una de las más populares creaciones del repertorio lírico.
Cuando se escuchó la voz bien timbrada de Santiago Tiscornia en el personaje de Fiorello, se recordaron los postulados de Juventus Lyrica referentes a ofrecer oportunidades a los jóvenes para adquirir experiencia frente al público. Por ese motivo, sus aportes son beneméritos.
Al escuchar al tenor Duilio Smiriglia en el rol casi igualmente protagónico de Almaviva, se percibieron condiciones artísticas sobresalientes: musicalidad, refinado fraseo, perfecto sonido vocal de tenore di grazia, pero ligero. Sin embargo, también se apreció a un cantante que posee además de buen fraseo, una zona central más poderosa de lo habitual, que hace vislumbrar una carrera artística de mérito, según el ritmo de la experiencia.
Y cuando se escuchó y se observaron las condiciones histriónicas de Laura Polverini, que encarnó a Rosina, se valoró a una cantante musical y refinada en el fraseo, así como dotada de desenvoltura para crear el personaje. Resultó una maravilla de buen teatro la forma de interpretar la metamorfosis de una jovencita apocada e inocentona al de una mujer sexual, de carácter fuerte y empecinada en lograr lo que desea. De ahí que a lo largo de toda la representación fuera la figura más atractiva y bien delineada de toda la idea del régisseur, la hermosa especialidad del arte de administrar los recursos visuales de un espectáculo de teatro cantado.
Sebastián Sorarrain, sobrio cantante y muy buen actor, que desde hace tiempo demuestra la bondad de su condición artística y la eficiencia conque prepara cada personaje que se le encomienda, fue un Fígaro realmente desnaturalizado por la propuesta visual como resultado de la poco grata caracterización y diseño de su vestuario. Más que un barbero de Sevilla, nos pareció un Papageno mozartiano. Desde el punto de vista vocal, tuvo tino e inteligencia para no exceder sus naturales condiciones de sonoridad.
Don Bártolo, personaje central del género cómico, fue delineado alejado de la tradición, y perdió de ese modo la posibilidad de la gracia con la sola presencia. Sin embargo, es justo reconocerle a Fernando Santiago el esfuerzo de un accionar desenvuelto y un decir con énfasis para no olvidar el pasado. De modo similar aconteció con el profesor de música encarnado por Mario De Salvo. Ambos no fueron religiosos. Berta, a cargo de Cecilia Aguirre Paz, cantó su aria con corrección.
La visión creada por el escenógrafo Juan José Cambre fue sintética y en concordancia con la recreación y cambio de época que con tanto ahínco se empeñan en ofrecer los puestistas de nuestro tiempo en el terreno de la ópera, justamente un espectáculo en el que los propios compositores intervinieron en su génesis global al supervisar con su presencia el montaje de las representaciones. La régie de Horacio Pigozzi demostró una vez más las virtudes de un hombre de teatro experto y creativo. El vestuario de la destacada Mina Zuccheri no fue esta vez tan feliz.
Disfrute
En cambio sí -éste fue un valor fundamental- se plasmó una versión musical superlativa, tal como se había presentido con la audición de la obertura, gracias al acierto y a las enseñanzas de Antonio María Russo. La enorme trascendencia de este detalle, con la suma del buen rendimiento de la orquesta y del coro preparado por Miguel Pesce y la excelencia del comentario firmado por Margarita Pollini fueron los factores por el cuales el público encontró felicidad; la música de Rossini quedó como la mejor protagonista y El barbero... seguirá siendo la más divulgada partitura del actual siglo y de los próximos.
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